Representa para muchos el corazón de la ciudad, la esencia de su más puro pedigrí, incluso la solución ideal para cuando asaltan las dudas en el tiempo de ocio: el Centro Histórico. Un lugar difuso en el imaginario colectivo de los malagueños y visitantes que ahora encuentra su perímetro. Al menos, desde el punto de vista administrativo.
La Junta de Andalucía anunciaba ayer la revisión y cierre del expediente iniciado nada menos que en 1985. Un documento que delimita el contorno de la zona de la capital considerada conjunto histórico artístico. Y hay varias novedades.
La primera se refiere a la ampliación del contorno en la parte Norte del mapa para saltar la frontera imaginaria de Carreterías y Álamos que establecía el documento anterior. Así, se incorporan las calles Ollerías, Parras, Montaño, Madre de Dios o Refino, además de inmuebles como la iglesia de San Felipe Neri, el antiguo Conservatorio de Música María Cristina o el Teatro Cervantes.
También cambian los límites en la zona Oeste. Ese flanco queda limitado a la ribera izquierda del río Guadalmedina, de modo que se excluye el área próxima al convento de Santo Domingo, al entender los técnicos de la Junta de Andalucía que esa zona «carece de valores que justifiquen su inclusión».
Cambio en el puerto
No es la única 'baja' que causa el expediente iniciado hace 27 años. También queda excluido, al Sur, el Puerto de Málaga. En realidad, lo que hace el documento es cambiar la protección patrimonial del recinto portuario, que pasa de la Junta de Andalucía al Gobierno central. Y, por último, en la zona Este se suman al conjunto artístico los inmuebles del XIX del Paseo de Reding y la zona de calle Ferrándiz.
Tal y como explicaba ayer el delegado provincial de Cultura de la Junta de Andalucía Manuel García, la revisión tiene como principal consecuencia que en las nuevas zonas incluidas como conjunto histórico artístico, cualquier actuación arquitectónica y urbanística deberá contar antes con el visto bueno del Ejecutivo regional. Algo que ya sucedía en el mapa anterior. Un territorio que, más que físico, para muchos sigue siendo mental. Y sentimental.
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