domingo, 22 de mayo de 2011

El puente de Ronda (La Opinión)

Se cumplen 228 años de la terminación del Puente Nuevo de Ronda, es justo recordar a todos aquellos que lo hicieron posible, desde su principal arquitecto hasta el más humilde de sus humildes canteros


El puente de Ronda.
El puente de Ronda.

RAFAEL ALDEHUELA Me he levantando muy temprano para asomarme al borde de este puente, que entre todos y con la ayuda de Dios, por fin, hemos terminado.
Este veintidós de mayo de 1793 es el último de los días que visito las obras del puente. Desde hace cuarenta años he tenido casa, que en realidad es la casa del Vizconde de Luzón, ésta que da al Tajo y donde me hicieron puerta y camino, asistido por una ligera barandilla que levemente me quitaba los vértigos y los miedos a un resbalón traicionero que me dejase muerto, allá abajo, por donde pasa el río.

Ahora comenzaré a trabajar en traer las aguas con las que esta bonita villa pueda surtirse y así sus gentes puedan beber de sus fuentes que ahora se muestran, casi siempre, secas.

Hay un capitán de navío, muy entusiasta, dicharachero y trabajador, que se llama Diego de Cañas que es quien más me anima en la obra, quizás, a sabiendas de que ya me encuentro cansado y viejo, por lo que viene a visitarme cada día dándome ánimos, que el buen hombre, ha puesto hasta dinero de su propia hacienda para terminar esta traída de agua, que se me antoja casi tan difícil como aquella otra que hice en Málaga y que lleva el nombre del difunto obispo, mi amigo, Joseph de Molina Lario, el hombre más bondadoso que jamás yo haya conocido.
Mucho me temo que si no fuera por los taurinos, estos de la Real Maestranza, este trabajo sería imposible, ya que, al fin y al cabo, son ellos los que están poniendo los dineros para comprar piedra y cañerías, que hasta me he visto obligado a hacerles los trabajos de la plaza de toros que se les ha hundido en desgraciado accidente.

Recuerdo que estábamos todos y que aquel día querían lucirse Pepe Hillo y Pedro Romero. Era con ocasión de la fiesta que se daba en conmemoración del cumpleaños del Infante don Gabriel y aunque la plaza estaba sin terminar, había gran expectación porque en realidad, lo que se ajustaba era ver qué escuela de toreros estaba mejor en tan difícil arte, si la sevillana de Hillo o la rondeña de Romero, que toreaba en su pueblo, ya que había nacido en el barrio que hay detrás del castillo junto a la puerta árabe de la ciudad. Era tal el entusiasmo, que toda la plaza estaba ocupada, incluso la parte sin terminar y que estaba en obras, razón por la que creo yo que ocurrió la tragedia.

Había ordenado don José de Moctezuma el inicio de la corrida, cuando Isidoro Espinosa, un mozo que estaba entre los arcos sin terminar, movió una columna e hizo que se hundiera toda la parte que ocupaban. Murieron al menos diez personas y fueron muchos los mutilados y heridos y grande el terror y las carreras que se ocasionaron. Fueron difíciles días para Ronda que hasta estuvo un año su plaza sin acoger ningún festejo y que aún me encuentro yo, ordenando remates y engalamientos, que estamos en la fecha en la que estamos y aún no está terminada del todo.

Me parece mentira la de cosas que han visto mis ojos desde este balcón que en realidad es este puente al que ya casi todo el mundo llama nuevo. Seguramente quieren distinguirle del otro que dicen romano pero, que no lo es y que cruza el río por su parte de abajo, cerca de los baños árabes y que efectivamente es viejo y antiguo.

Quise, cuando me encargaron la obra, la que habría de unir las dos partes de la ciudad, integrar el puente entre las paredes del tajo y que no fuera burdo y feo, porque esta ciudad tan bonita, que me recuerda tanto a mi amada Cuenca, no hubiera merecido un puente menos bello, por eso, aunque ha resultado más caro y más complejo, me siento orgulloso de lo que hemos hecho.

De la última vez que estuve en Málaga me enteré de que me había muerto.

No sé quién fue, pero llevó hasta allí noticias de Ronda que decían que me había muerto al caerme por el barranco el día que hicimos obras de inspección del final del puente.

Y que más quisiera yo que haberme muerto, ahora que estoy triste, cansado y viejo. Ahora que ya no me quedan hijos, que el que tengo está enemistado conmigo y se ha marchado a Teruel para ejercer de cura. Ahora que se me ha muerto mi Antoñita, mi mujer y compañera y la tengo enterrada junto a todos los hijos que tuve con ella en el Convento de San Pedro, al lado de la casa, donde vivo en Málaga.

Mi amigo Antonio, ese fue en realidad quien se nos cayó al barranco ese día y que todo el mundo tenga por sabido que sin su ayuda, sin sus ingenios, jamás habría sido posible que esta obra llegara a buen puerto.

Se llamaba Juan Antonio Díaz Machuca y me contaba que su familia se quedó en Ronda de cuando la conquistaron los Reyes Católicos. Era alegre, despierto, pero era sobre todo hacedor de ingenios. Inventó maquinas imposibles que nos ayudaron a traer piedra del fondo del río, ideó máquinas de todo tipo que nos ayudaron en tantas cosas, que ya casi no recuerdo un solo día sin habernos valido de ellas para hacer nuestro trabajo.

Bebía algún vaso de vino conmigo al final de la jornada y siempre estaba allí, cuando yo llegaba.

Ahora mi amigo, mi hermano, se me ha muerto. Porque este puente se lo ha llevado y yo tengo tanta pena y tanta rabia dentro, que no encuentro el momento de marcharme de esta ciudad para comenzar a olvidarlo y dejar de penar por ello.

Pero tengo que traer el agua y terminar la plaza y acabar la casa de los Salvatierra y mirar las obras del Cementerio de Cortes y la Iglesia de Ubrique y el puente sobre el Guadiaro… Y tengo tantas ganas de descansar…

Me gustaría regresar pronto a Málaga, pero hoy, vamos a buscar un lugar nuevo para traer otra toma para nuevas fuentes, que no quiero yo que algunos puedan aprovecharse de otros. Quiero además, que todo el mundo pueda surtirse de este bien preciado que es el agua, que es de todos.

Así que he recorrido a pie estos lugares y he visto un lugar, donde llaman el Molino de don Félix, donde quiero hacer otra toma, pero me encuentro tan cansado…

Si al menos estuviera vivo Antonio, su canto seguro que me aliviaría el resuello…

José Martín de Aldehuela terminó las obras del Puente Nuevo de Ronda, El Tajo, en el mes de mayo del año 1793. Aunque la leyenda dice que murió en la inspección de las obras del puente, la realidad fue que el incidente existió y que el fallecido fue Juan Antonio Díaz Machuca, ayudante de Aldehuela, ingeniero práctico, su mano derecha, su amigo, su hermano y quien le quitó, mientras vivió, sus penas y hasta sus llantos…

Cuando se cumplen 228 años de la terminación del Puente Nuevo de Ronda, es justo recordar a todos aquellos que lo hicieron posible, desde su principal arquitecto hasta el más humilde de sus humildes canteros. ¡Va por ustedes, Maestros!

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