domingo, 10 de junio de 2012

Visita guiada por las entrañas del Miramar (Málaga Hoy)


Un recorrido por su interior deja descubrir sus amplios salones y los menos lustrosos calabozos de los antiguos juzgados
SEBASTIÁN SÁNCHEZ / MÁLAGA | ACTUALIZADO 10.06.2012 - 01:00
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Patio principal del Palacio Miramar.

Escalera del acceso principal al futuro hotel.

Cristalera que cierra el patio interior.

Un intenso olor a moho, a humedad golpea nada más poner un pie en su interior. Mientras su cara exterior, agrietada por el paso de los muchos años, sigue siendo símbolo arquitectónico de la capital de la Costa del Sol, su rostro escondido, el encerrado tras los muros de hormigón, pasa desapercibido

desde hace un lustro, tiempo transcurrido desde que por última vez sus salas acogieran vistas y vistillas. El Palacio Miramar mantiene la esencia de la nobleza pasada, de un inmueble que busca recuperar el esplendor perdido volviendo al origen mismo, su reconversión en hotel de gran lujo. 

La espera para alcanzar la meta se alarga en el tiempo. No hay capacidad para responder en plena tormenta y la empresa que lo adquirió en 2008, por 21.5 millones, Grupo Santos, aguarda a que amaine la tempestad para afrontar un proyecto que le exigirá unos 40 millones de euros. Entre tanto, el gran patio interior del Miramar, se mantiene tal cual, como el mismo día en que desde su interior se observaba a un Jesús Gil, junto a una ventana de la primera planta, acalorado, con la camisa abierta, y abanicándose con frenesí. 

Una estampa que dibuja parte de la historia misma de un inmueble en el que sus innumerables habitaciones y salas tienen oídos. Hoy no resuena nada en su interior, más allá del aleteo de las palomas que encontraron cobijo en los falsos techos de los pasillos, y el caminar de Antonio Quirantes, el único inquilino de este palacio. Es el guarda del Miramar. 

Asume la labor desde el mismo momento en que la Junta vendió el inmueble y desde entonces, comenta, la cotidianidad misma de limpiar, adecentar y dejar pasar el tiempo. Salvo algún que otro sobresalto. "Muchas veces tengo que estar atento a que no entren okupas", comenta. Una labor que le ha llevado a llamar en varias ocasiones a la Policía ante el asentamiento en el recinto de sin techos que, bien pertrechados de tiendas de campaña y campings gas, tratan de encontrar en el edificio un refugio. 

La inactividad deja algunas secuelas en la construcción. La escalera que en algunos años servirá de entrada principal al establecimiento hotelero se observa desconchada, con los escalones levantados y la mala hierba encontrando recovecos entre las grietas. Pero más allá de estasaverías y de algún techo caído, la presencia del inmueble es razonable. 

Antonio hace de guía por el laberíntico entramado de pasillos, puertas, habitaciones... Aún se lee en muchas de ellas, en el umbral mismo de la puerta Sala de Audiencias. Y es fácil imaginar en alguna de ellas los juicios contra Gil o Julián Muñoz, entre otros. Tras repasar con esmero cada planta, la sorpresa espera en las profundidades del edificio. Unos sesenta peldaños de escalera separan el hall de los antiguos calabozos del Palacio de Justicia, en cuyos techos los presos dejan muestra de su presencia mediante los mecheros, con los que marcaban a fuero las paredes. Apenas unos metros cuadrados por los que, previsiblemente, habrán pasado algunos de los presos más mediáticos de los últimos años, caso, entre otros, de Tony Alexander King, condenado por la muerte de Rocío Wanninkhof y de Sonia Carabantes. 

Es el presente de un inmueble, obra de Guerrero Strachan, que antes de ser sede de los juzgados, fue abierto, en 1926, como el Hotel Príncipe de Asturias, para, con la entrada de la Segunda República adoptar el nombre de Hotel Miramar. Camino que quiere recorrer de nuevo. Aunque con plazos más amplios de lo esperado. El arquitecto del proyecto, José Seguí, confía en que los trabajos de rehabilitación y adecuación interior del edificio puedan iniciarse a lo largo del segundo semestre de 2013, momento al partir del cual habrá que contar alrededor de dos años. Se dará por bueno que la obra se haya dilatado cinco años más de lo previsto si, como se prevé, se recuperan los jardines exteriores y la policromía de cerámicas, forja y madera. 191 habitaciones, más 14 suites y 8 juniors, son las que conformarán en futuro Hotel Miramar.

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