domingo, 4 de noviembre de 2007

El aniversario de la tecnópolis, quince años del sueño del PTA (La Opinión)

Felipe Romera, director e impulsor del parque tecnológico, repasa los principales hitos del recinto y reflexiona acerca del crecimiento de un proyecto llamado a codirigir la economía local
Hasta hace quince años, la confluencia de empresas en un mismo punto casi siempre enunciaba un mercado o una galería comercial. Las reglas estaban claras. Uno acudía con un atado de monedas o un par de billetes y salía con su objeto, módico y tangible, y la alegría de haber cumplimentado una transacción en pleno corazón empresarial. Nadie podía pensar que en Málaga, la cuna del pescaíto y la saeta, iba a alzarse un pueblo de edificios que no serían hoteles ni formarían parte de urbanización alguna. Y que, además, funcionaría. Pero ahí está. Movimiento de personas que no se dirige a la playa, que no vende tabaco ni ropa al mayor y que despunta como nuevo motor de la ciudad. El Parque Tecnológico de Andalucía (PTA) cumple quince años de vida y luce un aspecto deliciosamente internacional. Referencia mundial del gremio, semillero de ideas que triunfan en lugares cercanos y remotos y sede de gigantes multinacionales. Para andar en plena adolescencia, no está nada mal.A los incrédulos y conservadores, los datos les empiezan a quemar en la frente. El complejo genera ya un cuarto por ciento de la riqueza de la provincia, supera en peso a la agricultura y equivale a una cuarta parte de los ingresos del turismo. Algo que pocos podían aventurar en las ganas y la seriedad de un ex investigador de Fujitsu que contaba con el respaldo de las administraciones, que había logrado la expropiación de un viejo cortijo y contaba con un espacio inmenso y una miríada de ideas que, por lo general, sonaban a chino. "Apostar por la innovación en una ciudad con poco peso tecnológico parecía una locura, pero sabíamos que era el momento y el lugar adecuado". El que habla es Felipe Romera, el de las ideas en mandarín, director y promotor del PTA, aunque le guste rebajarse méritos y hable de una gestación ligada al nacimiento de las autonomías y a las nuevas competencias, que, en cuestiones de progreso, tenían sus ojos puestos en las ciudades tecnológicas que emergían en París y en otras capitales señeras. A pesar de que ahora hay lista de espera para proveerse de una sede en el recinto, Romera recuerda que, al principio, todo era vacío. La tecnópolis echó a andar con cuatro edificios y las expectativas puestas en el futuro. También con un modelo que recelaba de la capacidad local y buscaba el reclamo de las grandes firmas. Eran los tiempos de la implantación de los dinosaurios internacionales, cosa que no tardaría en cambiar. Y no porque el PTA haya perdido su capacidad de seducción, sino porque las empresas de la provincia, jóvenes y emergentes, han acabado por convertirse en la matriz del proyecto. Especialmente, por su osadía, que a veces las condena a una existencia fugaz. "Es normal que desaparezcan porque aquí se apuesta por la innovación y eso siempre implica riesgo", sostiene Romera.Cada año, la vastedad de la tecnópolis asiste al nacimiento de unas cien empresas, de las que se extinguen la mitad. En la actualidad, operan cuatrocientas y se cuenta con un saldo infinitamente favorable, circunstancia que no deja de atraer a las grandes corporaciones. En apenas unos meses, el recinto contará con dos nuevos gigantes, BBVA y Oracle. Parecería que todos quieren ubicarse en el complejo y la oferta supera a la demanda. Romera señala que la ampliación del PTA ya tiene casi todo el terreno comprometido, aunque luego las multinacionales se vayan y haya que recomenzar. "La presencia de una firma de este tipo siempre es importante. En primer lugar, porque ofrecen formación puntera y en segundo término, porque si se marchan, dejan a investigadores en la calle con una capacidad a aprovechar", señala.Desde luego, sabe bien de lo que habla. Él mismo es un producto de la deslocalización. En el PTA existen empresas de reconocido prestigio que nacieron al rebufo de la huida de un gigante. Cuando Fujitsu dijo chimpón, sus ingenieros formaron otra cosa y así nacieron compañías como Ingenia. Nada que haga temer las veleidades de las multinacionales. Especialmente, si se dispone de una incubadora de empresas con precedentes exitosos. "Quizás a las empresas a las que tengo más cariño son las que nacieron allí y ahora tienen un edificio propio", indica.No obstante, cuando se tiene un hijo o un pariente de las dimensiones del parque, los afectos se distribuyen estratégicamente. En el caso de Romera, también tocan al hijo tonto. Es lo que se llama autocrítica, el ejercicio de aprender y nostalgiar los errores. Y el director de la tecnópolis reconoce algunos, como el planteamiento inicial de crecimiento del recinto. "Creíamos que la mejor forma era vender terrenos a las empresas. Luego nos dimos cuenta que resultaba más rentable ofrecerles el espacio ya habilitado y todo fue mucho mejor", precisa.Otro de los desajustes iniciales de los que habla Romera refiere a la noción del trabajador. El PTA comenzó a funcionar con la mira puesta en las empresas y casi se olvida de la calidad de vida del último y primer eslabón. Los salarios eran generosos y las oportunidades fabulosas, pero no había ni un triste restaurante donde refrescar la mañana y los trayectos crispaban hasta las ganas de vivir. Es lo que intentan solucionar los cientos de pájaros que pululan por las zona, la generosidad de tanto predio en verde y, sobre todo, el proyecto de ampliación. Pronto llegará un gimnasio, un gran centro comercial, una ciudad que se adentra en la ciudad. Romera está empeñado en convertir el complejo en un barrio más de la capital, en que los trabajadores puedan incorporarse a su puesto después de un agradable paseo por avenidas y urbanizaciones soleadas, en cuidar el talento y la energía del último ordenanza. Por lo pronto, ya cuenta con servicios como una biblioteca y una guardería, por aquello de la conciliación de la vida laboral y familiar.Pero si el PTA entiende de errores, también está al tanto de victorias, rotundas y fecundas como un vergel. Desde hace unos cuantos años, es la sede indiscutible de la asociación de parques tecnológicos del mundo, una entidad que engloba a sesenta países, lo que no deja de ser una oportunidad. Especialmente, porque el liderazgo implica la visita anual de promotores y empresas internacionales, perspectivas de negocio que aportan visibilidad y sitúan a Málaga en la cabecera de la vanguardia tecnológica. Y eso que no tuvo una competencia sencilla. Su candidatura lidiaba con Sidney, Londres y París, capitales bastante más industrializadas, pero que carecían de un proyecto tan atractivo como el presentado por el equipo de Romera. "Planteamos que con tecnología y buenas comunicaciones no existe la noción de centro y periferia, Málaga podía ser el centro y París la periferia", explica.Poco a poco, la capitalidad tecnológica del PTA fue acompañándose de otros galones, tanto nacionales como autonómicos. Y también de la benevolencia de las cifras. Romera calcula que en quince años, el PTA representará el quince por ciento del PIB de la provincia. A la luz de la proyección, numerosos economistas observan el recinto y lo distinguen como la industria del futuro, la alternativa a la servidumbre del turista y el ladrillo. Pero el director del parque, prefiere aunar esfuerzos. "La construcción y el turismo son esenciales, quizás las expectativas pasen por nuestra capacidad para modernizar ambos sectores y crear servicios avanzados", reseña. No le falta razón, el PTA ha demostrado su capacidad metamórfica, es el reino de la posibilidad.

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