lunes, 2 de enero de 2012

Solo dos de cada diez arquitectos viven exclusivamente de la profesión (SUR)


El paro en este colectivo ha aumentado un 80% en los últimos cuatro años ante la falta de proyectos de viviendas en la provincia
02.01.2012 - 
M. ÁNGELES GONZÁLEZ maguisado@diariosur.es
 
MÁLAGA.

Solo dos de cada diez arquitectos viven exclusivamente de la profesión
El arquitecto argentino Marcelo P. ha montado una guardería con su mujer en Marbella y en verano regenta un quiosco de helados. :: J.-LANZA
Hagan memoria. Intenten viajar mentalmente a los años del 'boom' inmobiliario. Ahora piensen en cualquier estudio de arquitectura de la Costa del Sol. Planos sobre la mesa, trabajo frenético y dinero, mucho dinero. Fueron buenos tiempos para estos profesionales, que no daban abasto para atender todos los encargos que le llegaban. Pero la cosa ha cambiado... y mucho. El desplome del ladrillo ha caído como una losa sobre los más de 1.000 arquitectos de la provincia -1.185 a cierre de 2010-, que pelean con uñas y dientes por los pocos proyectos que ven la luz en Málaga. No hay trabajo para todos y son muy pocos los que actualmente viven exclusivamente de la profesión. Concretamente, un escaso 20%, según una estimación del decano del colegio oficial en la provincia, Antonio Vargas, que pinta un panorama bastante desolador.
«La gente se está buscando la vida, compatibilizando su trabajo con otras actividades o apostando por la docencia o por una plaza en la administración», apunta Vargas, que destaca que «tenemos la suerte de ser un gremio en general bastante activo, con una cualificación diversa y con capacidad de afrontar retos dispares». Aún así, «las perspectivas son muy negras», según vaticina el decano, que se lamentad de que «de ser una carrera en la que había pleno empleo y estaba bien pagado, hemos pasado a una situación malísima».
Las cifras oficiales de parados en este sector, aunque suponen un aumento del 80% en los últimos cuatro años, no resultan muy alarmantes porque, como explica el decano, la mayoría de los arquitectos se dan de alta como autónomos, por lo que al cesar en su actividad no constan como demandantes de empleo. De esta forma, en el Servicio Público de Empleo Estatal -antiguo Inem- en Málaga había registrados el pasado mes de octubre 87 arquitectos, frente a los 17 de cuatro años antes. Si se incluye a los arquitectos técnicos, el aumento supera el 600% al pasar de 56 en 2007 a un total de 401 en 2011.
No es de extrañar, si se tiene en cuenta que la construcción sigue en caída libre en la provincia. De enero a septiembre de 2011 se produjo un retroceso del 47% en el número de viviendas visadas respecto al mismo periodo de 2010, según datos del Colegio de Arquitectos. Así, en los nueve primeros meses del año se autorizaron proyectos de 908 viviendas, frente a las 1.705 de 2010. «La inmensa mayoría nacemos con vocación de crear, pero ahora no podemos hacerlo», apunta Vargas, que denuncia que la situación es más asfixiante aún porque las administraciones públicas adeudan unos seis millones de euros al colectivo en Málaga.
El parón inmobiliario no solo afecta a los arquitectos ya consagrados, sino también, y mucho, a quienes han terminado la carrera recientemente, que se ven obligados, en numerosos casos, a abandonar la profesión sin apenas haberse iniciado en ella. «Hay personas que se pagaron la carrera poniendo copas y tienen que seguir haciéndolo ahora para llegar a fin de mes», señala el decano, que explica que los estudios de arquitectura como generadores de empleo «prácticamente han desaparecido» y la existencia de colaboradores «se han reducido en un 80 o 90%». «El trabajo es escaso, y el arquitecto se basta y se sobra para realizarlo, no se puede permitir un ayudante», dice. Y es que los numerosos estudios que se dedicaban casi en un 100% a realizar proyectos en los años de bonanza económica, se han dado de bruces con la realidad de la crisis.
Volver a casa de los padres
Amparo Ruiz sabe muy bien de qué está hablando. Con 31 años y un hijo de 22 meses, esta arquitecta ha tenido que alquilar su piso en Málaga capital y volver a casa de sus padres porque no puede hacer frente a la hipoteca. Nada más terminar sus estudios, en el año 2006, encontró trabajo. Pero con la crisis el estudio acabó cerrando y en 2008 se vio en la calle. Ahora su objetivo es conseguir una plaza de administrativa en la Junta de Andalucía para ir escalando hasta realizar alguna función relacionada con el urbanismo. Defraudada «totalmente» por el panorama laboral que se ha encontrado al terminar la carrera, y con todos sus colegas conocidos en paro, reconoce que «no volvería a estudiar arquitectura».
Tal vez Marcelo P. haga lo mismo, aunque por ahora ni se lo plantea, porque «tengo tres hijos y necesito llegar a fin de mes». Este arquitecto argentino de 46 años, afincado desde hace diez en Marbella, llegó a la Costa del Sol huyendo de la precaria situación de la profesión en su país que, paradójicamente, se asemeja a la que se está viviendo ahora en España. Durante cinco años no le faltó el trabajo. Pero el sector empezó a flaquear y, tras varios intentos por mantenerse en el mercado, acabó tirando la toalla y acompañando a su mujer en la aventura empresarial que inició hace cuatro años con la apertura de una guardería en Marbella. Además, en verano se hace cargo del quiosco de helados de sus padres.
El fuerte carácter vocacional de esta profesión hace que sean pocos los que se den por vencidos y muchos los que luchan contra viento y marea por desarrollar su creatividad. Arturo Reque es uno de ellos. De ganar unos 6.000 euros al mes ha pasado a ingresar alrededor de 1.500 junto con su mujer en el estudio en el que ambos trabajan en Marbella. Después de estar un año en paro y buscar otros nichos de mercado, decidió volver a reactivar el gabinete que tantas alegrías le dio años atrás, hasta que estalló la 'operación Malaya' y el posterior pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Pero el negocio ya no se dedica en exclusiva a proyectos de viviendas, como entonces, sino que ofrece una oferta multidisciplinar al cliente en colaboración con abogados. Ya se sabe, renovarse o morir.

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