La muerte de Manuel Becerra, años dedicado a escribir sobre infraestructuras de Málaga, vuelve a recordarnos el largo rosario de incumplimientos
| ACTUALIZADO 02.10.2011 - 01:00
ESTA vida, hermosa y terrible, sabia e incomprensible, madre y asesina, piadosa e implacable, amada y maldita, le debía demasiadas cosas a mi compañero y amigo Manolo Becerra. Puede que el papel de un periódico no sea el sitio acostumbrado para glosar las virtudes de un hombre que, simplemente, hacía este mundo mejor. Las buenas personas no suelen ser noticia. Preferimos llenar las páginas e informativos de deportistas, basurilla del mundo del corazón, mediocres, asesinos, malnacidos, ladrones, canallas, mentirosos, chupópteros y caraduras. En la parte menos mala de las muchas categorías de protagonistas de la información están los políticos que prometen cosas que jamás cumplen. Y una de las más nobles tareas del periodismo consiste en mantener vivos esos compromisos, exigir su cumplimiento, señalar las necesidades de desarrollo de un territorio, las oportunidades y las injusticias cometidas. No es tarea grata. A menudo el cargo público de turno sufre una amnesia temporal que le impide recordar lo que prometió el día anterior y se irrita cuando alguien se lo señala. Si el proyecto es del año pasado, o si se lanzó en alguna campaña electoral de la que nunca quieren acordarse, ocupa uno de los últimos lugares perdidos en su hipocampo. Seguro que si escaneamos el cerebro de un político encontraríamos ese limbo en el que se pierden las palabras y las promesas. En ese territorio nebuloso era un experto explorador Manuel Becerra. Memoria y puntal del diario Sur y abogado de Málaga para los compromisos de las administraciones y los partidos, vigilante que sabía al dedillo el retraso de una obra, su encarecimiento o modificados, Manolo tenía el reconocimiento unánime de los políticos a los que a menudo fustigaba cariñosamente con el látigo de las hemerotecas, de los constructores, los ingenieros, los arquitectos e incluso del público más difícil, los compañeros. Toda la profesión quería a Becerra. Eso tampoco lo puede decir mucha gente.
A Manolo, a Málaga (a menudo eran lo mismo), la Junta y el Gobierno central les deben un tren de la Costa del Sol que se prometió en una rueda de prensa en el año 2000, en plena precampaña. Han pasado once años y no se ha puesto una sola traviesa, aunque la necesidad, si cabe, es aún mayor.
A Manolo, a Málaga, el Gobierno y la Junta les deben que el AVE llegue al aeropuerto. Allí dentro de unos meses se pondrá en servicio la segunda pista por la que tanto batalló.
A Manolo, a Málaga, el Gobierno andaluz les debe un Metro en condiciones y útil, que llegue no sólo a La Malagueta, sino a Ciudad Jardín y a su Rincón de la Victoria, como fue prometido.
A Manolo, a Málaga, la Junta y algún Ayuntamiento les deben un saneamiento integral digno, un mar sin natas gracias a que las depuradoras y colectores están terminados y las empresas que los gestionan hacen bien su trabajo. También la planta desalinizadora de Mijas, la corrección de Meliones y sus vertidos salinos al pantano del Guadalhorce, ese recrecimiento de la presa de la Concepción para no tirar al mar el agua que luego nos falta.
A Manolo, a Málaga, el Ayuntamiento de Málaga les debe el bulevar sobre el soterramiento, más parques para su futuro hijo, más campos de rugby y deportivos en los que sus amigos lo recuerden.
A Manolo, a Málaga, Fomento les debe el terminar de una maldita vez la hiperronda y la autopista de las Pedrizas, el tercer carril de la ronda este, el soterramiento de San Pedro. Y la Consejería de Obras Públicas, ese vial distribuidor anunciado hace más de una década, como la carretera del arco Vélez-Marbella o el Eje del Guadalhorce.
A Manolo le debemos mucho. Como mínimo seguir recordando todo esto cada vez que alguien nos venga con una nueva promesa.
A Manolo, a Málaga (a menudo eran lo mismo), la Junta y el Gobierno central les deben un tren de la Costa del Sol que se prometió en una rueda de prensa en el año 2000, en plena precampaña. Han pasado once años y no se ha puesto una sola traviesa, aunque la necesidad, si cabe, es aún mayor.
A Manolo, a Málaga, el Gobierno y la Junta les deben que el AVE llegue al aeropuerto. Allí dentro de unos meses se pondrá en servicio la segunda pista por la que tanto batalló.
A Manolo, a Málaga, el Gobierno andaluz les debe un Metro en condiciones y útil, que llegue no sólo a La Malagueta, sino a Ciudad Jardín y a su Rincón de la Victoria, como fue prometido.
A Manolo, a Málaga, la Junta y algún Ayuntamiento les deben un saneamiento integral digno, un mar sin natas gracias a que las depuradoras y colectores están terminados y las empresas que los gestionan hacen bien su trabajo. También la planta desalinizadora de Mijas, la corrección de Meliones y sus vertidos salinos al pantano del Guadalhorce, ese recrecimiento de la presa de la Concepción para no tirar al mar el agua que luego nos falta.
A Manolo, a Málaga, el Ayuntamiento de Málaga les debe el bulevar sobre el soterramiento, más parques para su futuro hijo, más campos de rugby y deportivos en los que sus amigos lo recuerden.
A Manolo, a Málaga, Fomento les debe el terminar de una maldita vez la hiperronda y la autopista de las Pedrizas, el tercer carril de la ronda este, el soterramiento de San Pedro. Y la Consejería de Obras Públicas, ese vial distribuidor anunciado hace más de una década, como la carretera del arco Vélez-Marbella o el Eje del Guadalhorce.
A Manolo le debemos mucho. Como mínimo seguir recordando todo esto cada vez que alguien nos venga con una nueva promesa.
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