sábado, 8 de septiembre de 2007

Más de cien obras dificultan el día a día en el centro histórico (Málaga Hoy)

La peatonalización del centro urbano de Málaga pretendía, entre otros objetivos, dotar de más espacio al peatón y los residentes en la zona. La realidad aún dista de la idea. Las calles han sido tomadas por el sector de la construcción. Alrededor de un centenar de obras pueblan el casco histórico de la capital, invadiendo aceras, ocupando calzadas y cortando el paso en varias calles. E incumpliendo en numerosos casos la ordenanza general de obras y servicios en la vía pública del Ayuntamiento. Vecinos y comerciantes así lo denuncian.
Las más afectadas son cinco vías total o parcialmente cortadas al paso de los viandantes. Una de ellas es la calle Camas. Los andamios de dos edificios en construcción impiden el paso por ella, además de invadir las aceras y dificultar el paso por Pasillo de Santa Isabel. Allí, una pequeña valla separa a los paseantes con el intenso tráfico de la zona. Muy cerca, en la calle Marqués, los peatones tienen que cambiar su dirección si quieren pasar por la plaza de la calle Camas, porque otros andamios imposibilitan el paso. La vía tiene otras dos instalaciones recién puestas, una de los cuales afecta de lleno al restaurante La Media Luna, que ha perdido parte de la terraza que tenía para sus clientes.
También está cortado el Pasaje Mitjana, una de las callejuelas que parte de la conocida como Plaza Mitjana en dirección a la calle Comedias. Otro andamio y material de construcción hacen que el peatón deba salir por Lazcano, que también tiene media calzada ocupada por otra instalación metálica.
La calle Moreno Monroy, una de las bocacalles de Larios más cercana a la Plaza de la Constitución, está parcialmente cerrada al paso por la obra de un hotel, que además arrincona a la oficina municipal de Turismo. Por último, la pequeña calle Picador también tiene una valla que no permite pasar por ella y parte de la pequeña plaza de la calle Puerta Buenaventura se encuentra cortada en una de sus dos salidas por un gran bloque de hormigón.
A ello se unen el fuerte tránsito de camiones de gran tonelaje –que se suman al intenso tráfico de la zona– y las paradas que realizan para descargar materiales, interrumpiendo la circulación y obstaculizando el paso de los ciudadanos que pasan por allí.
Los que se ven más afectados por la espectacular renovación que está sufriendo el centro son los comercios. Los que se encuentran bajo los andamios saben que las molestias son muchas y los clientes que entran, pocos. Es lo que cuenta José García, que trabaja en el establecimiento de Roca ubicado en la calle Tomás de Heredia. Él se encuentra literalmente rodeado por una obra. “El polvo, la acumulación de escombros, los ruidos o la inseguridad son el día a día en la tienda”, dice el comerciante. Asegura que agentes de la Policía Local se han presentado en la obra varias veces “pero al final no cambia nunca nada”, añade García.
El responsable de la Federación de Comercio de Málaga (Fecoma), Enrique Gil, alienta a los comerciantes a denunciar si consideran que alguna obra les puede perjudicar. “Hemos tenido un caso, en la zona de Félix Sáenz, y se pudo llegar a un acuerdo. Además, los responsables de Urbanismo nos recibieron muy bien y hemos obtenido toda su ayuda”, aseguró Gil, que reconoce que las pérdidas en algunas tiendas pueden llegar a ser “irrecuperables”.
Lo que denuncian los comerciantes es la falta de inspecciones a las condiciones de las obras por parte del Consistorio. De hecho, a simple vista ya se pueden detectar algunos incumplimientos a la ordenanza que regula las obras en la vía pública. El texto dice que las vallas que rodean a una obra deben ser opacas y estar fijadas al suelo de manera firme, algo que no ocurre en multitud de casos. También explica que los carteles de las calles deben quedar a la vista de los peatones y no ocultados por los andamios o material de construcción. Y, por ejemplo, en los trabajos que hay en la calle Carretería haciendo esquina con la calle Biedmas, el letrero de esta calle es casi imposible de leer o, simplemente, encontrar.
En cuanto a los pasos inferiores de los andamios para permitir el paso de las personas por las aceras, la anchura mínima debe ser de 1,20 metros. Pero basta echar un vistazo a algunas de las instalaciones de la zona de la Alameda de Colón o la parte norte del centro histórico para comprobar que la norma no se cumple en todos los casos. “Y encima muchas de las constructoras o promotoras que estropean aceras o calles que están recién renovadas no las arreglan cuando acaban su trabajo”, denuncia Dolores Acosta, presidenta de la Asociación de Vecinos del Centro. Según la ordenanza municipal, las multas son variadas. Las leves pueden ser sancionadas con una cantidad económica que va desde los 601 euros a los 3.005 y las graves son superiores a esta última cifra.
Acosta evalúa de forma positiva la multitud de obras de rehabilitación y restauración de edificios en la zona, “porque es bueno para que venga más gente a vivir al centro y éste adquiera más vida”. Sin embargo, también dice que muchos vecinos protestan de las incomodidades que conllevan las obras, sobre todo en cuanto al ruido. Juan Gutiérrez sabe perfectamente de lo que habla Acosta. Cada día, los gritos de los obreros que trabajan frente a su edificio en la calle García Britz y Puerta Nueva le despiertan y no le dejan dormir. Como tampoco descansar la música que ponen “a todo volumen” y “las veces que en vez de bajar algún material a un compañero lo tiran directamente desde lo alto, retumbando cuando cae al suelo”. “Una vez llamamos a la Policía Local, pero nos dijeron que ellos no podían hacer nada. La situación es, a veces, horrible”, concluye el vecino.
Otro de los peligros que advierten los residentes en el centro es el hecho de tener que cruzar de acera porque los andamios de alguna obra ocupan la totalidad de la acera. La esquina de la calle Panaderos con Torregorda, la calle Cisneros o San Lorenzo son varios casos en los que hay que andar por la calzada o ir a la otra parte de la calle para poder seguir caminando. En otros casos el problema es de accesibilidad. Los andamios que permiten el paso del ciudadano por debajo de ellos, de los que también hay muchos casos en el casco histórico, casi nunca tienen el ancho suficiente como para que pasen por allí los cochecitos para los más pequeños o personas con movilidad reducida. Un claro ejemplo de ello es el edificio ubicado en las calles San Lorenzo y Alameda de Colón, donde el espacio para el peatón es muy estrecho.
Y, aunque la ordenanza obliga a que los constructores o promotores mantengan con la suficientemente limpieza el entorno de sus obras, no todos lo cumplen. Pozos Dulces o la calle Santo Tomás, en el entorno de la iglesia de Los Mártires, son casos que saltan a la vista.

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