Málaga tiene su origen urbano e identitario inundado de solares y sin servicios mientras sus patios rezuman belleza.
Hace aproximadamente 2.800 años, los fenicios que fundaron Málaga establecieron contacto con los antiguos pobladores íberos, que vivían en una pequeña comunidad instalada en lo que hoy sería la Plaza de San Pablo, en pleno corazón de la Trinidad. Aquel primer asentamiento, que después se extendería por el Perchel, determinó en buena parte el desarrollo posterior de la ciudad hasta la aparición de los corralones. Éstos no eran más que herederos directos de las antiguas casas que romanos y árabes construyeron en la zona, con la esencia de las viviendas mediterráneas cuya disposición puede comprobarse actualmente en yacimientos como los de Itálica en Sevilla y Éfeso en Turquía: una separación firme del mundo exterior pero, a la vez, una área común en el interior a la que daban todas las dependencias familiares, independientes pero comunes en este punto. Los corralones fueron derrumbándose hasta que el Ayuntamiento aprobó el plan de recuperación de la Trinidad y el Perchel en 1981, que dirigió el arquitecto malagueño Salvador Moreno Peralta. La puesta en práctica de la iniciativa arrancó en 1985. La mayoría de los edificios, dado su lamentable estado, tuvieron que ser derribados y sustituidos por otros nuevos que aspiraban a mantener, o al menos imitar, su antigua idiosincrasia. Sólo algunos, como el corralón de Santa Sofía, en la calle Montes de Oca, pudieron ser rehabilitados antes de su ruina definitiva.
Curiosamente, en estos nuevos corralones, donde los servicios sociales del Ayuntamiento realizan un pormenorizado seguimiento de las necesidades de los vecinos, éstos han mantenido los mismos modos de convivencia que se daban antaño. Y las nuevas generaciones los han asumido sin demasiados problemas. Como dice el propio Moreno Peralta, "ésta es la lección más evidente de que cuando un arquitecto hace una casa, hace sólo la mitad; la otra mitad la hará el vecino cuando viva en ella". Pero el plan de rehabilitación, que en teoría sigue actualmente en marcha, se detuvo en 1995. El resultado es una paradoja como sólo podía darse en Málaga: la mayoría de los 106 corralones censados están cuidados al detalle por los vecinos, con jardines hermosísimos (en ellos pueden encontrarse todo tipo de árboles frutales y plantas exóticas) y esmeradamente limpios; sin embargo, los espacios públicos en la Trinidad y el Perchel ofrecen una permanente imagen de abandono. Los solares, la suciedad acumulada, la carestía de papeleras y contenedores, la ausencia de determinados servicios básicos y la nula actuación al respecto de diversos organismos municipales pregonan que nada allí merece la pena, cuando en las casas, en el dominio exclusivo de los vecinos, la realidad es muy distinta.
Tampoco faltan problemas dentro de algunos corralones. En el de los números 14 y 16 de calle Pizarro, en la Trinidad, una jacaranda plantada en el patio ha levantado buena parte de la solería y se ha metido en algunas viviendas, y dos vigas que sostienen la escalera principal se han podrido y amenazan con quebrarse en cualquier momento. Los vecinos aseguran que han informado a la Junta de Andalucía, propietaria de las casa, sin éxito hasta el momento. Pero el Instituto Municipal de la Vivienda también tiene algunas competencias, lo que crea conflictos que a su vez permiten que asuntos urgentes como éstos se queden sin solución.
Pero quizá la cuestión central sea que la visión que Málaga tiene de este tesoro patrimonial es nula. Pocos conocen la Trinidad y El Perchel porque en realidad no hace falta entrar. Marta Monserrate, trabajadora de los servicios sociales, explica al respecto que uno de los objetivos fundamentales de su equipo es "conseguir la permeabilidad del barrio, que venga gente de fuera", algo a lo que ha contribuido la aparición en los últimos años de asociaciones como Málaga Acoge y la Federación de Organizaciones Andaluzas de Mayores (FOAM). Pero no es suficiente. Un vecino de El Perchel se queja de la falta de aparcamiento y asegura que un parking con plazas reservadas para residentes resultaría rentable al Ayuntamiento, y Moreno Peralta recuerda que el plan de rehabilitación ya contemplaba la construcción de uno en la Plaza de San Pablo, que finalmente no se llevó a cabo. Un servicio así invitaría a muchos a entrar en el barrio, sólo para garantizar el estacionamiento. Sin embargo, se quedó en una mera idea.
La impresión que resulta cuando se visita la Trinidad y El Perchel es que existe una intención deliberada por parte de la administración municipal en que la zona quede apartada de la vista del resto de la ciudad, por mucho que conserve su origen urbano e identitario. No se encuentra otra explicación a la continua proliferación de solares. Moreno Peralta lo explica sin tapujos: "El valor del suelo aquí es enorme, y a muchos les parece inconcebible que esto esté ocupado por unos ancianos". El resultado es el secuestro de la misma esencia de la ciudad. Quienes se preguntan dónde está el patrimonio malagueño y por qué el de Córdoba luce tan bonito ya tienen la respuesta.
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