domingo, 30 de enero de 2011

En la ciudad por hacer (Málaga Hoy)

Levantado como gran promesa de expansión para Málaga, este barrio no es, propiamente, un barrio, sino una víctima de la crisis y la especulación en la que cualquier asomo de vida es, aún, un milagro

PABLO BUJALANCE / MÁLAGA | ACTUALIZADO 30.01.2011 - 01:00

¿Soliva? ¿Qué es eso? En 1890, el sociólogo norteamericano Jacob Riis publicó un memorable estudio sobre Nueva York titulado Cómo vive la otra mitad. La razón se debía a una evidencia: la mitad de la población de la ciudad, la que más o menos tenía asegurada la manutención diaria, no sabía nada de la otra mitad, la que se buscaba la vida como podía. Y viceversa. Cada una de las dos partes desconocía dónde vivía, cómo se desplazaba y a qué se dedicaba la otra. Salvando las distinciones económicas, aunque también habría que tenerlas en cuenta, en Málaga ocurre lo mismo. Estrictamente, el último barrio aparecido en Málaga es Soliva. Pero este nombre, a gran parte de los vecinos de otros barrios, le sigue sonando a industria olivarera. Como mucho, a VPO. Pero lo cierto es que Soliva no ha terminado de aparecer del todo: más bien, la ilusión de quien se mete en sus calles, para sospecha de los pocos con los que se cruza, es justo la contraria, como de que el barrio está desapareciendo. Quizá por eso Málaga todavía no cuente con este barrio que no es un barrio, o que quizá es un barrio por hacer: porque nada, todavía, y valga la redundancia, se puede hacer por aquí salvo visitar a algún familiar o amigo. La que se prometía como gran área de expansión de la ciudad, con más de 1.600 VPO y unos vaticinios que en 2008 cifraban su población en 5.000 personas para finales de 2010, es, todavía, un páramo con regusto a hormigón. Por eso, tan cerca de la Universidad, junto al Cónsul, Soliva encarna las peores contradicciones de la ciudad, sus aspiraciones truncadas, sus fracasos menos amables. Pero esa postal que nunca aparecerá en el entorno del Museo Picasso tiene un coste con nombres y apellidos: la de quienes ya residen aquí, la de quienes después de años de espera recibieron una llave de manos del alcalde entre lágrimas de agradecimiento y todavía tienen que coger el coche para comprar el pan, con la sombría sospecha de que el abandono se perpetuará, peligrosamente, hasta el olvido.

Para llegar a Soliva lo mejor es dejarse guiar por las indicaciones que desde la carretera, desde El Cónsul, indican la situación de una farmacia. Efectivamente, poco después de tomar la vía en sentido hacia Los Asperones aparece la botica, grande y luminosa, el único establecimiento que vamos a ver abierto en bastantes metros a la redonda. Pronto asoma la arquitectura típica del barrio, con sus contrastados colores y su disposición de células simétricas. Algunos bloques grises, visiblemente ya afectados por la humedad, proponen un grotesco contraste. Pero habría que imaginar a los arquitectos aprovechando la oportunidad, todo un barrio nuevo enterito para nosotros, por fin podremos poner en práctica nuestras ideas sobre la habitabilidad y el humanismo, para que el mismo barrio amanezca cada día circundado por un solar infernal traducido en vertedero. La flora crece salvaje y no resulta difícil intuir la fauna que puede multiplicarse por aquí, sobre todo en verano. Urbanísticamente, Soliva responde al gusto contemporáneo ya manifestado en otros barrios periféricos, con sus rotondas, sus avenidas amplias, sus aceras anchas y hasta sus zonas ajardinadas, aunque abundan los eriales en los que quizá, algún día, jueguen niños. Hay un parque con columpios, fuera del perímetro exacto del barrio, por el que no pasea nadie. Las calles están dedicadas a influyentes personalidades malagueñas del mundo de la cultura y el pensamiento: la avenida Escritor Antonio Soler y la calle Catedrático Cristóbal Cuevas son los ejes principales en los que se sustenta la trama. Otras están bautizadas a la memoria de Ramón Ramos Martín, fundador del Ateneo, y al teólogo José María González Ruiz. En la zona conocida como Soliva Este todavía luce enorme el cartel que anuncia las promociones de viviendas, una verdadera oportunidad para quienes, en época de crisis, tienen dificultades para adquirir un piso. Pero la crisis es uno de los peores enemigos del barrio.

La sensación de quien pasea por la colección de locales vacíos es abrumadora. Richard Matheson, el autor de Soy leyenda, lo habría pasado aquí en grande. Uno atraviesa las calles pensando en el monumental fallo en el cálculo, en la improvisación que ha propiciado que el 75% de los locales continúen vacíos y que quienes vivan aquí carezcan casi absolutamente de servicios. "Aquí no hay de nada, para comprar cualquier cosa hay que ir a Teatinos. Mientras vivamos pocos aquí no se instalarán negocios, y mientras no se instalen negocios no vendrá gente a vivir", relata una chica vestida con chándal y con el rostro cubierto por una bufanda mientras entra en lo que parece un edificio de viviendas desierto. "No, no somos muchos vecinos todavía". En la calle Cristóbal Cuevas aparece una isla: la incubadora de empresas que ha instalado el Ayuntamiento, con locales cedidos a jóvenes que defienden sus pequeños negocios. Otras vecinas han venido a asomarse por aquí, se saludan, pasean a sus mascotas o a sus bebés. Hacen barrio como pueden. Es la única opción de que disponen. Uno se imagina el enclave de noche, sin un bar, sin una cafetería. Al menos, no debe haber problemas de inseguridad. ¿Quién saldrá por ahí?

La extensión más cercana a las viviendas sociales que construyó el Instituto Municipal de la Vivienda, en la calle Ramón Ramos Martín, acentúan el desastre. La lluvia de los últimos días ha removido la tierra y el barro se ha desplazado por buena parte de las aceras. Algunas arquetas están abiertas en el mismo suelo y un simple despiste puede tener consecuencias fatales. El vertedero colindante, además, se filtra aquí a placer. ¿Qué ha sido de aquellas 5.000 personas? Más bloques vacíos, inertes, se pierden en el paisaje. Soliva es la primera víctima urbanística en Málaga de una crisis que desató, precisamente, la especulación inmobiliaria. A quienes vinieron a vivir aquí se les prometió un área moderna, viva y pionera de la ciudad que se parece más a un promontorio abandonado a su suerte. ¿Qué será de Soliva dentro de un siglo? Pongan a prueba su paciencia: en algunos sitios, Málaga sigue dispuesta a mostrar su peor cara.

1 comentario:

  1. Pablo, su publicación me parece una crítica un tanto destructiva hacia Soliva... no entiendo como puede vaticinar el futuro de este barrio que está surgiendo poco a poco en tiempos de profunda crisis. Vivo desde hace un año allí y le puedo asegurar que las cosas han cambiado... ya no tengo que coger el coche para ir a comprar el pan, como usted dice... informese mejor, porque ahora en el barrio puede encontrar entre otras cosas una fruteria, una tienda de congelados, una zapateria, una tienda de comestibles en la que puedes comprar el pan un domingo a las 3 de la tarde... sin contar con la gran farmacia de la que disponemos. Así que fíjese que afortunados somos... ya llegarán las cafeterias, supermercados... etc pero eso cuando la crisis de un respiro a los empresarios, claro está, un barrio no se construye en 2 días, se tiene que poblar, lo primero, y las empresas invertir...

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