domingo, 8 de julio de 2012

Los inmigrantes encuentran cada vez más trabas para alquilar un piso (SUR)


Málaga Acoge denuncia que la crisis ha acentuado los prejuicios de los propietarios a la hora de arrendar sus viviendas a extranjeros

Piso en la zona de Eugenio Gross. Dos habitaciones. Un técnico español de la asociación Málaga Acoge llama para preguntar el precio del alquiler. 350 euros al mes más la fianza. El propietario le ofrece al interesado quedar para enseñarle el piso. No le ha preguntado si tiene un contrato de trabajo o con quién va a vivir en el piso.
Pero la disponibilidad de este arrendatario parece cambiar cuando horas más tarde llama Joy John, una nigeriana que lleva cuatro años viviendo en Málaga. Al percibir el acento extranjero le pregunta de dónde es. Cuando le dice su país de origen le dice que el piso no está disponible, que ya lo ha alquilado. No importa la situación laboral o familiar de Joy, si tiene contrato o un negocio que avale el alquiler.
Málaga Acoge denuncia que los inmigrantes tienen cada vez más dificultades para alquilar una vivienda. La ONG apunta a que la crisis económica está acentuando los prejuicios racistas y xenófobos y que los propietarios de los pisos se niegan a tener inquilinos extranjeros al margen de su capacidad para afrontar las mensualidades.
Así lo explica Mercedes Lobede, mediadora intercultural de Málaga Acoge. «Detectamos mucho miedo y desconfianza hacia el extranjero, como que va a dejar de pagar y luego va a costarles echarles de las casas o que se van a meter a vivir 40 personas y van a destrozar el piso», señala. Un riesgo del que, según Lobede, tampoco se van a librar alquilando a un español, pero que solo se achaca al extranjero. «Hay que ver las circunstancias de solvencia de la persona, independientemente de su nacionalidad o color», indica.
Desde hace años, Málaga Acoge realiza un programa de acompañamiento en la búsqueda de pisos de alquiler para mediar entre los inmigrantes y los propietarios. Al mismo tiempo, se convierten en una garantía para que el arrendatario confíe en los posibles nuevos inquilinos.
Pero desde hace unos años, esta labor se ha complicado. «Aunque antes los inmigrantes no tuviesen un contrato, se presuponía que había más facilidad para trabajar en la obra o el servicio doméstico; entonces a los propietarios les importaba menos la situación legal de los inmigrantes en España», dice Lobede. Ahora, añad, prefieren tener los pisos vacíos.
La técnico de la ONG afirma que, al final, los inmigrantes se tienen que marchar a barriadas donde los propietarios ponen menos trabas, sobre todo, a la zona de la Palmilla. Algo que, explica, es negativo porque al final se están creando guetos, además de que muchos de los pisos que les alquilan en esta zona no tienen contratos, algo que a la larga perjudica a los propios inmigrantes.

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