martes, 29 de diciembre de 2009

La ´igualación social´ de calzada y acera en Molina Lario (La Opinión)

Las lluvias intensas de estos días convirtieron esta calle peatonalizada en una pequeña laguna sin posibilidad de escape para el peatón


Esculturas dignas de Lewis Carroll. La calle Nicasio Calle luce desde comienzos de Navidad este precioso banco-escultura sujeto por figuras de ensueño realizadas por Chema Lumbreras. Además, en el cielo de la calle Moreno Monroy pueden verse otras figuras haciendo piruetas en las alturas. El artista malagueño se ha estrenado en el ´arte urbano´ con una intervención impactante e inolvidable, un mundo de fantasía que recuerda a Lewis Carroll, el autor de Alicia en el País de las Maravillas. Maravilloso.
Esculturas dignas de Lewis Carroll. La calle Nicasio Calle luce desde comienzos de Navidad este precioso banco-escultura sujeto por figuras de ensueño realizadas por Chema Lumbreras. Además, en el cielo de la calle Moreno Monroy pueden verse otras figuras haciendo piruetas en las alturas. El artista malagueño se ha estrenado en el ´arte urbano´ con una intervención impactante e inolvidable, un mundo de fantasía que recuerda a Lewis Carroll, el autor de Alicia en el País de las Maravillas. Maravilloso. Carlos Criado

ALFONSO VÁZQUEZ Algunas calles de Pompeya exhiben en mitad de la calzada tres o cuatro bloques de piedra que comunican, estratégicamente, las mansiones más lustrosas con el otro lado de la acera. Según los arqueólogos, eran una suerte de pasos de cebra, dado que por las calzadas pompeyanas solía discurrir un arroyo infecto de diferentes espesuras que la lluvia limpiaba.
Saltando de piedra en piedra, los pompeyanos se libraban de mancharse las túnicas de porquerías varias.
Estos días se ha echado en falta un sistema parecido en la calle Molina Lario, una de las más turísticas por excelencia.
Con la idea de facilitar el uso peatonal, el Ayuntamiento igualó la altura de la calzada y la acera. En principio, una buena medida, aunque siempre tiene sus peros. El primero de ellos es que, al no haber pivotes marcando la línea de la acera como en Sancha de Lara (otra calle semipeatonalizada), los camiones aparcan que da gusto y a diario bloquean la entrada turística a la Catedral (sin necesidad ya de subirse a la acera).
Los turistas se encuentran con una zona ‘apañada’ de carga y descarga que, como mínimo, debería acotarse un poco más, pues la incomodidad de avanzar por un estrecho pasillo entre la verja de la Catedral y las puertas que se abren y cierran de los camiones es para pensarse entrar en el Templo Mayor. Como mínimo y puesto que repartir la mercancía está complicadísimo, no debería permitirse aparcar justo delante de la puerta de entrada de visitantes.
En segundo lugar, cuando llueve o en estos últimos días, cuando diluvia, la tromba convierte la calle Molina Lario en un gran charco, sin posibilidad de ‘escudarse’ en el cambio de nivel que proporciona la acera. Las aguas con vocación de laguna ponen en un verdadero aprieto a los peatones, sobre todo cuando un coche pasa, a la velocidad que sea, formando una ola difícil de driblar.
Si el concejal de Movilidad lee esta crónica llegará quizás a la misma conclusión que este periodista: nunca llueve a gusto de todos.

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