lunes, 9 de julio de 2007

Cuenta atrás para un sueño de lujo (SUR)

LA reciente salida a subasta del edificio del Palacio de Justicia para su reforma y explotación como hotel de lujo se produce casi 25 años después de que esa aspiración, defendida casi en solitario por el entonces alcalde de Málaga, Pedro Aparicio, se frustrara y propiciara la transformación del antiguo hotel Miramar en sede judicial. La desidia local y la tozudez del ministro de Justicia del primer Gobierno socialista, Fernando Ledesma, hicieron fracasar la solitaria aspiración municipal. La costosa adaptación como edificio administrativo -3.000 millones de pesetas de los años 80- no acabó, sin embargo, de solucionar los problemas de espacio de los juzgados en Málaga. Ahora, la apertura en otoño de la Ciudad de la Justicia, en Teatinos, pondrá fin a un paréntesis de veinte años sin glamur. La iniciativa del Gobierno andaluz de facilitar su retorno al selecto club de los hoteles de lujo con historia sintoniza al tiempo con la memoria sentimental de la ciudad y el interés de grandes cadenas hoteleras.Para casi tres generaciones de malagueños, el Miramar guarda recuerdos imborrables: era el lugar de celebración de grandes acontecimientos, alojamiento de ilustres visitantes, decorado real de varias películas, cita de enamorados, alojamiento de toreros, centro de reunión de la sociedad malacitana y de aquellos que iban a ver y ser vistos, ingenuo juego que practicaba la sociedad española hasta la mitad de los sesenta en los lugares de moda. En los salones y terrazas del añorado hotel solía reunirse la clase más acomodada y aquellos que pretendían serlo. También se celebraban los bailes anuales de la Asociación de la Prensa, que coincidían con las Fiestas de Invierno, hoy desaparecidas, que marcaban un hito en la vida social malagueña.Edificio con historiaEl hotel fue construido entre los años 1921-26, según el proyecto del arquitecto Fernando Guerrero Strachan, autor asimismo del edificio del Ayuntamiento, entre otros. Los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, a quienes acompañaba el general Primo de Rivera, lo inauguraron en plena época de la dictadura como hotel Príncipe de Asturias. En 1940, tras servir en la inmediata posguerra como hospital de sangre, fue comprado por Hoteles Unidos S.A. (HUSA), que pagó dos millones de pesetas... aplazados. Cuando cerró como hotel en 1968, el antaño suntuoso establecimiento comenzó a padecer un grave deterioro. Para evitar lo peor fue adquirido en 1975 por la Caja de Ahorros Provincial en 160 millones de pesetas. Presidía la Diputación -de la que dependía la caja-, el actual alcalde de Málaga, Francisco de la Torre. Su idea era ubicar en el Miramar la institución y dejar la sede vacante de la plaza de la Marina como central de la entidad de ahorro. El proyecto quedó en nada con el relevo en la presidencia en la Diputación, para la que fue designado 'Pancho' Cabezas, polémico personaje de la transición. El Ministerio de Justicia, con Francisco Fernández Ordóñez al frente, se convierte en nuevo propietario tras pagar 385 millones de pesetas a la entidad de ahorro. El Ayuntamiento había tenido opciones claras de quedarse con el edificio, pero no hubo voluntad de ello (debió imponerse la triste indolencia malacitana) y el entramado administrativo hizo dueño a Patrimonio del Estado.Interés privadoEn 1983, el interés de un grupo inversor belga refuerza al alcalde Pedro Aparicio en su convicción de que Málaga necesitaba y podía recuperar el emblemático e histórico establecimiento para cubrir el vacío de un hotel de categoría en la capital. Se autoimpone un plazo de un año para buscar comprador al tiempo que negocia con Patrimonio, y más concretamente con el ministro Ledesma, al que le ofrece el oro y el moro traducido en la permuta de un excelente solar en la avenida Ingeniero de la Torre Acosta, donde hoy se alza la mezquita, para hacer un amplio y funcional Palacio de Justicia, con extenso aparcamiento y construcciones auxiliares. El grupo belga no llegó a depositar el aval exigido para la compra del hotel, cuyo precio fue elevado por Patrimonio del Estado en cien millones a pocos días de vencer el plazo para la operación.Del interés al estupor por el inesperado incremento del precio pasó también otra oferta que llegó a presentarse con gran nivel de detalle. La lideraba el grupo Alba, representado por el entonces director de Puente Romano de Marbella Willy Diezt, del que se afirmaba que representaba a un magnate árabe que llegó a tener depositados en un banco de Marbella los millones de dólares necesarios para la operación, que debía pasar necesariamente por el Ayuntamiento. Alba oferta la compra del Miramar y su recuperación como hotel de cinco estrellas. Un proyecto precioso que superaba los dos mil millones de pesetas con aparcamiento subterráneo, respeto y revalorización de sus singulares jardines; paso elevado o subterráneo a la playa; doscientos puestos de trabajo directos y mil detalles más. Cuando las negociaciones parecían ir por buen camino, Patrimonio se descuelga inesperadamente con un aumento de más de cien millones de pesetas en la valoración del edificio, lo que hace sospechar a los posibles compradores, no sin cierta lógica, que se trata de un abuso... y dicen 'goodbye'. El Ministerio de Justicia, muy a pesar del alcalde, tiene por fin vía libre el 31 de octubre de 1984 para iniciar la obra del Palacio de Justicia. Se adjudicó a Guvasa en algo más de 900 millones de pesetas, que al final, como el milagro del pan y los peces, fueron cerca de tres mil. El remozado edificio no cubría las necesidades de la Magistratura malagueña. Años después, Torres Vela, entonces presidente de la Audiencia, propuso que las viviendas del presidente y el fiscal jefe pasaran a ser oficinas e, incluso, los salones cedidos al Ayuntamiento para uso cultural, a sala de juicios con jurado. El actual proceso de subasta parece que dará la razón finalmente a los que soñaron con el Miramar como ese hotel carismático que la nueva capital de la Costa del Sol precisa. Su atractivo único ha dormido entre legajos y juzgados veinte años, pero sigue vivo. Pocos dudan de que el gran hotel despertará al fin como un sueño de lujo.

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