jueves, 6 de octubre de 2011

El origen alfarero de Dos Aceras (Málaga Hoy)


La parcela municipal donde el Ayuntamiento proyecta un centro ciudadano en esta calle del centro histórico alberga restos de cuatro hornos musulmanes de la época nazarí en buen estado de conservación
RAQUEL GARRIDO / MÁLAGA | ACTUALIZADO 06.10.2011 - 01:00
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La actual calle Dos Aceras de la capital malagueña formaba parte del arrabal llamado de la Fontanella que desde el siglo XI hasta bien entrado el siglo XIX tuvo una ferviente actividad alfarera. Pero fue en la época nazarí cuando la producción de cerámica de este prestigioso barrio de artesanos alcanzó su máximo esplendor. Los numerosos vestigios que se han ido encontrando en la zona de esta época lo constatan. Los últimos unos hornos musulmanes hallados en una parcela municipal donde se pretendía construir un centro ciudadano y que han arrojado un poco más de luz a esta parte de la historia de la ciudad. Los restos encontrados atestiguan la importancia que esta zona tuvo en la producción de cerámica entre finales del siglo XIV y principios del siglo XV. Pese a los avatares del tiempo y las modificaciones urbanísticas que sufrió este centro alfarero, los cuatro hornos se han localizado en buen estado de conservación pese a que fueron construidos con adobe. 

El más grande conserva toda la parte del horno de barras, la cámara de cocción con los arranques de arco para las bóvedas que han desparecido y la cámara de fuego completa. El más pequeño de los documentados también ha logrado mantener las cámaras de cocción y de fuego, y se cree que fue utilizado para fabricar la cerámica vidriada y las piezas más delicadas, explicó ayer a este periódico el director de la excavación y miembro de Nerea Arqueología, Miguel Ángel Sabastro. De los otros dos hornos únicamente quedan, en uno de ellos la cámara de fuego ya que la de cocción fue destruida por la creación de un pozo de captación de agua en época contemporánea, y del otro sólo se ha podido documentar la cámara de combustión porque la de cocción continua por la parcela contigua. 

Era un completo centro en el que también se han encontrado habitaciones en batería con forma rectangular que presumiblemente eran usadas como secaderos de piezas, además de una pequeña balsa de reposo para la arcilla situada en un espacio abierto que formaba parte de un patio a cielo abierto del que se han conservado tanto el suelo hecho con baldosas como varias conducciones para la distribución del agua tan importante en la actividad alfarera. Todo el proceso de fabricación se hacía en este centro en el que destacaba la gran variedad de piezas, formas y motivos de decoración de sus piezas. Según Sabastro, el conjunto cerámico hallado va desde vajillas para uso doméstico, a tinajas, candiles de pie alto, incluso ladrillos y tejas. 

El origen de este gran centro alfarero, según han podido constatar los arqueólogos, se inicia con la creación de una serie de pozos para la captación de materias primas y la ubicación de los llamados testares, grandes agujeros excavados en el suelo donde se arrojaban los restos de la cerámica que se rompían o estaban defectuosos para poder comercializarlos. Cuando se colmataban, eran rellenados y así se iba nivelando el terreno donde posteriormente se construyeron estos hornos "quizás por la necesidad de espacio ante el aumento de la producción que se produjo en la época nazarí por una población interior cada vez más creciente y el incremento de las exportaciones de las piezas que habían alcanzado un destacable puesto en el Mediterráneo", aseguró el arqueólogo. 

La existencia de abundante materia prima al situarse sobre un terreno arcilloso, la facilidad para conseguir madera dada la cercanía del monte y el acceso a abundantes fuentes de agua por los numerosos arroyos que corrían por la zona hacían de este lugar un sitio privilegiado para el desarrollado e este barrio alfarero que con el tiempo llegó a tener una importante actividad industrial. Este arrabal lo conformaban, además de la calle Dos Aceras, las calles Frailes, Refino y Postigos, bajaba por Cruz del Molinillo hacia la Goleta hasta llegar a la calle Gigantes y que siglos después sigue atesorando tantos secretos bajo el suelo.

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