domingo, 8 de junio de 2008

Esta ruina es un chollo (Málaga Hoy)

Posiblemente el departamento que más plusvalías haya generado en la ciudad sea el de Ruinas, en Urbanismo. La Junta de Andalucía no levanta cabeza en Málaga en las últimas semanas
LO mejor que le pueden decir a un promotor o propietario de edificios del centro histórico en la Gerencia de Urbanismo de Málaga es "ruina". Y aunque en ninguna de las cinco acepciones del diccionario de la RAE la palabra presagie nada bueno, de boca y rúbrica de un técnico municipal suena como música para los oídos, como oír tu número en el gordo de la lotería, como el "benigno" que el hipocondriaco personaje de Woody Allen ensalzaba como la palabra más hermosa del mundo en la genial Hannah y sus hermanas. Porque el departamento de Ruinas del Ayuntamiento, ahora llamado eufemísticamente de Conservación tras la remodelación-maquillaje acometida por el concejal Manuel Díaz Guirado, ha provocado mucha felicidad en los últimos años, mucho negocio, mucha fortuna fácil. Nada más fácil que dejar caer un edificio para espantar a los molestos inquilinos, para acabar gratis con los bichos que nos impiden echar el diente a la manzana del boom inmobiliario, para ahorrarse el dineral que cuesta la rehabilitación de un inmueble.Muchos indeseables -nunca confundir con empresarios-, se han hecho de oro en Málaga comprando viejos edificios y dejándolos morir poco a poco con sus inquilinos dentro, abriendo los grifos de los pisos vacíos para provocar humedades en las viviendas de la abuelitas que viven abajo -con suerte alguna se caía y se partía la cadera-, cortando la luz de los ascensores durante los fines de semana, contratando a porteros-matones dedicados a asustar a la comunidad, como si fuera una película de Álex de la Iglesia. A todos nos suenan estas prácticas de malnacido sin alma, todos conocemos, aunque sea de tercera mano, a algún casero o casera tan codicioso que siempre ha preferido hacer imposible la vida de sus arrendatarios antes que pagarles una indemnización para que renunciaran a su contrato de renta antigua. Si algo tienen las plusvalías es que siempre nos resultan insuficientes. Y aunque el Ayuntamiento parece que, por fin, se ha puesto un poco las pilas con la venta forzosa de los edificios de asustaviejas, ha tardado demasiado en actuar y todavía lo hace muy tímidamente, con muchos juegos de palabras y pocos hechos. No hay más que darse un paseo por Beatas, Tomás de Cózar, la trasera de Carretería, las espaldas de la plaza de la Constitución, para teletransportarse a una ciudad en ruinas, decadente, a la que le faltan los andamios para parecerse a la Praga comunista o al Berlín Este previo a la reunificación. Y la respuesta municipal es encargar un estudio a la Universidad de Milán que no se aplicará. Ya puestos a actuar de cara a la galería, el Consistorio podría haber contratado a Oliviero Toscani. Los casos de acoso inmobiliario han sido destapados por los medios de comunicación y han dado sentido al cargo del Defensor del Ciudadano que ocupa el ex sindicalista Francisco Gutiérrez, aunque en alguna ocasión reciente haya confundido churras con merinas, porque no es lo mismo ser un asustaviejas que un inversor que quiere actualizar unos contratos de alquiler de cinco años que caducan. Se trata de un problema tan serio que en Barcelona se ha creado la figura de un fiscal especializado en el acoso inmobiliario. Una buena solución práctica en medio de tanto urbanismo de marketing.

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