domingo, 6 de abril de 2008

El arquitecto al que no le gustan los jefes (SUR)


Francisco San Martín Olea / Victoriano por vocación materna (Málaga, 1956) / De adolescente acompañaba a mi padre a visitar obras en una moto Vespa / El gusanillo de la arquitectura lo empecé a desarrollar en Sevilla / Soy asiduo de cines, campos de golf y del mercado de El Palo los sábados / Estoy al frente del Colegio de Arquitectos de Málaga /

INQUIETO. Es el adjetivo que mejor define a Paco San Martín Olea, según confiesa. Una inquietud que al decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Málaga le ha llevado a desempeñar su profesión desde muy diversos ámbitos y que incluso podría hacerle cambiar de oficio en un momento dado si no fuera porque se siente responsable de su familia. No le gusta controlar ni que le controlen, no quiere tener un jefe si no le enseña cosas. Por eso, después de haber pasado en las últimas dos décadas por organismos de la Junta de Andalucía y los ayuntamientos de Fuengirola y Vélez-Málaga, se siente a gusto trabajando como independiente desde su estudio de la Cala del Moral.Podría decirse que el ejercicio de la arquitectura ha marcado su vida. De pequeño visitaba obras con su padre -del que ha heredado el espíritu emprendedor- para comercializar materiales de construcción. Le gustaba recorrerse con los aparejadores las estructuras de los edificios, y su afición al dibujo le llevó a estudiar Arquitectura en Sevilla, una vez que salió con 17 años del colegio de Los Maristas, muy cercano a su casa de la calle Huerto del Conde. Es victoriano por su madre que, pese a los numerosos cambios de domicilio a lo largo de los años, hoy reside en el Compás de la Victoria.
Andadura profesional
Seis años empleó en completar sus estudios en la capital hispalense, una ciudad de la que valora su gran patrimonio histórico. En ella inició su andadura profesional en un despacho compuesto por profesores de Urbanismo, entre los que se encontraba José Núñez, que fue durante algunos años consejero de Turismo de la Junta por el Partido Andalucista.Sacó muy buenas notas. «Podía haberme quedado dando clases en Sevilla, pero me vine a Málaga», recuerda. A la vuelta entró a trabajar en el Colegio de Arquitectos, que preside desde junio del año pasado, y allí conoció a la que todavía hoy es su mujer, Encarni Torres. Ella no es arquitecta, trabaja en la secretaría de la entidad. Sin embargo, al poco tiempo tuvo que marcharse a Santa Cruz de Tenerife para cumplir con el servicio militar, que había estado prorrogando continuamente. En Canarias comprendió la diversidad cultural y social del país, y lo que supone vivir en una isla. «Te sientes encorsetado, porque estás rodeado de agua». También lo que es tener por encima la rigidez de un superior y lo duro de la distancia con la que todavía es su mujer, a la que escribió numerosas cartas. Cuando volvió a Málaga contrajo matrimonio con ella.«Pronto haremos los 25 años de casados, pero si nos ven juntos en el colegio creo que nadie diría que somos marido y mujer», asegura. Paco procura no tener un trato demasiado cercano a ella en el trabajo y no hablar de ello en casa, aunque a veces resulta inevitable, sobre todo si se trata de darse consejos mutuamente.Con Encarni tiene dos hijos, uno de 21 años que estudia ingeniería informática y otro de 15 cuya pasión es el baloncesto. A ellos intenta trasmitir la filosofía inconformista que heredó de su padre, con el que tuvo un mayor acercamiento en los últimos diez años de su vida, hasta que falleció en el año 1992. «Mi padre tenía una forma de ser marcada por la educación que recibió en la Dictadura, pero al final de su vida se dio cuenta de que tenía que ser más abierto ante la nueva etapa de libertad que se había abierto en España».Esa libertad, aunque siempre condicionada por el respeto y la responsabilidad, es la que transmite hoy a sus hijos. «Yo les digo que sean responsables en todo momento, lo de la hora a la que tienen que volver a casa se lo dejo a mi mujer», confiesa.Cuando le comentó a Encarni que iba a presentarse a las elecciones para ser decano del Colegio de Arquitectos, ella le dijo que no lo hiciera hasta que cumpliera los 50. «Calculó mal, porque entonces ya tenía 51, así que me presenté», relata. Los cinco primeros meses en el cargo han sido «duros» para Paco, sobre todo por tener que compatibilizarlo con su profesión y su vida personal, pero ya ha encontrado un mayor equilibrio.
Protección oficial
Una de sus mayores aficiones es la música de los años 60 y 70. Cuando viaja a Madrid y Barcelona procura visitar tiendas especializadas en la venta de discos de aquella época. Además, tiene más de quinientos cedés y también conciertos en DVD que visiona cuando está tranquilo en su casa, un piso de protección oficial, situado en la zona de San Isidro, en El Palo. En él ha pasado casi toda su vida de casado y no tiene intención de abandonarlo. «Lo compré por siete millones de las antiguas pesetas y han llegado a pedir 70 por uno similar al mío. No me parece razonable esa sobrevaloración de un bien necesario. Debe encontrarse un equilibrio entre el coste de ejecución y el beneficio de compraventa».Desde su casa suele ir todos los sábados por la mañana hasta el mercado de El Palo para comprar. Le gusta saber cuánto valen las cosas, aunque no le va mucho el tema de la cocina.El cine es otra de sus pasiones. Se queda admirado ante la capacidad creativa de los grandes directores, a los que le gustaría emular si pudiera. «¿Cómo pueden resumir y transmitir una historia en poco más de una hora?», se pregunta. Cuando se le cuestiona por cuál sería su gran obra como arquitecto responde que para que un proyecto sea bueno tiene que existir un promotor que te entienda y respete, un profesional que lo diseñe adecuadamente y un constructor que lo lleve a la práctica con calidad. En su caso, el edificio de Informática e Investigación del campus de Teatinos, que diseñó en 1992 junto con Juan José Gutiérrez Blanco -al que tuvo como socio de despacho durante una década y que también fue decano del colegio- es la obra que más se ajusta a esos condicionantes.Una última afición le sirve para sacarle del estudio y del colegio: el golf que practica con amigos en los muchos campos que existen en la provincia. No suele repetir en el mismo. Como en la práctica de este deporte, en la vida, a Paco San Martín no le gusta acomodarse, por ello tiene como política de su labor al frente del Colegio de Arquitectos que se abra mucho más a la sociedad y que ayude a generar debate en una Málaga a la que, según asegura, le queda mucho camino por recorrer para colocarse al nivel de otras grandes capitales andaluzas y españolas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario