domingo, 16 de noviembre de 2008

Los tesoros de Villa Fernanda (SUR)





La finca del Limonar envuelta en la polémica por la construcción de pisos encierra numerosos encantos que SUR ha podido descubrir

SALÓN. Los dibujos del suelo están formados por el contraste de minúsculos mosaicos coloreados.Entrar en la finca es como echar la vista cien años atrás, cuando no pocas familias de principios del siglo XX vieron en la zona del Limonar el lugar perfecto para construir hermosas mansiones, dotadas con amplios y frondosos jardines. Villa Fernanda abrió sus puertas a SUR para descubrir los encantos que encierra esta parcela del paseo de Miramar, envuelta en los últimos meses en la polémica sobre la intención de sus propietarios de llevar a la práctica los derechos edificatorios que les otorga el actual Plan General de Ordenación Urbana.

Pocos datos exactos se conocen de su origen. Un extranjero apellidado Hermann la mandó construir, posiblemente en los años 20 del siglo pasado. Gracias al pavimento que pequeños cantos rodados forman ante el edificio principal del recinto se sabe que la inicial de su nombre era 'F'. «Creo que se llamaba Frank Hermann», comenta Juan Carlos Gómez, propietario actual de Villa Fernanda y promotor del proyecto para rehabilitarla y construir dos edificios de planta baja más dos en las zonas de la parcela que no ocupa el jardín.

Este empresario de la construcción pasó su infancia y adolescencia como vecino de Villa Fernanda, ya que su familia residía en la cercana calle Marcos de Obregón. Juan Carlos Gómez vio cumplido uno de sus sueños cuando logró comprar la finca a sus anteriores propietarios, unos americanos pertenecientes a la misma familia de los Hermann.

Eso sucedió hace unos cinco años. Hasta entonces, la villa apenas si era visitada por sus dueños, que venían de tarde en tarde. Su mantenimiento ha sido posible gracias a que siempre vivió en ella un guardés que se encargó como pudo de su conservación. El actual propietario también cuenta con un hombre de confianza, José, que reside en uno de los edificios auxiliares y que lleva casi cuatro años poniendo a punto tanto el jardín como el interior de la casa que está amueblada.

Trampas para el picudo

Comienza el recorrido por el jardín, que cuenta también con los cuidados de un jardinero y una empresa especialista en el tratamiento de plantas. «Tenemos puestas diez trampas para el picudo rojo y, por ahora, no se ha visto afectada palmera alguna», comenta Gómez. El jardín, de diseño francés, está atravesado por varias fuentes y un estanque que conservan los mecanismos de propulsión de agua, restaurados por el guardés. Según la ficha de su catalogación, cuenta con 136 ejemplares de 26 especies.

Los conjuntos de arbustos, árboles y fuentes se interrumpen bruscamente en una zona dominada por enormes eucaliptos, cuyas profundas raíces han dañado la cimentación del vallado de la finca. «Nuestra intención es continuar el jardín donde se quedó, con el mismo estilo, y trasladar los eucaliptos a otro lugar, para lo que ya hemos tramitado los permisos ante el Ayuntamiento», apunta el propietario.

El jabalí blanco

En la zona de eucaliptos, de forma aislada, se encuentra la escultura de un jabalí atacado por un lobo que, con el paso de los años, se ha hecho popular en este sector de la ciudad. «Al estar pintada de blanco muchos creen que es de mármol, pero en realidad es de metal», indica Juan Carlos.

Al norte de este rincón existe una pista de tenis abandonada sobre la que se implantará uno de los futuros de edificios de viviendas. Junto a ella se alza la que los dueños han bautizado como Villa Francisca, una casona regionalista, de rasgos similares a Villa Fernanda, que se encuentra totalmente abandonada y que será objeto de una minuciosa rehabilitación para que pueda ser habitada.

Al este de la finca aparece una zona de césped y una piscina, de construcción mucho más reciente que las casonas, en la que se proyecta el otro inmueble de nueva planta para materializar los derechos urbanísticos de la parcela. Entre éste, el de la pista de tenis y Villa Francisca rehabilitada sumarán unas treinta viviendas. Junto al césped se ubica la casa habitada por el guardés, de la que parte un camino que discurre junto a la fachada principal de Villa Fernanda, el principal edificio del conjunto, que esconde un buen número de tesoros.

Banderas

Al entrar en él llaman la atención dos curiosidades: los anclajes para colocar banderas del balcón principal -Gómez los atribuye al patriotismo de los antiguos propietarios americanos, ya que no le consta que el edificio fuera sede de embajada alguna- y la colorista portada de vidrieras que esconde la puerta de madera.

En su interior, se aprecia el interés del propietario por recuperar el aspecto original que tuvo el edificio. «No hemos tirado ni un solo mueble pese a que estaban muy deteriorados», relata Juan Carlos mientras muestra con detalle la labor del guardés para tapar todas y cada una de las perforaciones provocadas por la carcoma, que ya está inactiva.

Y es que gracias a la cuidadosa labor de José se han podido reparar los valiosos y numerosos bargueños -antiguos escritorios de madera- con que cuenta la mansión, sillones con una tapicería tejida especialmente para ellos, consolas de madera dorada, sillas, una chimenea de pared e incluso la armadura de un caballero medieval que apareció dentro de un viejo arcón.

Las lámparas, a cual más preciosista, también son las primitivas restauradas. «Para reparar la de la entrada tuvimos que buscar auténtico cristal de Murano», destaca el promotor, que también es un apasionado de las antigüedades. Su interés por recuperar la imagen primitiva de la vivienda principal le ha llevado hasta Marruecos, país en el que ha encontrado una de las pocas empresas que todavía fabrican y colocan los pavimentos interiores formados por minúsculas baldosas de colores que forman dibujos. En la entrada y otras estancias, ese pavimento ha sido reemplazado por losetas de mármol y su intención es sustituirlo por el cerámico.

El carácter palaciego del interior de Villa Fernanda se mezcla con el romanticismo de las notas de un piano, de la fábrica parisina de Henri Herz -mediados del siglo XIX-, que se encuentra en perfectas condiciones para ser usado.

Las curiosidades no cesan y, tras subir por la escalera principal que ilumina una vidriera, se accede a la segunda planta del inmueble, en la que la distribución y decoración de las habitaciones está marcada por la diferenciación entre sexos que predominaba hace un siglo. Así, existe un dormitorio para el hombre, comunicado con un despacho, y otro para la mujer, conectado con otras estancias para hijos o invitados. Una muestra más de que Villa Fernanda es una de las pocas mansiones del Limonar que conservan sus primitivos encantos, los mismos que cautivaron desde pequeño al que es ahora su dueño.

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