Con la salida de Royal Collections del edificio de Tabacalera, el Ayuntamiento se queda desnudo ante el espejo, sin el conveniente chivo expiatorio al que culpar de un desastre de más de 30 millones
| ACTUALIZADO 20.05.2012 - 01:00
Aveces, con la ansiada solución nace otro problema. Y en ocasiones, el nuevo puede resultar incluso peor que el anterior. Es el caso de Tabacalera. Con la salida de Royal Collections del edificio, el Ayuntamiento de Málaga se queda desnudo ante el espejo, sin el conveniente chivo expiatorio al que culpar de un desastre de más de 30 millones de euros y de su alarmante falta de ideas. Siempre resulta conveniente contar con un enemigo que disimule las miserias propias. Y en eso nadie puede negar que el alcalde es todo un maestro. Cuando no se trata de la Junta -y siempre se trata de ella-, era el Gobierno de Zapatero, la Diputación de Pendón, la Universidad, el Puerto... El problema surge cuando De la Torre, en su veteranía, se va quedando sin rivales por mera cuestión vegetativa. Y entonces descubrimos que su peor rival es él mismo.
Por mucho que se empeñe el regidor, Tabacalera ha sido una ruina para un Ayuntamiento que incluso con las arcas llenas debería haber tenido otras muchas prioridades antes que la de crear un museo de gemas y piedras preciosas. Una ruina de más de 30 millones, como decíamos, si contabilizamos los 20 invertidos en rehabilitar la parte del edificio correspondiente a Art Natura, los más de 6 abonados en concepto de canon, casi irrecuperables por la grave torpeza/negligencia de no exigir un aval a la concesionaria, y la difícilmente cuantificable operación urbanística por la que el Ayuntamiento recuperó el histórico inmueble. Lo logró cediendo a Altadis miles de metros cuadrados de suelo edificable y permitiendo la abominación de construir bloques de viviendas en la zona trasera de Tabacalera, acabando para siempre con la bonita estampa de la avenida de La Paloma. La ruina es todavía mayor si entramos en el siempre doloroso asunto de los costes de oportunidad y miramos lo que se ha hecho en otros lugares con cantidades semejantes.
El mismo alcalde que hace unos meses proclamaba en una conferencia que uno de los problemas de España era preocuparse más de los continentes que de los contenidos, presume ahora de que la ciudad cuenta con un vacío mamotreto de 20.000 metros cuadrados -la mitad del Museo del Prado, como cuenta Sebastián Sánchez unas páginas más adelante-. Y lo peor es que la opción inicial, ahora defenestrada, un museo de las gemas y la naturaleza sin ninguna relación histórica con la ciudad, nunca pareció una alternativa seria ni una iniciativa cultural que mereciera la apuesta pública recibida. Si ese era el plan A, da pánico pensar en cuál será el B. Especialmente en una coyuntura económica radicalmente distinta, en la que no, no hay socios privados solventes dispuestos a gastarse un pastizal para mejorar los equipamientos de Málaga.
El Cultural publicaba el viernes en su edición digital una lista de pequeños museos desperdigados por la geografía nacional. El Museo del Bandolero de Ronda, el del orinal, el de los juguetes de hojalata, el de la tortura, el del chocolate... Mientras, el Consistorio malagueño asegura que Tabacalera se dedicará a las nuevas tecnologías, la cultura y la educación. Podemos esperar cualquier cosa, desde otra entelequia como el museo de museos pero sin museos, hasta una pinacoteca de estampitas de la virgen de Lourdes, un cenador para hacer negocios en el Málaga Valley, una galería de trajes de biznagueros y cenacheros, una videoteca con las mejores intervenciones en el Pleno de Teresa Porras o el museo de la incoherencia: se trata, simplemente, de una hemeroteca con las declaraciones del alcalde.
Por mucho que se empeñe el regidor, Tabacalera ha sido una ruina para un Ayuntamiento que incluso con las arcas llenas debería haber tenido otras muchas prioridades antes que la de crear un museo de gemas y piedras preciosas. Una ruina de más de 30 millones, como decíamos, si contabilizamos los 20 invertidos en rehabilitar la parte del edificio correspondiente a Art Natura, los más de 6 abonados en concepto de canon, casi irrecuperables por la grave torpeza/negligencia de no exigir un aval a la concesionaria, y la difícilmente cuantificable operación urbanística por la que el Ayuntamiento recuperó el histórico inmueble. Lo logró cediendo a Altadis miles de metros cuadrados de suelo edificable y permitiendo la abominación de construir bloques de viviendas en la zona trasera de Tabacalera, acabando para siempre con la bonita estampa de la avenida de La Paloma. La ruina es todavía mayor si entramos en el siempre doloroso asunto de los costes de oportunidad y miramos lo que se ha hecho en otros lugares con cantidades semejantes.
El mismo alcalde que hace unos meses proclamaba en una conferencia que uno de los problemas de España era preocuparse más de los continentes que de los contenidos, presume ahora de que la ciudad cuenta con un vacío mamotreto de 20.000 metros cuadrados -la mitad del Museo del Prado, como cuenta Sebastián Sánchez unas páginas más adelante-. Y lo peor es que la opción inicial, ahora defenestrada, un museo de las gemas y la naturaleza sin ninguna relación histórica con la ciudad, nunca pareció una alternativa seria ni una iniciativa cultural que mereciera la apuesta pública recibida. Si ese era el plan A, da pánico pensar en cuál será el B. Especialmente en una coyuntura económica radicalmente distinta, en la que no, no hay socios privados solventes dispuestos a gastarse un pastizal para mejorar los equipamientos de Málaga.
El Cultural publicaba el viernes en su edición digital una lista de pequeños museos desperdigados por la geografía nacional. El Museo del Bandolero de Ronda, el del orinal, el de los juguetes de hojalata, el de la tortura, el del chocolate... Mientras, el Consistorio malagueño asegura que Tabacalera se dedicará a las nuevas tecnologías, la cultura y la educación. Podemos esperar cualquier cosa, desde otra entelequia como el museo de museos pero sin museos, hasta una pinacoteca de estampitas de la virgen de Lourdes, un cenador para hacer negocios en el Málaga Valley, una galería de trajes de biznagueros y cenacheros, una videoteca con las mejores intervenciones en el Pleno de Teresa Porras o el museo de la incoherencia: se trata, simplemente, de una hemeroteca con las declaraciones del alcalde.
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