EL RÍO GUADALMEDINA
23.01.11 - 02:29 - PILAR R. QUIRÓS | MÁLAGA.
Málaga solventó la llegada de riadas a la ciudad con la presa de El Limonero y la corrección forestal de los Montes de Málaga. Pero el cauce se quedó casi sin uso. Un nuevo informe reabre el debate sobre embovedar el río o no. La buena noticia es que hay una causa común: la gran obra de este siglo es recuperar el cauce como espacio público.
OPINIONES
SALVADOR MORENO PERALTA
«El río admite todo desde el punto de vista urbanístico, y en este hecho está su grandeza y su interés»
JOSÉ ALBA GARCÍA
«Un canal de agua es de difícil ejecución porque hay que salvar un desnivel de doce metros desde La Rosaleda hasta el puerto»
JOSÉ DAMIÁN RUIZ-SINOGA
«Sería interesante contar con un canal como en Monterrey, que es un gran atractivo en esta ciudad»
JOAQUÍN ORTÍZ DE VILLAJOS
«Con un espacio plano (al embovedar) no vamos a resolver las cosas»

La historia de Málaga es lenta. Lenta porque los proyectos se empiezan, y a veces, se quedan incompletos, como la corrección-hidrológico-forestal del río Guadalmedina, que inició el conde del Guadalhorce en los años 30, de la que hoy tenemos, afortunadamente, los montes de Málaga, y el pantano del Agujero. En el año 1984 se le sumó la presa de El Limonero, que se proyectó con el objetivo fundamental preservar a la ciudad de grandes avenidas. Pero estas obras eran una parte esencial de un todo más grande, uno más ambicioso que no se llegó a ejecutar. Escondido en los cajones de la burguesía de finales del XIX se quedó un plan espectacular (reflejado en un plano de Emilio de la Cerda) que pretendía recuperar el cauce del río en su tramo urbano para uso y disfrute de los malagueños. Para ello, lo desviaban aguas arriba y abajo, en el cauce, tal y como cuenta el arquitecto Salvador Moreno Peralta, «pintaban ciudad».
Y hoy, casi un siglo y medio después, la urbe sigue asomándose a la que muchos han llamado cicatriz, y que lo sea o no, según unos y otros, es un cauce seco, mal cuidado y, a veces, maloliente, que solo tiene utilidad una vez cada 700 días cuando el río y los arroyos aguas abajo vuelven por sus fueros.
Una oportunidad
El informe del Cedex, que avala el embovedado del cauce, ha reabierto un debate añejo en un momento decisivo para la ciudad porque, como bien dicen los que saben, la crisis es una etapa para, reposadamente, estudiar qué necesita Málaga, y dar los pasos necesarios para que eso sea realidad al menos a «medio plazo», tal y como coinciden los ponentes del debate Encuentros en SUR, los arquitectos Salvador Moreno Peralta y Joaquín Ortíz de Villajos, así como el ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, José Alba García, y el geógrafo José Damián Ruiz-Sinoga.
Y al menos, entre tanto debate, todos los contertulios opinan de común acuerdo que el cauce debe ser un espacio de uso público, y la mayoría estima que las obras que se realicen en él serán absolutamente decisivas para el desarrollo de la ciudad. Para Moreno Peralta, «el tratamiento urbano del río es el mayor escenario de oportunidades que ha tenido la ciudad nunca». Y el ingeniero José Alba lo resume de la siguiente manera: la obra que se ejecute en el Guadalmedina podría producir «efectos solo comparables, como mínimo, del calibre del relleno de la dársena del puerto a finales del siglo XIX que condujo a la creación del Parque ». Y para Ruiz-Sinoga y Ortíz de Villajos este es un proyecto de primer orden que cambiará la fisonomía de la ciudad.
El ingeniero José Alba recuerda que la presa de El Limonero se realizó en 1984 para complementar la presa del Agujero y la corrección hidrológico-forestal de los Montes de Málaga, y que se proyectó con el objetivo de regular avenidas, «lo que pasa es que luego se decidió darle a la mitad uso para abastecimiento; pero, obviamente la presa es siempre más segura vacía que llena», según subraya, y añade que, cualquier caso, la aportación de agua que hace a la ciudad nunca ha superado el 2%. Ruiz-Sinoga apoya a Alba en que hay que cambiar el régimen de explotación de la presa (tal y como apunta el informe del Cedex) y que, por tanto, para utilizar el cauce, sería necesario que la presa estuviese casi vacía, para tener más garantías de seguridad. «Es más, de todos sabido que cuando no llueve en El Limonero no hay agua, y cuando hace falta el agua la presa está vacía; así que es más interesante para todos que se mantenga vacía y que mantenga su función original».
Moreno Peralta y Ortíz de Villajos confluyen en que deben ser los técnicos los que den las soluciones hidrológicas oportunas. Ruiz-Sinoga y Alba subrayan, en esta línea, que también harían falta medidas de corrección forestal en la margen derecha del río (en la izquierda están los Montes de Málaga). Ruiz-Sinoga recuerda que el 'Plan de Defensa de Málaga contra las inundaciones', que él mismo redactó, proponía reforestar 50.000 hectáreas, o lo que es lo mismo diez veces la superficie de los Montes de Málaga.
El geógrafo subraya que también hay que estudiar determinados 'by-pass' aguas arriba de la presa (es decir, desviar el agua del Guadalmedina). En este punto, Alba apostilla que es importante que en el aspecto hidráulico se alternen varias soluciones que se puedan gestionar de forma alternativa, complementaria o simultánea, «para no jugártela a una sola carta». Así indica que aguas arriba se pueden hacer pequeños trasvases a la cuenca del río Campanillas, y también actuar, a su vez, en este río haciendo una represa o recreciendo la actual presa de Casasola. Ruiz-Sinoga abunda en este aspecto e indica que hay una «dorsal magnífica entre la cuenca del Campanillas y del Guadalmedina, en donde prácticamente metiendo un tubo se podría desviar el Guadalmedina aguas arriba de la presa». «Sí, justo en Venta Cotrina», apunta Alba.
Otro de los puntos a solucionar para mejorar la seguridad actual de la presa, que corona la ciudad, pasaría, según Alba, por aumentar los desagües de fondo. «Si viniese una gran riada, los desagües de fondo solo pueden evacuar 100 metros cúbicos por segundo; nos podemos encontrar con una gran avenida y que estén entrando más de 500 metros cúbicos por segundo, el cauce (que absorbe hasta 600 metros cúbicos por segundo) puede estar casi vacío, y la presa sólo podría soltar 100 hasta que no se llenase y empezase a evacuar agua por los aliviaderos; por eso es prioritario aumentar la capacidad de los desagües de fondo», sostiene. Alba dice que este problema ya es antiguo: «El propio conde del Guadalhorce, Rafael Benjumea, ya reivindicó a la Confederación Hidrográfica del Sur que a la presa de El Limonero le faltaban desagües de fondo».
Tampoco se olvidan de los peligrosos arroyos urbanos que hay por debajo de la presa que, cuando van cargados, pueden aportar hasta 200 metros cúbicos por segundo al cauce. Para ello, Ruiz-Sinoga aboga de nuevo en la reforestación para disminuir en lo más posible los arrastres, que tan peligrosos son en las avenidas. Y Alba añade que también es interesante realizar diques en los arroyos. El ingeniero, prolífico en ideas, apunta una más: «También se podría utilizar la presa del Agujero como trampa de áridos, lo que haría que el agua bajase más limpia», indica.
25 años sin hacer nada
«Es que desde el año 84 que se acabó la presa se tenían que haber seguido haciendo este tipo de obras, y ya han pasado más de 25 años y no se ha hecho nada», como critica con la adhesión de Moreno Peralta, que subraya que es «parte de la idiosincrasia de la ciudad».
Todas estas son opciones que, con o sin embovedado, pueden hacer que se utilice el cauce del Guadalmedina como espacio urbano, un anhelo que, como apunta Moreno Peralta, lleva muchas décadas rondando las mentes de los malagueños. Lo que sí queda meridianamente claro de estas aportaciones es que «todas estas obras son necesarias en cualquier caso, con independencia de lo que se haga en el cauce», como hace saber Alba.
Como broche a toda la discusión sobre medidas hidráulicas a realizar para poder hacer posible que el cauce sea urbano, una demanda prioritaria: «No esperemos a que la autoridad hidráulica diga lo que hay que hacer, y de paso nos diga qué tenemos que hacer en el cauce. De la presa hacia abajo el cauce es urbano, y ahí está muy claro que es la ciudad la que tiene que decidir qué es lo que hay que hacer», indica Alba.
El único problema, según Moreno Peralta, es el momento en el que se ha abierto el debate: tiempo preelectoral. «Es una época muy mala porque las ideas se transforman en eslóganes. Se esterilizan y se banalizan los problemas, y entonces los matas hasta que vuelvan otras elecciones dentro de cuatro años. Coinciden Ruiz-Sinoga y Alba, y este último matiza que el debate serio debería llevarse a cabo el día después de las elecciones.
El arquitecto Joaquín Ortíz de Villajos considerar que cualquier obra que se realice en el cauce del río Guadalmedina tiene que tener en cuenta que «como eje ordenante de la ciudad tiene muchas capacidades para trabajar en él, independientemente de que se tape o no. El río tiene que resolver una serie de problemas, y entre ellos de correspondencia de la ciudad; además es una oportunidad como espacio público para resolver el eje norte-sur».
En esta línea coincide absolutamente Moreno Peralta y pone como ejemplo que Málaga tiene su eje este-oeste en el paseo marítimo, pero que carece de un buen eje estructurado de norte a sur. «Este es un tema precioso de afrontar en urbanismo. Será un eje, que será unitario en su concepto en tanto que empieza en El Limonero y acaba en el mar; y diverso, en la medida de que diversos son los tramos de la ciudad que a él se asoman, y que requieren tratamientos distintos; no es lo mismo pasar por la Rosaleda, el diario SUR, el puente de los Alemanes o el CAC. En cada sitio deben cumplirse unos objetivos de integración urbana por lo que, obviamente, se le debe demandar una solución urbanística a este proyecto».
En esta línea abunda el ingeniero José Alba, que explica por qué Málaga carece de ese importante eje norte-sur que, en Almería, por ejemplo han conseguido embovedando la rambla de Belén. «La ciudad de Málaga en 1973 no tenía una puerta de entrada por Las Pedrizas hasta llegar a La Concepción, se entraba por Fuente Olletas o por la costa; de ahí que Málaga carezca de un eje norte-sur. El Guadalmedina es la oportunidad de darle a Málaga este eje, de crear una estructura urbana de verdad. Aquí Moreno Peralta se mofa de aquellos que se escandalizan de que por el cauce puedan ir viales, al igual que en la rambla de Almería, que se ha transformado en un bulevar con dos carriles para el tráfico a los lados y un paseo peatonal en el centro. Dice que no se puede ser tan simplista: «árbol, bueno; coche, malo», aunque con esto no quiere decir necesariamente que se tengan que hacer viales. De hecho, en el PGOU del año 71, tal y como apunta, el Guadalmedina está pintado de gris y pertenecía a la red arterial impuesta por Madrid, luego el cauce entero del río era viario (calle, asfalto).
«El río admite todo desde el punto de vista urbanístico, y en el hecho de que admita todo está su grandeza y su interés», sentencia.
Hay un elemento común en el que coinciden Salvador Moreno Peralta y Damián Ruiz-Sinoga: el agua. En el cauce, ambos ven interesante que se realice un canal artificial de agua, una idea que no comparte el ingeniero Alba porque considera que las soluciones técnicas son difíciles para salvar un desnivel de 12 metros desde la Rosaleda hasta el puerto.
Pero, volviendo al agua, Moreno Peralta, con su mente inquieta, se entretiene en escribir, durante el debate, de su puño y letra, su particular pliego de condiciones para la obra del Guadalmedina. Y uno de los puntos inexcusables es el que pasa porque se mantenga un eje fluvial que haga una referencia a que el Guadalmedina es un río. Y es cuando Ruiz-Sinoga apunta que sería interesante contar con un canal artificial como el que hay en Monterrey, en México, que supone uno de los puntos con más atractivo de esta ciudad. «Eso un parque fluvial con barquitas como en Monterrey, estupendo», apostilla de nuevo el arquitecto.
Para Alba, la idea de que el cauce nos recuerde que fue un río no tiene mucho sentido. «Ninguno de nosotros lo hemos visto. Considerar que es un río porque cuando suelta agua la presa o llueve mucho en los arroyos lleva agua...yo no creo que eso sea un río». Moreno Peralta difiere y apuesta porque lleve agua y Ruiz-Sinoga muestra también su vocación en este punto.
«Que haya agua permitiría eso que tanto me gusta de Monterrey, una utilización pausada y tranquila del agua, que eso se quedara en una cota inferior o en una cota superior no me importa; se pueden hacer distintas alturas», subraya Moreno Peralta. En esta línea, pone el ejemplo un río de Estrasburgo, donde hay diferentes cotas. Se pueden hacer paseos a diferentes niveles y en la cota inferior, el agua».
Embovedado sí, embovedado no. Ninguno de los ponentes quiere un debate tan simplista. Y en este punto Moreno Peralta da su opinión de forma meridiana: «A mí no me gusta el embovedado. Para empezar es como un 'godzilla', saber que por ahí abajo va el agua, a mí personalmente no me gusta». Y es en este punto donde el ingeniero José Alba difiere sustancialmente: «Yo no diría un 'no' radical al embovedado, es desde mi punto de vista excesivamente apriorístico, y con esto no quiero decir que yo defienda el embovedado; lo que hay que hacer es analizar las ventajas e inconvenientes de todas las soluciones, y al igual que en lo hidráulico considero que en lo urbanístico también se puede dar una solución integradora de varias soluciones menores, sin desechar a priori ningún tipo de solución, incluyendo el embovedado; lo que sí rechazo es embovedar los 5 kilómetros porque además lo considero innecesario, ya que hay otras muchas soluciones. Lo que no hago es rechazar que no se ponga ni un metro de embovedado», sostiene.
Ruiz-Sinoga, que también aboga por el agua al igual que Moreno Peralta, sostiene que él, al menos, desecha el embovedado durante los cinco kilómetros, «se pueden hacer muchísimas cosas». Es más, indica, «me gusta Monterrey, Seúl, Almería, San Antonio de Texas, y Niza (todas ciudades que han dado soluciones a sus ríos de diversas formas), lo que hay que hacer es sentarse en una mesa y ver para nuestro Guadalmedina qué es lo que queremos. Pensémoslo», puntualiza el geógrafo.
El arquitecto Ortíz de Villajos indica que, a priori, con la diferencia de cota que tiene el cauce, tiene más capacidad de absorber las soluciones a los tejidos que tiene a sus dos márgenes, que con el embovedado de cabo a rabo. «Con un espacio plano (al embovedar) no vamos a resolver las cosas. Curiosamente, tenemos una serie de montes como tenemos un río. A los que plantean cerrar el río, yo les diría que si se plantean tirar todo el monte Gibralfaro».
Para el arquitecto Moreno Peralta es fundamental que el Guadalmedina tenga en cuenta las correspondencias vis a vis de las dos márgenes del río, y por tanto, de sus barrios, que están separados por el cauce seco. Además, considera prioritario que haya espacios libres de esparcimiento, que pueden ser deportivos como campos de fútbol, jardines, zonas verdes así como un amplio espectro de equipamientos públicos de toda índole. Y para solucionar las correspondencias norte-sur, el eje que considera tan importante de la ciudad propone un tranvía. Con esta idea se muestran de acuerdo los demás contertulios.
Para el arquitecto es esencial que en el tratamiento del cauce sea diverso porque diversos son los barrios que se asoman a él. «Y ahora, con el tema del río como tema monográfico, se pueden analizar qué déficits dotacionales y de equipamiento tiene cada barrio y, precisamente, en las márgenes sobrantes del canal es donde, lógicamente, se puede absorberse ese déficit».
Para todos los demás también hay un mundo de posibilidades para concretar en el cauce del río, pero el ingeniero Alba puntualiza que hay que «estudiar el mayor número de soluciones posibles», que deben ser bien analizadas según las necesidades antes de empezar un proceso de presentación de proyectos. Por que, como afortunadamente todos coinciden, el Guadalmedina es la gran obra del siglo XXI en Málaga, que marcará un antes y un después en la ciudad.