lunes, 7 de febrero de 2011

La crisis financiera y jurídica rompe el mercado de suelo rústico en Málaga (La Opinión)

Las pequeñas parcelas de segunda residencia han bajado su valor un 30% y las restricciones urbanísticas han paralizado la compraventa de fincas


Panorámica de un conjunto de terrenos paisajísticos y agrícolas situados cerca del famoso tajo de Ronda.
Panorámica de un conjunto de terrenos paisajísticos y agrícolas situados cerca del famoso tajo de Ronda. Blas Gil
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LUCAS MARTÍN. MÁLAGA El campo ha dejado de ser un negocio o, al menos, ya no mueve el dinero que hace tan sólo una década lo situó entre las grandes líneas de trabajo de promotores e inmobiliarias. La crisis económica, en unos casos, y la inseguridad jurídica, en otros, han reducido la actividad de compraventa y el precio de los bienes en cada una de las modalidades, a excepción de las explotaciones agrícolas, que se libran del descenso.

Mercado paralizado
Las transacciones de parcelas, en muchos tipos de suelo, están casi paralizadas. Entre las pocas que se mantienen activas, figuran las pequeñas fincas con construcciones ya terminadas que, no obstante, han bajado su valor en un 30%. Se trata, según detalla Cristóbal Fernández, especialista en el área de la sociedad Tasa, de tierras con casas perfiladas y legales, utilizadas comúnmente como segunda residencia o lugar de ocio. «Estas parcelas suelen ubicarse al lado de las grandes ciudades o en zonas con valor paisajístico. Han perdido pujanza, de la misma manera que los terrenos urbanos, pero siguen moviéndose».

La reserva de Fernández tiene su explicación en las consecuencias que ha tenido la indeterminación jurídica en otra variante del suelo rústico, la de las fincas no urbanizadas previamente, que se compraban para emplazar una residencia y un huerto familiar, en muchos casos, con la connivencia jurídica de los responsables municipales. La ley de ordenación urbana de Andalucía (LOUA) ha puesto cerco a los excesos, pero también ha acabado por finiquitar el negocio que, de acuerdo con Fernández, generaba riqueza en los municipios colindantes.

Otro tanto ocurre con las grandes pastillas que se disputaban hace no mucho las inmobiliarias. En este caso, la situación resulta paradigmática a la hora de medir las causas y efectos de la caída del ladrillo. Este tipo de parcelas, a menudo de grandes extensiones, eran adquiridas por las promotoras como reserva de suelo ante el agotamiento de las ciudades. Era un negocio de futuro, asentado en la expectativa de nuevas recalificaciones y ampliaciones. Ahora, se ha ido al traste. Y con ello el alto precio y el negocio que frotaba las manos de los compradores. «Las inmobiliarias se han visto de la noche a la mañana con terrenos en los que, de manera taxativa, no se puede construir y que han perdido la inversión», describe Fernández.

La crisis también ha mostrado su lado más agresivo a los propietarios de fincas latifundistas, compradas en pleno boom económico con el dinero prestado de los bancos, y que, en la actualidad, resultan muy difíciles de pagar y, sobre todo, de vender. El experto habla en este caso de un suelo pensado para la explotación, pendiente de una gran inversión inicial y castigado por las restricciones del periodo de recesión.

Los suelos agrícolas se salvan
Los únicos terrenos que se han mantenido al margen de la caída del mercado son los agrícolas, que, no obstante, han reducido su precio en un 10%, aunque no precisamente por los mismos motivos que los anteriores, sino por el descenso de precios de los productos, indica el especialista.

«Estas pequeñas explotaciones se siguen vendiendo a otros agricultores sin demasiados problemas, siguen siendo productivas», precisa. El suelo rústico frente a la crisis.

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