domingo, 29 de noviembre de 2009

Maarbella. El Cortijo de Miraflores. (SUR)

EL cuatro de septiembre de 1866, con 60 años de edad, moría en Marbella el último heredero del titulado 'Mayorazgo de los Domínguez': don Antonio María Domínguez y Alburquerque.
Entre otras muchas posesiones, tanto en nuestro municipio como fuera de él, el dicho mayorazgo contaba con el 'Cortijo de Miraflores', por primera vez denominado así en la partición de bienes entre sus herederos y hasta esa fecha nombrado del 'Prado de San Francisco' en todos los documentos anteriores. En la descripción que del mismo se hace, en el Registro de la Propiedad de Marbella, a raíz del deceso, podemos leer: 'Cortijo nombrado de Miraflores situado en el pago rural llamado Fuente del Prado al Norte de esta población de Marbella cerca de la misma que mide veinte y tres fanegas y nueve celemines equivalentes á quince hectáreas, ochenta y un áreas y diez centiáreas compuesto de terrenos de secano y regadio con olivos y otros árboles frutales conteniendo además en su centro una casa de mamposteria que mide mil ochocientos ochenta y cinco metros y diez y ocho centímetros, molino de aceite, almacen, tinajas, cañeria y nueve canutos de agua de la que surte á las fuentes públicas de esta ciudad.'. Esta estancia fue construida, en el año de 1706, por Tomás Francisco Domínguez de Calatrava y Godoy sobre los restos de una casa de labor preexistente en el lugar conocido como Prado de San Francisco, muy cercano al convento de Nuestra Señora de Porta Coeli, o de San Francisco; hoy 'Albergue Juvenil África'.
Dicha vivienda original sufrió constantes y numerosas modificaciones y ampliaciones a lo largo de su historia, hasta que, mediado el siglo XIX, el difunto Domínguez y Alburquerque lo dotó de la estructura con que, con ligeras variaciones, ha llegado a nuestros días.
Sobre la entrada principal del edificio, a ambos lados del balcón señorial, nos encontramos con dos piedras armeras, una representando el escudo de la orden religiosa franciscana, y la otra correspondiente al escudo de la familia Domínguez. Bajo ellas se hayan dos lápidas donde podemos leer: 'Con el ser, el prado, y casa por Francisco Dios me dio, y yo, para conservarlo, lo doy a su protección. Año de 1706'. Y esta otra, un tanto enigmática: 'Yo, don Tomás Domínguez y Godoy, sucedo a Pedro en este prado, y a esta casa y hacienda, gobernadora de franciscos, mis armas y blasón doy Año de 1706'.
Medallones
Otros curiosos elementos de singular valor que aun podemos ver en el cortijo, son los seis tondos o medallones, labrados en piedra, representando a diferentes advocaciones religiosas: San Juan Bautista, San Sebastián, Santa Catalina de Alejandría, San Bartolomé, San Pedro y, probablemente, San Benito. Antes de la restauración y adecuación del edificio para uso cultural, llevada a cabo por el Ayuntamiento, éstos clípeos ocupaban diferentes lugares en el mismo que no parecía fuesen los originariamente elegidos para su ubicación, ya que se trababa de zonas construidas en diferentes épocas.
Este extremo permite conjeturar, atendiendo también a la temática e indumentaria de los santos caracterizados, que son elementos reutilizados de alguna construcción religiosa anterior, perdida irremisiblemente.
La armadura del salón principal del cortijo, situado en la primera planta, está claramente inspirada, aunque un tanto más pobre en su labra y configuración, en la que encontramos en la antigua Sala Capitular del Ayuntamiento. Esta última un magnífico artesonado mudéjar ricamente labrado; precisado de algo de atención para que recupere todo su esplendor.
A Joaquín Sánchez Vázquez, in memoriam.

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