lunes, 25 de octubre de 2010

Dos grandes estaciones nuevas y vacías. (ELMUNDO)


Estación del Guadalhorce del tren de Cercanías. | A. Pastor

Estación del Guadalhorce del tren de Cercanías. | A. Pastor

Modernas instalaciones, a la par que accesibles, escaleras mecánicas de subida y bajada, máquinas autoventa para la compra de billetes, máquinas canceladoras, teleindicadores de información en los andenes...y poca gente. Las nuevas estaciones de Guadalhorce y Victoria Kent del tren de cercanías de Fuengirola sustituyen a los viejos apeaderos que sólo contaban con las máquinas autoventa, algunos bancos y un pequeño techado.

Estas infraestructuras, que se enmarcaban dentro de las obras de soterramiento del ferrocarril Málaga-Fuengirola, ponen fin a la tradicional imagen de una Málaga dividida por las vías del tren. Con este plan, en el que el Ministerio de Fomento ha invertido 193 millones con la colaboración de la Junta y el Ayuntamiento, las estaciones se han hecho subterráneas, sustituyendo a los apeaderos al aire libre.

La estación de Victoria Kent se inauguró en junio de 2009 y la de Guadalhorce en septiembre de este año, junto a la del aeropuerto, la última que quedaba por abrir tras la rehabilitación de la estación Málaga Centro y la de María Zambrano, ambas con gran tránsito de pasajeros. Pero los casos de Guadalhorce y Victoria Kent son muy diferentes.

Cualquiera podría pensar que los 21,8 millones invertidos en Guadalhorce responden, además de al soterramiento, a la gran congestión de usuarios de la línea de cercanías que para en la estación. Sin embargo, la nueva instalación se caracteriza por su silencio.

En Guadalhorce todo es nuevo y moderno, pero aún hay recursos que no tienen ninguna utilidad. Es el caso de los dos puestos de taquilla que permanecen sin personal o las cuatro pantallas electrónicas de información junto a los andenes, que en lugar de informar sobre el tiempo de espera del tren, se limitan a dar la bienvenida.

Las únicas personas que pasan tiempo en la estación son los guardias de seguridad. Tres puestos de trabajo cuyos turnos se alternan de forma que siempre haya un vigilante.

Según el último aforo realizado en 2009, el tren de cercanías Málaga-Fuengirola es utilizado por una media de 20.665 viajeros cada día laborable. Al año, serían más de siete millones y medio de pasajeros, de los cuales tan sólo algo más de 300.000 utilizan la estación del Guadalhorce.

Así, según datos de Renfe, el apeadero acoge a 867 pasajeros diariamente. Si se tiene en cuenta que en esta estación pasan 70 trenes diarios, la media sería de 12 usuarios por tren, entre los que se suben y los que se bajan en ella. Unas cifras que dejan mucho que desear para las instalaciones construídas, que bien podrían acoger a miles de personas cada día.

Victoria Kent

El caso de Victoria Kent no es menos llamativo. Una estación de 3.160 metros cuadrados, con dos edificios, a modo de accesos, situados en los extremos de los andenes, tres plantas y un coste de más de 12 millones de euros. Y todo para atender a una media de 1.544 pasajeros diarios, algo más de medio millón de personas al año.

Aquí la cuestión es otra ya que, además de ser una estación con 'poca vida' en la que, al igual que ocurre con Guadalhorce, el silencio es el protagonista, uno de los accesos permanece cerrado. Así pues, el viajero que no vaya a San Andrés sino a El Duende o a las proximidades del recinto ferial se ve obligado a salir por el único acceso abierto teniendo que rodear la estación para llegar a su destino, a través de un camino de cemento habilitado para ellos.

De hecho, el cierre de este acceso ha dado mucho que hablar en los últimos meses debido a las quejas de los vecinos. Ante las protestas, Renfe se limitó a afirmar que con el acceso abierto es «suficiente y más que suficiente para los pasajeros de la estación».

Así, desde la entidad aseguraron que ellos no diseñaron el apeadero y que sus dimensiones y servicios se habrán realizado «en previsión de un futuro a medio o largo plazo». Así las cosas, si los malagueños siempre dicen que las infraestructuras de carretera se quedan pequeñas antes de su construcción, con el tren de cercanías sucede lo contrario.

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