domingo, 31 de mayo de 2009

Los tranvías cruzaban la ciudad. Málaga (SUR)

El reciente accidente provocado por el tranvía de Vélez-Málaga trae a primera plana este medio de transporte, que tuvo protagonismo en Málaga en la primera mitad del siglo XX. De aquellos tirados por bestias se pasó a los eléctricos.
Los tranvías cruzaban la ciudad
Línea 3: Plaza de la Merced-Huelin. / SUR
EN el mandato municipal de Pedro Aparicio (1979-1995) se comentó en varias ocasiones la posibilidad de implantar en Málaga de nuevo el tranvía o tren ligero de superficie, como también era conocido entonces. Varios años después, esta alternativa a los autobuses urbanos se va a plasmar en el metro, cuyas obras están ahora en ejecución.
El tranvía ha tenido sus partidarios -entre ellos el propio Aparicio- y sus detractores. Los más viejos del lugar recuerdan este medio de transporte que cruzaba la ciudad de una punta a otra. El último tranvía en circular por Málaga fue el de la línea Alameda-El Palo. Su último viaje lo hizo el 31 de diciembre de 1961, después de que durante 56 años estos vehículos formaran parte de la vida de los malagueños.
Los antecedentes hay que buscarlos en el siglo XIX, con los tranvías de 'tracción por sangre' o, mejor, de tracción animal. En 1884 se proyectó una primera línea para comunicar el centro de Málaga con la barriada de El Palo, cuando la ciudad contaba con una población de 120.000 habitantes. Al año siguiente entró en funcionamiento, con mulas dejándose la piel en el camino arrastrando el vagón enganchado.
Todas hacia el este
Aquello debió tener bastante éxito porque poco después, en 1891, ya funcionaban en la ciudad tres líneas con 17 vehículos con capacidad para 18 pasajeros. Las tres partían de la estación ferroviaria con tres destinos distintos, pero, curiosamente, las tres hacia la zona este. Una línea se quedaba en Boquete del Muelle, otra iba hasta el arroyo de La Caleta y la tercera acababa en El Palo.
Los pobrecitos mulos sufrían más de la cuenta y el 17 de mayo de 1901 se publicó una real orden por la que se obligaba a los ayuntamientos a cambiar la tracción de sangre de los tranvías por la tracción eléctrica. Ese avance supuso que se popularizara este medio de transporte.
En abril de 1905 se inauguró la primera línea entre la estación y el arroyo de La Caleta, y en noviembre se prolongó hasta El Palo. Con una población creciente -136.000 habitantes censados-, el tranvía tuvo que ampliarse, y en 1907 se electrificaron también las otras dos líneas restantes, aumentando la capacidad para 42 pasajeros. Algunos, incluso, incorporaron una jardinera en la que podían viajar otros 24 más.
Con la electrificación de los tranvías también surgieron los primeros problemas técnicos, sobre todo cuando al vagón se le salía el trole, que era lo que proporcionaba la electricidad necesaria procedente de la catenaria.
Una línea circular
En 1923 funcionaban ya seis líneas, que cruzaban la ciudad de Huelin a El Palo, con un total de 37 tranvías. Málaga alcanzaba por aquel entonces los 150.000 habitantes. Las seis líneas eran las siguientes: Alameda-El Palo, Alameda-Estación, Victoria-Huelin, Alameda-Bellavista, Alameda-Baños del Carmen y una circular que hacía este recorrido: Alameda-Molina Lario-Granada-Victoria-Cristo de la Epidemia-Capuchinos-Molinillo-pasillo de la Cárcel (hoy avenida de la Rosaleda)-pasillo de Santa Isabel y Alameda.
El doble sentido de la circunvalación, con un solo raíl, obligaba a que existieran dos cruces en las calles Victoria y Cristo de la Epidemia, en los que había que esperar la llegada del que venía en sentido contrario.
La gente tomaba los tranvías en plena marcha y se tiraban de él sin esperar a que parara, y siempre llevaba más viajeros de los admitidos en los pasillos, estribos y tope trasero.
En 1927 llegaron los primeros autobuses a la ciudad, que fueron asignados a los dos recorridos más poblados: El Palo y Ciudad Jardín. Ambos medios de transporte convivieron durante muchos años más.
Sin embargo, tras la guerra civil, el tranvía empezó a tener problemas y las quejas de los usuarios por el mal estado del servicio eran recogidas en la prensa de la época. La Sociedad Malagueña de Tranvías reconoció las deficiencias, de las que culpó a la arbitrariedad del Ayuntamiento en las concesiones realizadas en 1931 y a los propios empleados del servicio.
Finalmente, este servicio urbano sería explotado por el Ayuntamiento de Málaga a partir del 1 de diciembre de 1949 ante la situación de quiebra de la empresa En ese año, el billete costaba «tres perras chicas». Poco a poco se fueron implantando los autobuses urbanos, que significaban una notable mejora en el transporte colectivo de la ciudad.
El último tranvía lo rescató Pedro Aparicio del olvido y lo convirtió en monumento en el paseo marítimo Pablo Ruiz Picasso. Recientemente fue retirado por el Ayuntamiento para su restauración. Nadie sabe si volverá. Debajo del asfalto aún perduran algunos raíles.

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