sábado, 17 de abril de 2010

MALAGA. Decadencia en un lugar de lujo. (MALAGAHOY)

El proyecto para soterrar las vías del tren al Puerto obligará a expropiar a 36 inquilinos del edificio de pescadores · Sus habitantes reclaman ser realojados en el entorno

LEONOR GARCÍA / MÁLAGA | ACTUALIZADO 17.04.2010 - 01:00
Miles de coches pasan cada día a pocos metros del edificio de pescadores ignorando su historia. La de familias humildes que antes habitaban chabolas un poco más allá y que vivían de "la mar", cuando el Paseo Marítimo aún ni existía. Ese bloque blanco junto a las vías del tren del Puerto, que casi es gris por el abandono y la decadencia. Ese es el que se pretende expropiar para soterrar la línea férrea. Se le conoce como el edificio de pescadores porque casi todos sus inquilinos se ganaban la vida capturando sardinas y boquerones en la bahía. Como el marido de Dolores Ruiz. Esta mujer llegó al bloque hace medio siglo, cuando la Comandancia de Marina le entregó la vivienda para que dejara las chabolas y pudiera prosperar. Aquí crió a sus ocho hijos.

Ahora, a sus 74 años ya vive sola. Mientras desgrana la historia de este edificio ubicado junto a El Bulto, en la zona conocida como prolongación López Pinto, muestra una foto en blanco y negro de cuando era joven. Está con su marido y sus hijos, todavía pequeños. "Lo que tuvo que pasar para sacar a tantos adelante trabajando en la mar", rememora con cierta tristeza. De la cocina sale un delicioso olor a pisto. Dice que no sabe nada de la expropiación. "Me han dicho que estaremos aquí siete u ocho años. Espero que si nos realojan sea por la zona", confía. Junto a la salida del Puerto de San Andrés, pegado al Paseo Marítimo y a escasos cinco minutos andando del centro, el bloque aunque decadente, está ubicado en un lugar de lujo. Ahí han pasado toda su vida y en ese entorno quieren seguir.

Salvador Chamizo es algo más joven. Tiene 56 años. Vino siendo un niño. La casa se la dieron a su padre, también pescador. "Aquí vivimos bien, yo no tengo quejas", asegura. El estado de abandono del edificio contrasta con el buen clima que se intuye entre sus habitantes. Tiene ese halo de pueblo en el que los vecinos saben el nombre y la historia de la familia que vive al lado. Las vías pasan a escasos metros de sus viviendas. "Ya estamos hechos al ruido del tren. Los coches de la carretera nos molestan más", dice Salvador que conoció esta zona sin Paseo Marítimo y cuando en los alrededores sólo había casamatas. Ahora está rodeado de modernos -y seguramente caros- edificios. Él vive con su madre, de 90 años, la adjudicataria original. "Ahí enfrente había tres colegios", relata. De aquello sólo quedan sus recuerdos.

Está en paro, así que tiene tiempo para entretenerse describiendo cómo eran los alrededores. Y también para evocar la cochinita, ese tren blanco y verde que pasaba por allí cuando era un crío. Al igual que su padre, ha sido pescador. Sólo que él se ha embarcado más lejos. A Marruecos, a Angola. "Ahora en Málaga quedan nada más que tres barcos", cuenta. El bloque de pescadores tiene seis plantas y no dispone de ascensor. Los ancianos que habitan los pisos más altos ya empiezan a tener problemas a la hora de bajar a la calle. Viendo su avanzado grado de deterioro cuesta imaginar que el inmueble supuso en su día un avance social para un puñado de familias. Un cartel del Instituto Municipal de la Vivienda a la entrada del bloque informa que se acometerán obras. Está previsto cambiar los contadores y pintar el edificio. Los nuevos bajantes ya se han colocados.

"No. Este edificio no va abajo. Cómo va a ir abajo si lo van a reformar entero", dice incrédulo Enrique Solís, nieto del inquilino original y que lleva viviendo 23 años en el bloque. Su abuelo también era pescador. "Aquí se vive muy bien, esto es muy tranquilo", afirma.

En una de las viviendas hay una cerámica de El Cautivo; en otra, muchas macetas. De fondo se escuchan pájaros, pero las jaulas no se ven. Entran algunos vecinos más jóvenes. Unos son los descendientes de los inquilinos originarios. Otros, personas que han llegado después.

Dolores cuenta que pagan tres euros de alquiler al mes y que no tienen que abonar comunidad. Aquí está contenta. No sabe con la ínfima paga que tiene cómo afrontará los gastos de un piso si la realojan. Luego se despide y empieza a barrer la entrada. El bloque está casi en ruinas, pero ella se esmera en que tenga un aspecto digno.

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