domingo, 7 de marzo de 2010

MARBELLA Cuestión de límites. (SUR)

DESDE la época musulmana y hasta 1492, Benahavís era una más de las alquerías integradas en la Tierra de Marbella que compartía término con otros lugares, muchos de los cuales desaparecieron con la conquista. De ellos, Daidín, Almachar y Tramores, mantuvieron una población estable hasta la mitad del siglo XVI.

El año del descubrimiento y de la expulsión de los judíos, supuso para Marbella el inicio de una serie de sangrías territoriales originadas por la concesión de tierras a relevantes caballeros del ámbito real como pago a su participación en la guerra de conquista. A Juan de Silva, tercer conde de Cifuentes, le donaron por merced las villas de Benahavís y Daidín. Es el inicio del señorío que, con distintos titulares, se prolongará hasta, al menos, el siglo XIX. Pero de igual forma, supuso el principio de una enemistad con la antigua capital jurisdiccional, al amparo de la cual se desencadenarán reiterados pleitos por cuestiones de límites.

Las mediciones de los lugares adjudicados, previas a la toma de posesión del conde, las realiza el bachiller Serrano y originan la primera querella en 1497, basada en la fijación de la divisoria territorial, pues cada uno entendía que el otro le arrebataba parte de sus tierras. La justicia falló en favor del conde. A partir de entonces, se medirán los límites entre Marbella y Benahavís al menos en cinco ocasiones, sin incluir la de ahora.

En agosto de 1532 Fernando de Silva vende el señorío a Francisco Fernández Villegas por 6.000 ducados de oro, pero en la compra se incluyen asimismo las disputas con Marbella. Los Villegas permanecerán en Benahavís hasta el siglo XVIII en que, por vía de matrimonio, pasa a depender del condado de Luque, aunque no cejarán las disputas territoriales. Un periodo de calma y en los años noventa del siglo pasado, se produce un encono en las relaciones.
A mediados del siglo XVI, Alonso Solano apeó el término para entregarlo a los pobladores que sustituyeron a los moriscos expulsados. Pobres personas que llegaron atraídas por la oferta de tierras de cultivo y se toparon con las duras condiciones impuestas por los Villegas.

Tratamos de dos vecinos mal avenidos, cuya enemistad fuerza al Consejo de Hacienda a intervenir para resolver el litigio. Árdua tarea que requirió dos amojonamientos previos al consenso, pues cada uno de ellos fue anulado a instancia de las partes. El «origen de las diferencias y disgustos entre Marvella, villa de Benahavís y vecinos de Igualeja era el no estar conocidos con la distinción y claridad debidas los terrenos propios de estos pueblos y sus vecinos, queriendo aplicárselos respectivamente cada uno», informó el Consejo.

Dado que estas mediciones no eran precisas, ni se practicaron en presencia de los interesados, en 1787 se comisiona a Francisco Domenech para que vuelva a realizarlas. Con el fin de evitar nuevos desencuentros, convoca a Marbella, Benahavís y los pueblos colindantes, junto con el marqués de Castellón, dueño de Tramores, para presenciarlas y alegar in situ. El proceso concluye el 16 de agosto de 1787, aunque es rechazado por Marbella que pide su anulación, alegaciones que fueron desestimadas. Para evitar futuras alteraciones, se ordena a los concejos y ayuntamientos litigantes que respeten los términos municipales resultantes de las gestiones de Domenech.

Aspiraciones
Ahora vuelven a ser noticia los límites de Benahavís y Marbella. Un retorno a los inicios, con la particularidad de que las antiguas disputas se han transformado en relaciones de amistad. Es evidente que los actuales acuerdos no están basados en la necesidad de poseer viñedos o alcornocales que alimenten a los ganados, a fin de cuentas, esas eran las aspiraciones básicas de las sociedades de Antiguo Régimen. En la actualidad priman el ladrillo, el golf y la especulación urbanística.

Cuestiones que trascienden más allá de la política y los intereses comunitarios en una España controvertida en la que coexisten privilegiados y aquellos que no lo son. La desidia de corporaciones precedentes permitió que Benahavís sobrepasara su propio territorio en detrimento de su vecina Marbella. En un proceso paulatino, fue construyendo sobre terrenos ajenos sin que nadie lo impidiese ni se alzaran voces en contra. Si la ciudad no supo o no quiso defender los terrenos usurpados, es una incógnita que sólo podrían despejar los responsables en aquellos momentos. Y de esa incompetencia, que ha servido para alimentar ambiciones ocultas, se deriva la definitiva pérdida de un interesante sector del término municipal.

Llama la atención que se decrete la expropiación para muchos ciudadanos a fin de paliar el déficit de equipamientos ocasionado por una pésima gestión municipal, al tiempo que se pactan acuerdos unilaterales para beneficio de unos pocos. Resulta curioso que, en la España de la democracia, se hable de igualdad cuando queda demostrado que el éxito de ese quítame de ahí esas lindes, no es más que el clásico enchufismo en su versión más sofisticada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario