viernes, 13 de julio de 2012

Guadalmierdina, Guadalpamplina (SUR)


Ese concurso no va más allá de los fuegos artificiales: ni hay 150 millones, ni habrá en décadas

Siempre hay una buena versión oficial a la que acogerse: el concurso para diseñar la reforma del Guadalmedina se ha resuelto brillantemente y ese proyecto de 150 millones de euros cambiará el curso del río y además el curso de la Historia de la ciudad. Gran noticia.
También hay otra opción: contar la verdad.
Por supuesto la verdad es menos confortable. De momento ¿por qué a un concurso de ideas de este nivel se presentan solo quince propuestas muy locales? Lo normal serían decenas, incluso cientos, incluyendo el star-system internacional. Raro, raro. Primera razón: al ganador no se le permite ejecutar el proyecto. A ver ¿qué es eso de ganar y quedarse fuera?, ¿qué aliciente tiene un concurso en el que el ganador se convierte en perdedor? Esto pintaba, desde el principio, a fantochada.
Hay otra razón disuasoria: el jurado. Con pocas excepciones -algún ingeniero, un geógrafo de prestigio, poco más- rechinaba. ¿Qué hacen ahí, en un jurado de ese rango, las asociaciones de vecinos, el PTA, los sindicatos... todos muy respetables pero cuyo criterio hidráulico-urbanístico no ofrece ninguna garantía de rigor técnico? Puestos a rendir tributo al sacrosanto mito de la participación, ¿por qué no incluir también a la Agrupación de Cofradías y al Málaga C. F., tan unidos al río? Un proyecto crucial para la ciudad no se puede desacreditar con una mascarada.
Es fácil deducir que el concurso no va más allá de los fuegos artificiales. No hay 150 millones, ni habrá en décadas. Esto va directamente al desván de 'proyectos de la nada', quizá al mismo anaquel del proyecto de los Baños del Carmen redactado por el arquitecto Pérez Mora hace más de veinte años, o con el proyecto ganador del concurso del auditorio de Federico Soriano, que sabe Dios cuándo se hará. Y antes o después ahí acabará el noproyecto del Astoria.
Así que tras algo de ruido mediático con seductoras infografías irreales para nutrir el imaginario colectivo, esto no da más de sí. Popularmente solo quedará el entretenimiento de rebautizar el río: Guadalmierdina como estercolero, Guadalboñiga como cacódromo de perros, Guadalvejiga como urinario del centro, Guadalmezquita por el jeque, Guadalpamplina por el concurso, Guadalmorriña por la melancolía del río. Y poco más.
En definitiva, todo esto resulta penoso. Pero, eso sí, al menos queda la opción de acogerse a la versión oficial: el concurso para diseñar la reforma del Guadalmedina se ha resuelto brillantemente y ese proyecto de 150 millones de euros va a cambiar el curso del río y además el curso de la Historia de la ciudad. Hay que reconocer que esto resulta mucho más agradable. Así que usted no lo dude, si su sentido crítico se lo permite, quédese con eso.

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