jueves, 21 de julio de 2011

La talla de la arquitectura (La Opinión)

El tamaño importa pero más aún la calidad de los proyectos y los procesos constructivos


IÑAKI PÉREZ DE LA FUENTE Una cucharilla, una silla, una habitación, un edificio, una ciudad… El tamaño es una característica perceptiva de lo visible que, junto con la forma y el color, determina la intensidad de su percepción. El tamaño, evidentemente, importa; pero en Arquitectura importa más la calidad de los proyectos y de los procesos constructivos que los realizan. No hay tamaños buenos ni malos a priori, por lo que la grandeza o pequeñez de una arquitectura no es garantía ni de su calidad ni de su carencia. No basta hablar de la dimensión.


El archiconocido Museo Guggenheim optó por salirse de la norma en estas tres características, y desarrolló formas sinuosas frente a las habituales rectilíneas, se envolvió con pieles de titanio e inusuales colores plateados cuando la ciudad ha acostumbrado nuestros ojos a los blancos y ocres (cal y barro) y su tamaño destaca sobre las construcciones domésticas que desde los años noventa suelen tener una altura de entre doce y dieciséis metros.Altura por encima de la cual, se empieza a caer en el prejuicio arquitectónico contemporáneo de que lo grande es malo. La Catedral de Málaga tiene un tamaño monumental –su forma y color son más tradicionales– y contrasta (intencionadamente y a la altura de la idea que representa) sobre el tejido histórico. No por ello, es un ejemplo fallido de arquitectura, sino al contrario, y junto con otras muestras de arquitectura internacional son objeto del interés de habitantes y visitantes. Muchos de estos edificios no decidieron o deciden su escala por la altura de sus contextos urbanos; y coexisten provechosamente con ellos, acentuando por contraste sus distintas cualidades arquitectónicas. El éxito de arquitecturas como la Catedral de Málaga, el Guggenheim o la Torre Eiffel recae en que supieron, gracias a la enorme calidad del proyecto y sobre todo de su construcción, superar unos planteamientos muy arriesgados, capaces de agrupar las máximas diferencias. Las ciudades que toman estos riesgos tienen luego monumentos que mostrar. Con ellos dicen de qué son o fueron capaces. Las manifestaciones arquitectónicas, su calidad intelectual y constructiva, son junto a uno de los más claros indicadores de prosperidad, los mejores argumentos que sostienen el derecho a lo particular.

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