Los patios de las viviendas sociales del Perchel y de la Trinidad son un ejemplo poco conocido de convivencia y armonía entre vecinos, que se afanan cada día en recrear con plantas y otros elementos un ambiente andaluz
LOS DETALLES LOS VECINOS
Los corralones tradicionales de Málaga fueron una seña de identidad urbanística, de espacio comunitario, en el que convivían familias muy modestas. La miseria se sobrellevaba con fiestas y la solidaridad entre sus semejantes se practicaba a diario. Las casas no tenían más de dos habitaciones y la cocinita casi salía al pasillo. El olor a puchero se entremezclaba con el del pescado frito de la vecina de al lado. Había un baño común para todo el vecindario en el patio central, donde también se encontraban las pilas de lavar. A mano, claro.
Esta forma de vida era denostada por algunos, que criticaban el hacinamiento de estas familias, la falta de condiciones higiénico sanitarias, la nula intimidad y la escasez de infraestructura con instalaciones eléctricas obsoletas y un pésimo suministro de agua potable. Eso era así, aunque los vecinos estaban acostumbrados a vivir de esa manera. Quizás porque no tenían otra.
Con el plan especial de rehabilitación integral de Trinidad y Perchel, el arquitecto Salvador Moreno Peralta, seguido de otros, comenzaron a construir nuevos corralones para mantener esa tipología social y urbanística, pero dotándolo de mayor confort, acorde a los nuevos tiempos. En los dos barrios hay censados actualmente 106 corralones.
Hoy en día, las casas que se ubican en el interior de estos modernos corralones tienen entre tres y cinco dormitorios -por ejemplo, en Jara, número 24-, y todas poseen uno o dos cuartos de baño. Las habitaciones son exteriores, el agua potable corre con generosidad y las instalaciones eléctricas son modernas. Se hace ahora más vida de puertas adentro, pero se mantienen ciertas costumbres que no se pierden con el paso del tiempo. Por ejemplo, por las noches, a la fresquita, sacan las sillas a la calle y mantienen tertulias mientras se huele a dama de noche o a jazmín.
En todo corralón hay un vecino o más que se ocupan de regar y cuidar las plantas y flores, uno de los elementos decorativos más comunes en estos patios. Al llegar el verano, estos malagueños blanquean las paredes y pintan sus rejas para tenerlos inmaculados. En este sentido, es importante la labor que viene desarrollando durante todo el año el Centro de Servicios Sociales, de la calle Cañaveral.
Semana popular
En el año 2004 se les ocurrió a los trabajadores sociales organizar una semana popular que fomentara la autoestima de los vecinos con la organización de numerosas actividades y premios de embellecimiento, que patrocina el Ayuntamiento de Málaga. En la primera edición participaron nueve corralones; este año, el quinto, han sido 50 los patios de vecinos que se han inscrito.
Al reclamo de estas actividades, muchos turistas se han dejado ver por las angostas calles del Perchel y de la Trinidad con el fin de conocer el modo de vida de este millar de malagueños. Fuentecilla, 19; Doña Trinidad, 3; Agustín Parejo, 10; Plaza Montes, 6, Jara, 3 y Zamorano, 58, son algunos de los corralones que pueden ser visitados todo el año. La idea es que los vecinos se vayan contagiando unos de otros y se impliquen en el embellecimiento de estos singulares lugares de residencia. «La vida ahora es más impersonal en el corralón. Ya no se comparten cosas como antes», comenta Pedro Camuña, opinión que secunda Paqui Aranda, que ve ahora a la gente «más 'despegaílla'». José Antonio Rojas ha pasado por varios corralones, pero nunca ha salido de la Trinidad.
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