martes, 2 de noviembre de 2010

MALAGA. El 'refugio' de El Ejido. (MALAGAHOY)

El terreno arcilloso de este monte favoreció la formación de cuevas que desde finales del siglo XIX fueron ocupadas por las familias más desfavorecidas de la Málaga de entonces

Cuevas habitadas en la zona de El Ejido, en 1950. Foto: Archivo Histórico Provincial.
No hace tanto tiempo que la zona en la que hoy en día se extiende el céntrico barrio de El Ejido era un desolado monte en el que intentaban sobrevivir unas 60 familias en cuevas más propias de otra época que hacían las veces de improvisadas viviendas hasta mediados del pasado siglo. El macizo arcilloso que recibe el nombre de Ejido constituye una de las últimas estribaciones de las sierras que rodean la ciudad, aunque en la actualidad está ya plenamente rodeado por las edificaciones del barrio de la Victoria.

Su pasado más reciente se remonta a la época musulmana cuando sirvió como dehesa para guardar el ganado que abastecía de carne y de leche a la población de la Málaga de entonces. Pero la utilidad de este monte fue más allá, ya que con la arcilla de este pequeño promontorio se fabricaron desde tiempo inmemorial muchas de las tejas y ladrillos que se utilizaron en numerosas construcciones de la ciudad. De ahí, según el miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo Manuel Olmedo Checa, los nombres de Tejeros y Tejares que llevan algunas calles próximas a El Ejido en la actualidad. La naturaleza del terreno de esta zona y el aprovechamiento que se hizo durante siglos por la extracción de arcilla hicieron que se produjesen grandes oquedades, que siempre terminaban llenándose de agua cuando llovía. Eso facilitaba, aseguró Olmedo Checa, que al ser un terreno impermeable "se formaran numerosas y pequeñas lagunas que dieron lugar al barrio de Lagunillas, situado entre la calle Victoria y El Ejido".

Pero mucho antes la zona de El Ejido tuvo otra utilidad. Las frecuentes epidemias que Málaga padeció durante los siglos XVI y XVII obligaron a crear lo que se conoce como carneros o, lo que es lo mismo, enterramientos colectivos en donde se sepultaban las numerosas víctimas que ocasionaron tales contagios. Sobre uno de ellos, que hubo que establecer en El Ejido a mediados del siglo XVII, está hoy edificado el teatro Cánovas. La profunda depresión que Málaga padeció en el último tercio del siglo XIX, provocada principalmente por la plaga de filoxera que afectó a los viñedos de la provincia y por la ruina de la producción siderúrgica, motivó que las capas más desfavorecidas de la población malagueña, que en gran parte procedía del ámbito rural, se asentase en las zonas aledañas al casco urbano en chabolas y chozas, o entre las ruinas de la Alcazaba.

Y El Ejido fue uno de estos improvisados asentamientos, en donde la blandura del terreno permitió la construcción de cuevas, que perduraron hasta casi los años 60 del siglo XX, y que desaparecieron cuando pudieron realojarse las numerosas familias que vivían en condiciones infrahumanas.

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