lunes, 27 de septiembre de 2010

MALAGA. Del esplendor del siglo XIX al abandono en el siglo XXI. (LAOPINION)

El Cortijo Jurado es uno de los grandes palacetes de la burguesía de mediados del siglo decimonónico.


M. FERRARY. MÁLAGA Más allá de las leyendas de fantasmas alentadas por televisiones que buscan espectáculo, el Cortijo Jurado es uno de los palacetes que poblaron el entorno de Campanillas en el siglo XIX como símbolo de la pujante burguesía malagueña. Pasada su época de esplendor, este gran edificio se ha convertido además en todo un símbolo de Campanillas, de la que es toda una referencia visual situada a la entrada de este núcleo.

Su origen hay que buscarlo en uno de esos apellidos malagueños de claro origen extranjero, como son los Grund, que construyeron el edificio en la segunda mitad del siglo XIX en una colina para protegerse de las frecuentes crecidas del río Campanillas.

Como ocurre con muchas de los cortijos construidos en esa época, su arquitectura tiene una fuerte influencia británica. De hecho, es en el Cortijo Jurado donde más se encuentra, como señala la historiadora Josefina Molino, que ha realizado un interesante trabajo de recuperación de la historia de este edificio.

Molino subrayó que, junto al Cortijo de Colmenares, es «el más llamativo de la zona» por la calidad de su arquitectura. Como dato curioso, esta historiadora destaca un dicho popular de la zona sobre este cortijo, que dice que tiene tantas ventanas y huecos, incluidas alacenas, como días del año.

Este edificio tenía una doble función. Por una parte era una finca de uso recreativo para las familias burguesas de la época, como ocurrió con La Concepción o con la finca de San José. Eran usadas en verano, ya que en el siglo XIX era mucho más frondoso el entorno de Campanillas. Además, les servía como refugio a las epidemias que aparecían en la ciudad cada cierto tiempo. Sin embargo, también se cultivaba en las tierras cercanas, la mayor parte de viñedos para pasas.

El edificio pasó de manos en los años 20 a Miguel Serra, que fue alcalde pedáneo, y luego pasó a la familia Quesada. En los años 60 se mantenía en buen estado, con unos caseros a cargo del edificio. Sin embargo, en los 80 empezó a decaer su estado. Su abandono y las leyendas de fantasmas, que lo hicieron muy conocido y visitado en exceso en la última década, precipitaron su saqueo y creciente estado de abandono.

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