miércoles, 25 de julio de 2012

25 años de debate del Guadalmedina (SUR)


La actuación, justo al contrario de la obtenida ahora del concurso de ideas, planteaba desviar el cauce hacia el arroyo Totalán

«Plan definitivo para el cauce del río Guadalmedina». Aunque pueda parecer lo contrario, el titular no es de hace un par de semanas. Hay que viajar en el tiempo 25 años atrás para verlo reflejado en la portada de SUR del jueves 30 de julio de 1987. El día anterior, los entonces alcalde de Málaga, Pedro Aparicio, y presidente de la Junta de Andalucía, José Rodríguez de la Borbolla, se entrevistaron en Sevilla para zanjar en un despacho un asunto que, un cuarto de siglo después, todavía sigue sin resolverse, ya que falta por aprobar el proyecto final para el río.
En el 87 parecía todo muy claro. La actuación del Guadalmedina se acometería cara a los fastos del 92, para lo que el Gobierno andaluz se comprometía a financiar con unos 20 millones de las antiguas pesetas (120.000 euros) un estudio sobre las distintas alternativas para la ordenación del río.
Todo ello en base a una propuesta de la Gerencia Municipal de Urbanismo en la que se planteaba un aprovechamiento heterogéneo del cauce, según sus tramos, con aparcamientos, zonas de mercadillo, grandes superficies ajardinadas y auditorio. En tres mil millones de pesetas (18 millones de euros) se cifró el coste de las obras. No obstante, estaban condicionadas a una actuación de mayor envergadura y presupuesto que era el desvío del caudal hacia el arroyo Totalán, cuantificado por la entonces Confederación Hidrográfica en unos diez mil millones de pesetas, esto es, 60 millones de euros.
Pedro Aparicio (PSOE) llegó a calificar esta solución como «la única definitiva, ya que se eliminan todas las dificultades posibles, e incluso el riesgo de la presa del Limonero». Se llegó a apuntar la posibilidad de aprovechar las obras de la Ronda Este para construir la tubería que debería permitir que las aguas del Guadalmedina desembocaran en el litoral este.
Pérgolas y fuentes
Nada de eso sirvió para que el río fuera realmente integrado en la ciudad y todo quedó en las obras que, a principios de los noventa, habilitaron las fuentes y pérgolas en el tramo comprendido entre el puente de la Aurora y la zona de la desembocadura, unos elementos cuyo manifiesto deterioro -propiciado por los irregulares desembalses de agua de la presa- ha sido objeto de numerosas críticas ciudadanas a lo largo de todo este tiempo.
25 años después, las mismas administraciones, Junta de Andalucía y Ayuntamiento, se presentan ante la sociedad malagueña con la buena noticia de haber encontrado la solución para la eterna asignatura pendiente del río, fruto de un concurso de ideas. Sin embargo, de ese proceso sale una propuesta que en nada tiene que ver con la que se planteó en el 87 y sobre la que el Consistorio siguió insistiendo años más tarde con nuevos proyectos que han quedado en el cajón. Y es que tanto el proyecto ganador como la mayoría de los presentados a concurso -a excepción de uno- sostienen que no es necesario desviar el cauce y basta con cambiar el modo de gestión de la presa para garantizar la seguridad de Málaga en caso de grandes avenidas.
Todo este tiempo para llegar a una conclusión que, de haberse planteado hace décadas, posiblemente habría propiciado que la transformación del río fuera una realidad, al menos en una parte de su trazado. Ahora, con las arcas públicas esquilmadas por la severa crisis, y con una solo aparente sintonía entre las administraciones con competencias en el río -el alcalde, Francisco de la Torre, insiste en dejar abierta la reflexión sobre el embovedado pese a que la mayoría de los concursantes no lo plantean-, las dudas siguen navegando por el Guadalmedina.

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