Suena un acordeón. La melodía podría venir del escaparate de Río de la Plata, donde un violonchelo, una flauta, un piano y un violín esperan el roce de los blancos maniquíes vestidos de etiqueta. Un grupo de escolares se arremolina frente a la entrada del Colegio Oficial de Graduados Sociales. Gritos infantiles y adultos. Gana intensidad la banda sonora, culminada con el chirrido del metal contra la piedra. O el hierro.
La calle Compañía ofrece una vitalidad inaudita hasta hace solo unos meses, con la excepción hecha de los días de procesiones y otras festividades puntuales. Turistas cámara en ristre frente al Corazón de Jesús, vecinos camino de la compra, paseantes distraídos y operarios. Muchos operarios. Salen casi de cualquier parte. Y todos comparten el mismo destino: el Palacio de Villalón y sus inmuebles anexos.
Tres turnos de trabajo. Casi un centenar de profesionales. La rehabilitación de la sede del Museo Carmen Thyssen-Bornemisza de Málaga encara su recta final con la mirada puesta en el 24 de marzo, fecha para la que se ha anunciado la inauguración del recinto. El propio alcalde, Francisco de la Torre, confirmaba el martes que el museo estará abierto para cuando asome por el calendario el XIV Festival de Málaga-Cine Español, que se celebrará del 26 de marzo al 2 de abril.
Queda por tanto un mes para que la ciudad vea cumplido uno de sus proyectos culturales más ilusionantes y ambiciosos. Será casi cuatro años después de que Carmen Thyssen-Bornemisza y el alcalde de la capital anunciaran el acuerdo para mostrar en la ciudad una parte de la colección de obras de arte de la baronesa.
En este tiempo, el gobierno municipal ha invertido más de quince millones de euros en la adecuación para uso cultural del Palacio de Villalón y varios edificios colindantes. Unos trabajos que ya dejan ver evidentes avances. Sin ir más lejos, algunos paseantes curiosos preguntaban ayer a los operarios por el escudo nobiliario que corona el acceso principal del museo, recuperado durante la rehabilitación del edificio construido en el siglo XVI.
Y uno de esos trabajadores cambiaba en la imaginación la camiseta, el casco y los pantalones estampados por la faena por el impoluto traje de los asistentes de sala. «Ese escudo era de la familia Villalón, que vivió en este palacio hace varios siglos», aclaraba sin dejar de dar instrucciones.
Uno de los recados iba dirigido a un par de mozos que cargaban grandes elementos de carpintería. Otras indicaciones tenían como destinatarios a los trabajadores que -con la brocha en una mano y un gran paño en la otra- pintaban la parte superior de la fachada principal del palacio, que también ofrece ya el enrejado de sus balcones y ventanas.
Al descubierto
Como se presentan ya ante las miradas de los viandantes las fachadas de los edificios anexos al Palacio de Villalón. El que comparte acera con él en la calle Compañía guardará en su interior, entre otros usos, el salón de actos y el aula didáctica. Por su parte, el edificio ubicado en la calle Mártires y unido al palacio por una pasarela albergará el área administrativa, así como la tienda y la biblioteca.
Entre todas sus dependencias, el Museo Carmen Thyssen-Bornemisza de Málaga sumará una superficie de 7.147 metros cuadrados, de los que 5.185 metros quedarán reservados para uso expositivo, 612 metros estarán destinados a la Fundación Palacio de Villalón y otros 1.350 metros quedarán para las zonas administrativas y de servicios.
Son algunas de las cifras que se desprenden del proyecto firmado por los arquitectos Rafael Roldán y Javier González. Una actuación que ha contemplado tanto la recuperación del inmueble del siglo XVI, como la construcción de nuevos espacios y equipamientos.
En ese último apartado, destaca la zona erigida a la espalda del palacio. Un recinto que -como el propio museo- resumirá no solo la historia de la colección de la baronesa, sino de la propia ciudad: desde los restos romanos integrados en el sótano hasta las obras de arte que están llamadas a cambiar el paisaje cultural de la capital.
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