El rubor facial aumentó la pasada Semana Santa ante el espectáculo de los turistas fotografiando el cascarón vacío del Palacio de los Gálvez
ALFONSO VÁZQUEZ Cuentan del filósofo alemán Martin Heidegger que era tan serio que nadie le había visto reírse nunca, salvo en una ocasión, cuando fue de picnic con su colega Ernst Jünger por las montañas del Harz, en el centro de Alemania.
En esas estaban cuando Jünger, al ir a recoger una salchicha, se rajó los pantalones de cuero por donde la espalda pierde el nombre, provocando una carcajada de Heidegger que, de inmediato, este domó y encerró en su jaula facial para volver a la seriedad académica.
El señor Heidegger, que por lo que se ve nunca fue la alegría de la casa, habría sentido al menos el atisbo de una sonrisa de morbosa satisfacción al comprobar cómo en una calle tan transitada como la calle Granada, en Málaga, pasan las navidades, las semanas santas, las ferias de Agosto y fiestas de guardar con miles de turistas sacando fotos de cada centímetro de la calle y ninguna administración puede llamar al orden a los propietarios del antiguo palacio de los Gálvez, decrépito eco de los tiempos de bonanza urbanística, que vive sus peores momentos desde que fue construido el año de la toma de la Bastilla, 1789.
Impasible el ademán, el palacio, hotel de lujo naufragado en 2006, sigue ofreciendo, año tras año, su fachada ruinosa, regalando al turismo una imagen de ciudad dejada e incompetente, incapaz de levantarse de sus cenizas en mitad del circuito turístico más céntrico, y ni siquiera capaz de cubrir sus vergüenzas urbanísticas con una lona publicitaria o que reproduzca algún motivo local, como se hace en las ciudades civilizadas.
Que venga Íker Jiménez y que averigüe cómo nuestros políticos permiten que esto suceda en la sexta ciudad de España y que nadie haya suspendido de una vez una licencia de obra que, a la vista está, resulta totalmente inmerecida.
Ganas tiene un servidor de que Málaga celebre en 2013 los primeros diez años del Museo Picasso y de que los Reyes de España repitan visita, para que en su paseo a la casa natal del pintor se topen con esta verdadera vergüenza administrativa que va camino de ser la ruina más emblemática del Centro Histórico de Málaga.
Heidegger habría estado (sarcásticamente) contento, lo que no es poco.
Cortijo de la duquesa. La asociación cultural Cortijo de la Duquesa, que este año celebra el 25 aniversario y tiene su sede en la calle Duquesa de Parcent 7-9, ha organizado numerosos actos para su primavera cultural, que empezó el jueves con la presentación de los actos en el Ayuntamiento y la entrega por parte del alcalde de diplomas a los socios fundadores. Ayer, el académico de San Telmo Manuel Olmedo ofreció una conferencia sobre Bernardo de Gálvez.
La próxima cita será el viernes que viene, 20 de abril, a las 21.30 horas, con una conferencia del presidente de la asociación cultural Zegrí, Salvador Jiménez, sobre la Málaga musulmana y una hora más tarde, copla a cargo de Samuel Sancho.
En esas estaban cuando Jünger, al ir a recoger una salchicha, se rajó los pantalones de cuero por donde la espalda pierde el nombre, provocando una carcajada de Heidegger que, de inmediato, este domó y encerró en su jaula facial para volver a la seriedad académica.
El señor Heidegger, que por lo que se ve nunca fue la alegría de la casa, habría sentido al menos el atisbo de una sonrisa de morbosa satisfacción al comprobar cómo en una calle tan transitada como la calle Granada, en Málaga, pasan las navidades, las semanas santas, las ferias de Agosto y fiestas de guardar con miles de turistas sacando fotos de cada centímetro de la calle y ninguna administración puede llamar al orden a los propietarios del antiguo palacio de los Gálvez, decrépito eco de los tiempos de bonanza urbanística, que vive sus peores momentos desde que fue construido el año de la toma de la Bastilla, 1789.
Impasible el ademán, el palacio, hotel de lujo naufragado en 2006, sigue ofreciendo, año tras año, su fachada ruinosa, regalando al turismo una imagen de ciudad dejada e incompetente, incapaz de levantarse de sus cenizas en mitad del circuito turístico más céntrico, y ni siquiera capaz de cubrir sus vergüenzas urbanísticas con una lona publicitaria o que reproduzca algún motivo local, como se hace en las ciudades civilizadas.
Que venga Íker Jiménez y que averigüe cómo nuestros políticos permiten que esto suceda en la sexta ciudad de España y que nadie haya suspendido de una vez una licencia de obra que, a la vista está, resulta totalmente inmerecida.
Ganas tiene un servidor de que Málaga celebre en 2013 los primeros diez años del Museo Picasso y de que los Reyes de España repitan visita, para que en su paseo a la casa natal del pintor se topen con esta verdadera vergüenza administrativa que va camino de ser la ruina más emblemática del Centro Histórico de Málaga.
Heidegger habría estado (sarcásticamente) contento, lo que no es poco.
Cortijo de la duquesa. La asociación cultural Cortijo de la Duquesa, que este año celebra el 25 aniversario y tiene su sede en la calle Duquesa de Parcent 7-9, ha organizado numerosos actos para su primavera cultural, que empezó el jueves con la presentación de los actos en el Ayuntamiento y la entrega por parte del alcalde de diplomas a los socios fundadores. Ayer, el académico de San Telmo Manuel Olmedo ofreció una conferencia sobre Bernardo de Gálvez.
La próxima cita será el viernes que viene, 20 de abril, a las 21.30 horas, con una conferencia del presidente de la asociación cultural Zegrí, Salvador Jiménez, sobre la Málaga musulmana y una hora más tarde, copla a cargo de Samuel Sancho.
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