jueves, 4 de agosto de 2011

La falta de desbroce convierte el cauce del Guadalmedina en una selva (SUR)

Comerciantes y vecinos denuncian que se acumulan basuras y proliferan los mosquitos por el agua estancada entre los matojos
04.08.2011 -
JESÚS HINOJOSA
MÁLAGA.

La falta de desbroce convierte el cauce del Guadalmedina en una selva
Algunos eucaliptos han alcanzado gran altura tras dos años sin que se desbroce el cauce, en el que proliferan las aguas estancadas. :: ANTONIO SALAS
Hace dos semanas que se celebró en Málaga un encuentro de estudiantes de arquitectura de España, Europa y países del Magreb con el cauce urbano del Guadalmedina como objeto de análisis. Casi todas las propuestas que salieron de ese foro académico apostaron por recuperar el carácter de río para la herida natural que divide a la ciudad en dos mitades mediante el uso de vegetación y zonas de agua. Pues bien, parece que sus ideas estaban tomadas de la realidad, porque ese es el aspecto que presenta actualmente el tramo central del Guadalmedina aunque, eso sí, a primera vista, porque basta con asomarse a uno de los puentes para comprobar que la particular selva en la que se ha convertido tiene como 'especies autóctonas' las basuras, los excrementos de animales y el agua estancada que atrae a los mosquitos.
Una vez más, al mismo tiempo que el Ayuntamiento, la Junta de Andalucía y el Gobierno central siguen sin llegar a una solución para uno de los proyectos más necesarios en la ciudad, pendiente ahora de un concurso de ideas que todavía tardará un año en resolverse, el Guadalmedina ofrece la peor de sus estampas. Cara a anteriores inviernos, el Consistorio se encargaba en torno al mes de septiembre de retirar los matojos y arbustos que crecían en el lecho del río para garantizar la fluidez del cauce en aquellos momentos de fuertes lluvias en los que se hace necesario un desembalse de la presa. Sin embargo, ese desbroce no se produjo el pasado año y, tras un invierno y una primavera de abundantes precipitaciones, la vegetación y el agua estancada han tomado la zona, junto con las basuras que se quedan atrapadas entre los matojos.
Árboles de cuatro metros
Cartones, bolsas de plástico, latas de refrescos, ropa usada, carritos de supermercado, compresas. La lista de desperdicios acumulados entre las ramas y los charcos, poblados por algunas ranas, es larga. En algunos puntos, las matas se han convertido en eucaliptos que alcanzan casi los cuatro metros de altura. Una vegetación descontrolada que vuelve a poner de relieve el abandono del río. «La estampa que ofrece es deplorable. No es de recibo que una zona como ésta, en pleno Centro de Málaga, tenga este aspecto. Puede que no se perciba desde las avenidas laterales por los muros que lo tapan, pero la porquería acumulada en el río sí que se ve desde los puentes, por los que pasamos todos los días», relata Andrés Núñez, propietario de una tienda de tapicería de vehículos en la avenida de la Rosaleda.
Este comerciante asegura que las gaviotas pueblan la zona cuando hay mucha agua estancada, si bien el principal perjuicio para comerciantes y vecinos cercanos al cauce son los mosquitos que, especialmente en verano, hacen acto de presencia. Estrella Barrionuevo, farmacéutica de la avenida de Fátima, tuvo que presentar hace un año una denuncia en el Ayuntamiento al verse invadida por estos insectos. «Vinieron y fumigaron la zona pero, en la situación actual, el río no deja de ser un foco de infección para todo el que pasa junto a él, ya que las basuras y los excrementos de perros generan vapores que son perjudiciales para la salud», explica.
En la misma avenida, José Báez regenta el bar Las Palomas y asegura estar «harto» de escuchar promesas de los responsables políticos sobre el Guadalmedina que nunca llegan a materializarse. «Cada cuatro años, cuando hay elecciones, hablan del río, pero luego nada de nada. Ahí está, lleno de matojos. Hace tres años que repararon un poco el paredón que da a la avenida y dijeron que luego iban a pintarlo, pero ahí sigue. No le han dado todavía ni un brochazo», apunta este hostelero, quien lamenta la «mala imagen» que se ofrece a los visitantes.
Falta de civismo
María Sánchez, empleada de una peluquería que también da al río, añade que parte de la culpa de cómo se encuentra el cauce la tienen los propios malagueños, que lo han tomado como un vertedero. «Por mucho que lo limpien, seguiremos echando la porquería», sostiene María, que también cita a los mosquitos como uno de los peores efectos del abandono del cauce.
Desde el equipo de gobierno municipal siempre se ha sostenido que su mantenimiento corresponde al Gobierno andaluz. Sin embargo, en anteriores ocasiones, han sido ambas administraciones las que se han puesto de acuerdo para limpiarlo, repartiéndose incluso los tramos en los que efectuar el desbroce cara a las lluvias del invierno. Habrá que ver si, más allá de las reuniones de alto nivel en los despachos, vuelven a coordinarse para tomar medidas que hagan del Guadalmedina un espacio limpio, al menos, a la espera de que llegue el proyecto definitivo para integrarlo en la ciudad, una actuación que todavía se vislumbra muy de lejos ante las estrecheces financieras que padecen las administraciones públicas.

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