martes, 17 de noviembre de 2009

El derecho ´urbanístico´ a decidir y la plaza de Félix Sáenz (La Opinión)

Una construcción con visos de permanecer siglos en Málaga vuelve a corroborar que el impactante espíritu constructor de los 70 sigue vivo


ALFONSO VÁZQUEZ En las últimas semanas, han sido varios los lectores y hasta algún que otro representante municipal quienes a este periodista le han dado un importante consejo: date una vuelta por la plaza de Félix Sáenz y mira el edificio "que han dejado". Lo de "dejado" está dicho por ellos en el sentido de quien deja olvidado un objeto peligroso, como un obús del bando prusiano.
En este caso, se trata de un edificio entero, ´dejado´ así, sin más, en mitad de la plaza de Félix Sáenz, sin que exista intención de devolverlo a quien corresponda.
Como ocurre en otras ciudades costeras de España, el edificio en cuestión parece haber sido depositado en paracaídas aprovechando la oscuridad de la noche, para que, caiga donde caiga, ejerza un irremediable atractivo visual que engulla todo el entorno.
En Málaga, de hecho, se trata de una tradición urbanística tan consolidada, que si los norteamericanos tienen derecho a portar un arma (y así les va), los malagueños tenemos el derecho a construir lo que nos dé la gana y en el sitio que más perjudique el interés general (no así el particular).
Ciudades como Atenas y numerosas urbes de Europa del Este han ejercido el mismo derecho, de ahí que, quitando algunos rincones no dañados por esta práctica tan extendida, tengan sus principales calles jalonadas de auténticas joyas de la arquitectura ´kistch´.
Dado que Málaga capitalizó en los años 60 y 70 el ´boom´ de los horrores urbanísticos, nuestro Ayuntamiento, más dado a salir del apuro económico diario que a diseñar una ciudad racional, ha permitido que ahora se culmine esta construcción que, por los estragos que ya provoca en la población, lo único que aporta a Málaga son depresiones.
Si ustedes no localizan el portento, sólo tienen que darse una vuelta por la plaza. Quizás constaten que allí se exhibe desde hace poco un edificio remozado que no sólo no aporta nada positivo al entorno sino que, por contra, le resta valor.
Es la misma sensación de ´tremendo error´ que uno tiene al contemplar el bloque que alberga el café Central en la plaza de la Constitución o el armatoste setentero que monta eterna guardia junto a la iglesia de San Juan.
Un consejo: en el repaso a los méritos para alcanzar la capitalidad europea, sáltense los gurús culturales la plaza de Félix Sáenz. No sería nada bueno para la candidatura que algún jurado se fijara en la deprimente construcción y, como tantos malagueños estos días, soltara la pregunta más lógica del mundo: "¿Pero quién ha puesto eso ahí?". Respuesta municipal: "Es nuestro derecho ´urbanístico´ a decidir... pifiarla".

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