El debate sobre embovedar el cauce del Guadalmedina nace con visiones contrapuestas. Desde cambiar lo menos posible a embovedar todo el tramo, el abanico de posibilidades es infinito. Al menos, todos coinciden en que hay que hacer algo.

MIGUEL FERRARY. MÁLAGA Embovedar el Guadalmedina es una de esas ideas que sale a debate en la ciudad de cuando en cuando, –los más cínicos dirán que cada cuatro años–. Durante la última semana ha vuelto a la actualidad gracias a un informe elaborado por el Centro de Estudios y Experimentación (Cedex), dependiente del Ministerio de Fomento, que analiza el cauce del río a petición de la Fundación Ciedes. Los resultados han sido obvios. Las pruebas determinan que el cauce tiene la capacidad para la que fue diseñado y que si recibe más agua, se desbordará.
La presentación del informe, de hecho, ha permitido identificar tres posturas. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, aprovechó para reivindicar el valor del llamado Plan Guadalmedina, elaborado en el año 2000 y presentado en campaña electoral por Celia Villalobos. Esta propuesta planteaba cubrir todo el cauce, crear jardines, plazas y fuentes en la superficie, carreteras y líneas de metro por debajo y un cajón para el agua en la parte inferior.
De la Torre considera posible este proyecto cambiando la regulación de la presa del Limonero, que dejaría de ser de abastecimiento a permanecer medio vacía para retener posibles avenidas de agua.
En el extremo opuesto se sitúan Izquierda Unida y colectivos ecologistas. Estos insisten en que embovedar es caro y peligroso, ya que no se cuenta con seguridad total ante crecidas máximas en el cauce. La apuesta es crear un parque con vegetación de ribera en el lecho del río, que se inundable, pero que permita su uso como paseo la mayor parte del año.
A esto habría que unir una propuesta más del profesor de Geografía Física de la UMA, José Damián Ruiz Sinoga, quien defiende reforestar la cuenca del río, lo que permitiría reducir las torrentías y el aporte de piedras y barro que empeoren las riadas. Una medida que la ciudad lleva años esperando y que todavía no se ha acometido de forma eficaz y comprometida, reduciendo el nivel de seguridad de la ciudad.
Lo que parece claro es que antes de tocar el cauce urbano, hay que resolver la llegada de agua al río. De hecho, el embovedado, sea parcial o total, no se realizaría sobre la situación actual del río, sino que obligaría a poner la losa al nivel de la calle para que realmente se puedan unir las dos riberas. Eso, por supuesto, supone adecuar el cauce para que pueda mantener su capacidad de desaguar los 600 metros cúbicos por segundo con los que fue diseñado.
La idea del concurso internacional es una opción que cobra fuerza por distintas voces. El arquitecto Iñaki Pérez de la Fuente incide en que es necesaria una convocatoria de esta envergadura «porque es un proyecto de una importancia parecida a la ampliación del Aeropuerto». «Deberían participar los especialistas que haya en este tema a nivel mundial para ver las alternativas que se puedan plantear», recalcó Pérez de la Fuente, quien afirma que es momento de ser «ambicioso y que la crisis no sea una excusa que nos haga perder esta oportunidad».
El arquitecto Ángel Asenjo coincide en la necesidad de hacer un estudio en profundidad sobre la solución a realizar en el cauce, lo que determinará la conveniencia del grado de embovedado. «Es un tema de gran complejidad técnica que requiere un trabajo importante», reiteró Asenjo.
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