domingo, 20 de febrero de 2011

Diego José Vera Jurado «Es el momento de que los municipios pierdan poderes en urbanismo». (LAOPINION)

El jurista apuesta por un ajuste de competencias que derive en el retorno al Estado de las potestades urbanísticas.

Diego Vera instantes después de la entrevista mantenida en su despacho de la Universidad de Málaga.
Diego Vera instantes después de la entrevista mantenida en su despacho de la Universidad de Málaga. Arciniega

LUCAS MARTÍN. MÁLAGA Su despacho mira a uno de los patios interiores de la Facultad de Derecho, pero bien podría hacerlo a un montículo imposible, rodeado de verde y de manuales jurídicos. Diego Vera, profesor titular de la Universidad de Málaga, dirige la junta rectora de los Montes de Málaga, que recientemente ha propuesto la ampliación del parque. Un proyecto que le entusiasma, pero que no nace de una querencia puntual, sino de una visión que tiene muy en cuenta la protección del medio ambiente. Asegura que a Málaga le urge definir su modelo de crecimiento.

Siempre se ha dicho que Málaga vive de espaldas al mar. ¿También se desentiende del monte?
Sin duda y es bastante paradójico porque sin la montaña y, en concreto, sin los Montes de Málaga no se entendería el pasado ni el futuro de la ciudad, su historia, su música, sus costumbres. Muchos malagueños ignoran la riqueza del paraje, sus restos de arquitectura mozárabe, sus perspectivas. Está claro que a nivel de biodiversidad no es Doñana, pero reúne unas características que lo hacen único en Andalucía. Es un privilegio tener un espacio de este tipo a apenas unos kilómetros de una ciudad de 600.000 habitantes, con una conurbación en la que viven 1,5 millones de personas. Su historia es diferente.

¿Es por eso que quieren ampliarlo? El proyecto multiplica la extensión del parque...
La propuesta que hemos presentado, y que tiene que ser estudiada por la Junta, plantea pasar de las 5.000 hectáreas actuales a 33.000. Dicho así puede parecer exagerado, pero tiene su justificación. La extensión en la que se prolongaría el parque no incluye ni un solo metro que no esté ya protegido por los planes territoriales. Sería cuestión de añadir espacios en los que no se puede construir, terrenos que comprenden los viejos partidos de verdiales. La razón es que el agrupamiento en parque implica algo que va más allá de la mera protección. Supondrían contar con la gestión y la puesta en valor del paraje en su totalidad, de una manera coordinada.

¿Qué beneficios comportaría para la ciudad? ¿Se puede hablar, incluso, de rendimiento económico?
Por supuesto. Una buena gestión convertiría al parque en un lugar de ocio fundamental y en un reclamo turístico acorde con la renovación del sector, que cada vez se interesa más por lo segmentos complementarios al sol y la playa. Además, influiría en la ordenación urbanística positivamente.

Después de las inundaciones de 1989 se pensó en los Montes de Málaga y en la reforestación como estrategia fundamental para contener las inundaciones. ¿Qué ha pasado con el proyecto?
La verdad es que desconozco por qué no se llevó a cabo, aunque, en cualquier caso, creo que estas cuestiones merecen un cambio de perspectiva y una respuesta más global y estructural. Me consta que la Junta tiene sensibilidad al respecto, pero no se debe tratar de acciones y expropiaciones puntuales, sino de una política y un modelo que entienda el parque natural en su acepción de ordenación territorial, conservación de la historia e impulso económico.

¿Cree que existen armas legislativas suficientes para perseguir los delitos urbanísticos o habría que endurecer la ley?
Seguramente habría que ajustar más, pero no creo que ese sea el problema. A nivel legislativo, contamos con recursos de sobra para impedir que ocurra lo que ha ocurrido. Los déficits está en otros ámbitos, en los usos habituales de los ciudadanos y en la disciplina de la administración. De nada sirve, por ejemplo, tener una gran norma de inspección y no disponer de inspectores suficientes. Es un asunto, en gran medida, de voluntad política. Aunque creo que todo ha cambiado después de la gran catarsis de Marbella.

¿A qué se refiere con lo de los usos ciudadanos? ¿Las leyes no protegen a los espacios de los excesos particulares?
Insisto que hay un nivel aceptable de protección legislativa, tanto por la vía urbanística como ambiental. La asignatura pendiente está en la gestión y en la educación en la materia. Es difícil regular el comportamiento ciudadano. Hay pérdidas ya irrecuperables, pero otras se pueden subsanar con cambios que implican a todos. No se pueden mantener los niveles actuales de consumo ni persistir en el problema de movilidad que sufre la ciudad. Veremos qué pasa y qué resuelve la ley de economía sostenible, pero está claro que esto ya no es la demanda de una minoría, sino la visón que informa a medio y largo plazo la política de instituciones como la Unión Europa.

No sé si le dejo fuera de juego si le pregunto por el Guadalmedina...
Me temo que es un tema más técnico que jurídico, pero creo que, aún así, habría que empezar por observar la definición de un río, que es un concepto más complejo de lo que se presume y que no se limita al agua que fluye. Junto a mis compañeros de Geografía me inclino a pensar que va más allá de eso, que se está hablando, en términos jurídicos, del dominio público hidráulico. Me parece que antes de embovedar, habría que tener en cuenta otras opciones enfocadas a la integración del río en la ciudad, de la manera menos artificial posible. El río sigue ahí.

¿Qué me dice de los proyectos previstos para Arraijanal y los terrenos del Campamento Benítez?
La respuesta a Arraijanal que le da el plan territorial se interesa por proteger una de las escasas franjas libres del litoral, en la que influyen elementos históricos a preservar. Ahora bien, antes de plantear este tipo de proyectos, se necesita responder a una pregunta acuciante, definir el modelo de ciudad. Se debe estudiar si las propuestas encajan con las características de la zona, con su densidad de población y su nivel de tráfico. En definitiva, decidir por una vez cómo se quiere crecer y por dónde. En los últimos tiempos, Málaga ha apostado por un modelo de ciudad grande y eso ha generado una huella ecológica que no sólo afecta al entorno, sino también a la calidad de vida de los ciudadanos. El problema es que los ayuntamientos son a menudo cautivos de la financiación que les reporta el urbanismo. En algún momento habría que retomar la financiación municipal, los gobiernos locales no pueden depender de eso.

¿Plantea un cambio de competencias? ¿En qué sentido?
Quizá los ayuntamientos deberían contar con otro tipo de ingresos. Está claro que este país precisa un ajuste de competencias, tanto a nivel local como en su relación con las comunidades autónomas. Los municipios deben perder potestad urbanística y ganarla el Estado. En Europa quedan ya muy pocos sitios en los que los municipios cuenten con tantas competencias urbanísticas, incluido estados de organización territorial tan compleja como Alemania. Es un tema muy importante porque España tiene alrededor de 8.000 municipios y no puede haber 8.000 modelos diferentes. Es el momento de plantearlo.

¿Qué opinión le merece el conflicto suscitado por la aplicación de la ley de Costas? Me refiero, sobre todo, a la polémica con los chiringuitos...
Para esto mantengo un punto de vista de jurista clásico. Me parece que el derecho nunca debe ser estridente ni administrar medidas desproporcionadas, que ha de responder a los diferentes intereses que se dan cita en un conflicto. Eso sí, lo que no me parece admisible es crear una ley y justo después buscar las vías para evitar aplicarla. Si no gusta la norma, lo que se debería hacer es cambiarla, pero no aprobarla y luego eludir su sanción porque eso crea inseguridad jurídica.

¿Está todo perdido en el litoral de Málaga?
Evidentemente hay elementos de la fachada litoral que son difíciles de recuperar en todo su significado. Siempre se habla de la Costa del Sol occidental, pero habría que atender también a algunas fórmulas de crecimiento de la Axarquía, más difíciles de controlar y muy problemáticas. La Costa del Sol creció como una mancha de aceite, lo que permitió dejar libre algunos extremos, mientras que la zona oriental mantuvo un crecimiento más disperso, con propietarios que vendían pequeños terrenos, aislados. Eso supone un gran coste energético y, en muchos casos, una vulneración de la ley.

¿Se han cometido más delitos urbanísticos en esa zona que en en la parte occidental?
Lo primero que hay que distinguir es el concepto. Una cosa son los delitos urbanísticos y otra la corrupción municipal amparada en el urbanismo. Quizá en Marbella hubo más de esto último. A nivel paisajístico se pueden encontrar situaciones que parezcan visualmente aberrantes y que, sin embargo, cumplan la ley y a la inversa.

En corto

«Hasta hace poco preservar la naturaleza era entendido como un freno a la economía»

La provincia acumula décadas de desarrollo poco sostenible. ¿Por dónde habría que empezar a corregir?
Málaga presenta aspectos francamente mejorables, pero no creo que a nivel legislativo el problema sea mayor que el de otras ciudades. La provincia cuenta con tres planes territoriales y normativas de protección de los espacios. Eso sí, padece otro tipo de dificultades como la movilidad, que espero que se resuelva con las nuevas infraestructuras. El más acusado, sin embargo, es la preservación del litoral y la erosión del suelo. Son cuestiones que se deben resolver con la previsión de un modelo turístico y de crecimiento adecuado. Por fortuna, parece que se avanza en esa línea, sobre todo, con los nuevos planes.

La preocupación por el medio ambiente forma parte de la agenda de los políticos. ¿Hasta qué punto hay implicación real?
En ese aspecto se ha avanzado bastante. Hay una conciencia moderna y una generación que no ha tenido que ponerse al día con esta sensibilidad, sino que le es innata. Se ha perdido afortunadamente la visión, a menudo también de los políticos, de que la protección del medio ambiente suponía un freno al desarrollo económico. Hoy, y así lo indican entre otros la Unión Europea, se entiende todo lo contrario, es decir, que se trata de una fuente de riqueza y de un modelo que tiene que ver con la supervivencia. Los tribunales también lo tienen en cuenta como un bien a proteger.

Una curiosidad, ¿es cierto que asesora legalmente a la promotora que impulsa la construcción del hotel de Moneo en Málaga?
No, yo no me dedico al derecho privado. Simplemente elaboré un informe acerca de que administración le correspondía la competencia de decidir al respecto de la altura del edificio. Ya que me lo pregunta, está claro que la arquitectura también es sostenibilidad y que los arquitectos están muy concienciados. Todo proyecto tiene costes y beneficios y este no es una excepción. Lo prioritario, a nivel urbanístico, sería recuperar espacios como la judería, de manera global.

2 comentarios:

  1. Me parece bien. Hace años que se está reclamando la perdida de competencias urbanísticas por los municipios. Lo de España es una locura

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  2. Francisco Barbancho6 de noviembre de 2013, 1:11

    Diego, brillante una vez más. Como siempre.

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