domingo, 12 de septiembre de 2010

El espíritu del Ensanche (SUR)

Emprendedor, creativo, contradictorio y multicultural, el triángulo Muelle Heredia-Alameda- Guadalmedina aspira a sacarse un buen partido Una plataforma empresarial apuesta por recuperar el empuje de la zona
12.09.2010 -
GEMA MARTÍNEZ gemamar@diariosur.es
MÁLAGA.

El espíritu del Ensanche
Vista de Tomás Heredia, vía en la que el grupo Q&T ha rehabilitado un impresionante edificio para oficinas. :: ÁLVARO CABRERA
Dentro del local hay agua, y sobre el agua hay un buen número de canoas biplaza ocupadas por parejas. La escena de esa especie de estanque dentro de un inmueble resulta algo insólita, pero la fotografía, en blanco y negro, no parece fruto de un montaje. El local es el Gran Olimpia, que a principios de los cuarenta se levantó en la manzana que ahora ocupa la Delegación de Salud, con fachadas a las calles Córdoba, Vendeja y Trinidad Grund.
El emprendedor que montó allí esa especie de parque de atracciones en el que había hasta una pista de patines estilo americano, se llamaba Francisco Ruiberriz, que, cinco años después de inaugurar el local, construiría en Málaga el coche más pequeño del mundo, según el titular de un periódico de la época. Lo hizo después de comprobar que podía reconstruir las piezas desgastadas de los coches eléctricos que había traído de Filadelfia para una de sus atracciones.
Ruiberriz levantó el Gran Olimpia en el solar que antes había ocupado el Cine Pascualini, del empresario Emilio Pascual, el hombre al que se le atribuye la introducción del cine en Málaga y que a principios del siglo XX se establece definitivamente en la esquina en la que ahora está el Teatro Alameda.
Dosis de riesgo
Y al llegar al Teatro Alameda, Aurora de la Rosa, directiva de la agencia creativa Infiltradas, hace notar que es el primer teatro privado de Málaga y que eso conlleva buenas dosis de riesgo: «Este es un barrio de emprendedores. Aquí hay espíritu de arriesgar y de crear y eso es lo que queremos recuperar», dice.
También dice que ella ha visto la solicitud de licencia para la apertura del Gran Olimpia, en la que el empresario se compromete a que todas las actividades que se desarrollen en su negocio sean decentes. Ha visto ese papel porque lleva meses trabajando con vecinos de las calles que conforman el Ensanche del Muelle Heredia -un triángulo delimitado por la Alameda Principal, el río Guadalmedina y Muelle Heredia- para recuperar la memoria del barrio, una de las acciones que ya ha puesto en marcha y que forma parte del incipiente plan estratégico que quiere convertir la zona en una especie de soho.
«Independientemente de que estemos más o menos de acuerdo con el nombre, el Ensanche ha seguido realmente la misma evolución que los sohos neoyorquino o londinense», dice. «Son zonas industriales, con talleres alrededor. La actividad decae y la gente de clase media se va; en el caso de Málaga a zonas como La Malagueta o El Limonar y los espacios vacíos son ocupados por gentes de otras culturas».
Donde está Cajamar antes estaba Maderas Lloza; la casa Nestle estaba en el pasaje Linaje; Marineto estaba en Trinidad Grund y SUR donde ahora está el BBVA. También Pirotecnia Plasencia, helados Frigo, saneamientos Félix Caballero y talleres en torno al puerto y tiendas de alimentación.... La memoria de Antonio Mancera es una de las que se ha puesto en marcha para contar la historia industrial del barrio y es imparable.
Si no es dulce no es Mancera
Antonio nació hace 58 años en el número 25 de Casas de Campo, en un parto de trillizos. «Dicen que fuimos los primeros trillizos de España. Yo nací el último, así que soy el mayor. La gente no lo comprende; pero es así». Su padre también era emprendedor y no por la gesta de engendrar tres hijos cuando los tratamientos de fertilidad eran ciencia ficción, sino por exportar melones de Cártama a toda España. «Si no es dulce no es Mancera», recita Antonio. Ese era el eslogan del negocio.
«A la calle se le puso Casas de Campo en honor al señor que hizo el pasaje: José Campos Garín, marqués de Iznate», explica el trillizo. Lo hace justo en la puerta de uno de los hoteles más vanguardistas y creativos de la ciudad: el Room Mate Lola, en el número 17 de esa misma vía. Justo enfrente está la Hermandad de los Legionarios, con un bar decorado con banderitas de España. De ese tipo son las mezclas el Ensanche.
Es en negocios como el Room en los que se apoya Aurora de la Rosa para afirmar que el espíritu emprendedor sigue vivo allí. Algunos de ellos forman parte de la junta directiva de la plataforma Salida de Emergencia, presidida por la directora de Infiltradas e integrada por establecimientos tales como Manducare, Frankamente, Arquetipe o Rosae, además de empresarios de la envergadura de Antonio Quintero, responsable del grupo Q&T, que ha rehabilitado un impresionante edificio destinado a oficinas en plena calle Tomás Heredia.
«La gente está escéptica, porque durante mucho tiempo no se ha hecho nada, pero tenemos las firmas de apoyo de todos los comerciantes y los empresarios más potentes están dispuestos a patrocinar la idea para que el barrio se levante», afirma De la Rosa. «En este proyecto que ya le hemos presentado a las administraciones y a los empresarios, para que aporten financiación, planteamos una reactivación económica de todo el Ensanche», añade.
De todas las ideas concretadas en el proyecto elaborado por la agencia Infiltradas y por la arquitecta Blanca Cano, las que se refieren al apartado urbanístico son las más costosas, tanto que De la Rosa asegura que es incapaz de devolver esa cifra a su memoria. Sería también la que precisaría de una mayor implicación institucional.
«En estos momentos, el CAC está oculto y el problema depende de cómo fluye el tráfico», afirma. «Muchos de los coches que se aparcan en el barrio no son de gente del barrio. Además, vienen a estacionar aquí y se van a comprar a otros lugares, por lo que no sacamos ningún beneficio de esos aparcamientos», añade. De momento, el proyecto apostaría por la semipeatonalización. También entraría en este apartado de elevado coste la creación de un puente emblemático en el río.
Unir el CAC y La Marina
Para no esperar demasiado y al menos sacar al CAC de su 'aislamiento', el proyecto propone una solución que los promotores consideran factible: unir el museo con la plaza de la Marina a través de un camino serpenteante delimitado con un tipo específico de solería, que comenzaría en los jardines de Alfonso Canales, discurriría por Duquesa de Parcent y atravesaría el pasaje de Valencia, que desemboca en el museo.
«La plaza de la Marina necesita un barniz. Es la primera imagen que ven los cruceristas cuando entran en Málaga», dice Aurora de la Rosa. Habla desde una mesa de la terraza Rosae, en Trinidad Grund. Enfrente está el maravilloso palacio de Trinidad Grund, pero el suelo de la acera es hormigón puro y unas casas más allá, en dirección al puerto, hay un edificio completamente ruinoso. «He visto escenas de gente dándole patadas a las ratas». Hace notar que ese tramo de escaleras de la Marina, «es una barrera arquitectónica que conduce a ningún sitio».
No es ese el único edificio en ruinas del Ensanche. Antonio Mancera afirma que él personalmente ha llamado varias veces a los bomberos por la caída de tejados de algunos inmuebles y señala a un gran edifico de ladrillo visto en la esquina Casas de Campo con San Lorenzo: «Si se mantiene en pie es porque está muy bien hecho», sentencia.
Incitar a entrar
«Proponemos que estos edificios en ruinas sean cubiertos con lonas creativas que inciten a la gente a entrar en lugar de echarla», apunta De la Rosa. Sería, según dice, una de esas propuestas baratas y efectivas de las que se nutre el proyecto. Otra podría ser la de delimitar todo el perímetro del barrio a través de banderolas verticales de colores y con los nombres de los establecimientos. «Eso ya serviría para definirlo», asegura la presidenta de la plataforma.
También se apuesta por montar un circuito de arte aprovechando los locales vacíos, que según el estudio realizado supondrían el 60% de los que existen en todo el Ensanche. La idea sería que sirvieran de base a artistas emergentes y que ellos, a cambio, aportaran ideas sobre cómo podrían quedar esos negocios, a modo de publicidad para su alquiler o venta.
Hay propuestas que pretenden palian esa soledad nocturna que convierte al barrio en un lugar inhóspito cuando los negocios cierran. Una de esas ideas es la de proyectar cortometrajes al caer la tarde, y otra la de instalar una especie de quioscos de diseño en los muchos pasajes oscuros. Durante el día serían los puestos de un mercadillo de libros y ropa de segunda mano, «y por la noche, según el diseño que hemos creado, se cerrarían y estarían iluminados, dando así luz a los oscuros pasadizos».

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