domingo, 27 de noviembre de 2011

Que pague el privado (Málaga Hoy)


Tras años de polémica, el martes se abre Muelle Uno, nuevo escaparate de tiendas y ocio de Málaga. La iniciativa privada ha suplido, otra vez, a la pública
| ACTUALIZADO 27.11.2011 - 01:00
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EN Málaga no sobran las empresas de las que sentirse razonablemente orgullosos, pero Myramar y Edipsa bien pueden ser dos de ellas. Con una trayectoria impoluta de varias décadas, a pesar de haber desarrollado con éxito su actividad cerca del epicentro de la corrupción y de pertenecer al anatemizado gremio de los promotores inmobiliarios, que estos días purgan los grandes pecados de unos pocos en el macrojuicio de Malaya, estas dos firmas familiares se enfrentan esta semana al que posiblemente sea su mayor reto: Muelle Uno. 

Resulta difícil encontrar otro caso de una inversión privada de semejante tamaño en el momento más bajo, deprimente y negro de la crisis que nos atormenta desde 2008. Pero jugándose su patrimonio y el futuro de sus empresas, Miguel Rodríguez y Francisco Porrasapostaron por Málaga. Lo hicieron al salir al rescate de la fallida y desastrosa Udisa -anterior adjudicataria, para vergüenza de la Autoridad Portuaria y quien fuera que redactarse el pliego de condiciones-, cuando nadie daba un duro por un proyecto maldito durante décadas. El plan del puerto ha sido un ejemplo de manual de los males de nuestra administración pública y de la cortedad de miras nuestros políticos, un pozo roto en el que han ido cayendo los sueños de la sociedad civil, incapaz también de proponer soluciones de vanguardia para el que se suponía espacio más privilegiado de la ciudad. Siempre se ha llamado esquina de oro a la confluencia de los muelles 1 y 2 del puerto, al solar que ocupaba la antigua casa del ingeniero. "Te aseguro que allí hemos excavado mucho, bastantes metros de profundidad, para hacer varias plantas de parking, y no hemos encontrado ni una minúscula pepita, sólo una obra que nos cuesta muchísimo dinero y unos locales por los que no hay precisamente guantazos en mitad de la crisis", contaba hace meses uno de los responsables de la obra, molesto porque las pifias de la Gerencia de Urbanismo y la Autoridad Portuaria estuvieran oscureciendo una inversión de 80 millones de euros con cientos de puestos de trabajo pendientes del éxito de la iniciativa. Un proyecto que además redime uno de esos lugares públicos incomprensiblemente abandonados durante años pero que otras ciudades cuidarían con mimo, como es el Paseo de la Farola. 

El gran enemigo del Muelle Uno, bautizado como la nueva calle Larios, es ese imaginario colectivo malagueño que sitúa nuestras ambiciones muy por encima de nuestras posibilidades reales o de la realidad de nuestros gobernantes. El mismo talante con el que nos llamamos alegremente la California del sur de Europa pero somos incapaces de empezar un tren que llegue hasta Marbella o de terminar el maldito saneamiento integral que evite que los turistas, nuestros clientes y nuestros jefes, se bañen en mierda cada verano. De forma un tanto abstracta, siempre se ha esperado que el puerto fuera nuestra Ciudad de las Artes y las Ciencias, nuestro Guggenheim, pero sin inversión pública de por medio ni los liderazgos políticos necesarios. Aquí el dinero público se gasta en multimillonarias sedes administrativas, como la Diputación, la Ciudad de la Justicia o la Gerencia de Urbanismo, y por eso no había nada para el puerto. Como si tuviéramos a un mecenas a lo Paul Allen por ahí suelto dispuesto a construir gratis un Experience Music Project como el de Seattle, por ejemplo. Víctimas de nuestro engaño, incluso invitamos aFrank O. Gehry para certificar nuestra miseria. Ven, muchacho, a ver qué se te ocurre hacer con esto, pero que sea gratis y por la cara. Ni que decir tiene que el premio Pritzker salió escaldado, y huyó jurando no mentar nunca más la palabra Málaga. 

Pero para ilustrar mejor las exageradas expectativas de esta ciudad, el desafío al que se han enfrentado Edipsa y Myramar, el núcleo fundacional de Muelle Uno con la financiación de Unicaja, nada mejor que recurrir al propio puerto. Acaba de quedar desierto el concurso público para la construcción del muelle institucional de Heredia. Nadie se juega un duro en estos momentos por una zona de oficinas de diseño encorsetado, con pequeños bloques en donde otras ciudades han transformado radicalmente su frontal marítimo. Puede que no haya dinero. Puede simplemente que no haya ambición. O puede que sencillamente no seamos tan estupendos como nos vemos en el espejo. Sin embargo, hay quien sigue creyendo en este sitio y creando empleo. Solo por eso el proyecto Muelle Uno merece una oportunidad.

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