domingo, 13 de diciembre de 2009

MARBELLA. El edificio de Radio Nacional. (SUR)

13.12.2009 -
CATALINA URBANEJA ORTIZ

DÍAS pasados, hablábamos en Baeza de la gestión -o la mala gestión- de nuestros ayuntamientos sobre el Patrimonio Histórico, en unas Jornadas auspiciadas por la UNIA. En ellas se analizó la problemática actual y se trazaron planes de futuro. Finalizadas las mismas se firmó la 'Declaración de Baeza' con la esperanza de que los organismos tomen conciencia.

Somos muchos quienes los defendemos, aunque todos nos encontramos con los mismos obstáculos: indiferencia de los gobernantes, inferioridad ante los intereses urbanísticos y la apatía de un amplio sector de la población. Nuestros edificios históricos se destruyen sistemáticamente.

Y ese es el futuro de la Casa Sindical de Marbella, poco valorada arquitectónicamente y por ello utilizada con fines especulativos. Una descarada manipulación, otra vez en detrimento de esta ciudad. Marbella es un imán que atrae al fango, pese a la sequía.

Esta casona, inaugurada en 1955, fue proyectada por el arquitecto Juan Jáuregui Briales. Su construcción formaba parte de un conjunto de obras auspiciadas por el Movimiento: el mercado municipal, la Escuela de Marina, el Puerto Pesquero, el albergue para el Frente de Juventudes, el campamento del Pinar y viviendas sociales.

De escasa entidad monumental, es un edificio basado en la arquitectura popular andaluza, con dos cuerpos laterales unidos por un largo corredor en la primera planta que remata el acceso central al patio. Ocupa una parcela de dos mil metros cuadrados, compartidos entre la Hermandad de Labradores, la Cofradía de Pescadores y el Sindicato Vertical. Próxima ya a la década de los sesenta, las delegaciones comarcales de sindicatos fueron autorizadas para abrir filiales de la Cadena de Emisoras Sindicales. Por aquella época era delegado en Marbella Mateo Álvarez, quien decidió afrontar ese reto y fundar la primera emisora de radio en la Casa Sindical, en la zona que ocupaba el Gremio de la Construcción. Cuenta Juan Carlos Reina que emisor, locutorio y sala de control se instalaron en un habitáculo de unos 15 metros cuadrados.

Con medios precarios, un personal aficionado y voluntarioso, inició sus emisiones el 20 de marzo de 1959, siendo sus locutores Mari Carmen Sánchez y Juan Natera. Al principio sólo funcionaba unas horas al día con una programación basada en los discos dedicados que proporcionaron los primeros ingresos, destinados a cubrir el préstamo que un banco concedió para su montaje. En este espacio se ofrecía un menú de intérpretes y canciones, en consonancia con las preferencias musicales de la época, a los que el oyente debía ceñirse.

Junto a los estudios estaba el Sindicato Vertical, en el que los trabajadores resolvían sus conflictos laborales ante un abogado que venía de Málaga. Alguna que otra vez, cuando eran numerosos los demandantes, se llegaron a celebrar las conciliaciones en el patio, único espacio con capacidad para acogerlos. Luego llegó el INEM, la casona perdió funcionalidad y poco a poco se fue quedando sin uso. La marcha de Radio Nacional marcó el ocaso definitivo.

Nuevos planes, otras miras y proyectos sobre un solar ya sin uso. Una tentación ante la gran demanda de pisos, aunque luego no se vendan, y más locales comerciales a sumar a los ya cerrados. Gil proyectó un enorme rascacielos una vez fuese demolida la Casa Sindical, pero la Justicia lo impidió. Uno a cero. Mas el partido acababa de comenzar.

Proyecto truncado
El edificio era una oportunidad para paliar el déficit de equipamientos sociales y culturales. Una aspiración popular truncada por una subasta cuyo anuncio movilizó a todas las fuerzas sociales en marzo de 2005. Concentrados ante el edificio de RNE, los líderes políticos, incluida la actual alcaldesa, demandaban al gobierno su paralización. La propia Ángeles Muñoz anunció que instaría a los redactores del PGOU a que se mantuviese la misma calificación del suelo. Todo inútil, pues el edificio fue adjudicado a Tomás Olivo.

La 'operación Malaya' supuso un alivio para quienes deseaban la vuelta a la normalidad. Se acabaron las concesiones a los amigos, las Cañadas, los Bananas y casos similares. Con muy buen criterio, la gestora decidió que el edificio fuera para equipamientos sociales y culturales, de los que tan necesitada está Marbella. Pero el Plan fue posteriormente modificado.

La noticia de la semana es la proyectada demolición del inmueble con la aquiescencia de quienes gobiernan esta ciudad, sin valorar la opinión de sus administrados porque sufren una amnesia preocupante. Han sido modificadas las normas urbanísticas a conveniencia. Prefieren la demolición a la restauración, los edificios vanguardistas a los que heredamos de generaciones anteriores. El hormigón frente a los materiales tradicionales.

Tanta desidia da pena y rabia. Pero queda la esperanza de que, en el futuro, el mismo pueblo que ahora consiente esta pésima gestión patrimonial, exija responsabilidades. Y no estaría mal, porque, como se expuso en Baeza, el patrimonio debe constituirse en uno de los ejes principales de la educación del ciudadano.

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