martes, 24 de noviembre de 2009

Las casas del mar (La Opinión)

CARLOS PÉREZ ARIZA Amenazados por la demolición, han vivido al borde del desahucio durante dos décadas. Tras eso años de incertidumbre, los propietarios de las casas que ocupan esa franja del litoral urbano que va desde Pedregalejo hasta El Palo y más allá, han conseguido que las leyes de Costas se adecúen a sus reclamaciones y no al revés. El ´milagro´ ha sido fruto del consenso, una palabra en desuso entre las administraciones usualmente enfrentadas desde las distintas trincheras políticas.
En 1988 se quiso aplicar a rajatabla la Ley de Costas sobre esas casas por estar situadas dentro del denominado ´dominio público marítimo-terrestre´. Pero esas construcciones, chabolas de pescadores hasta la década de los cincuenta, están allí mucho antes de que la citada ley se redactara. Las viviendas, que han crecido en altura y solidez, llevan allí ancladas algo más de un siglo. Aunque, ahora, los arquitectos propongan modernizar su entorno.
A estos viejos pescadores les ampara el derecho romano, base del nuestro. Aquellos romanos, tan modernos en tantas cosas, también previeron esta situación. Le decían uti possidetis iure, que ellos aplicaron a las conquistas territoriales, pero que en este caso es perfectamente invocado. "Lo que has poseído, poseerás".
Les ampara tal derecho y, además, han pagado sus contribuciones inmobiliarias al Ayuntamiento de Málaga. Esta institución municipal les ha apoyado siempre, dando los permisos para reformas y ampliaciones de dichas casas. Por su parte, la otra administración implicada, la Junta de Andalucía, ha terciado en la disputa con Costas para que las casas se quedaran donde están. Al final, los juristas de Madrid han cedido, procediendo a un consenso poco usual en los tiempos que corren entre los políticos españoles.
Las leyes no pueden estar por encima del bien común. En este caso, esa premisa les ha facilitado la vida a esos paleños, cuyo único ´delito´ ha sido proveerse un techo donde cobijar sus vidas ligadas a su mar. Las casas, que levantaron a fuerza de tirar de las redes, no podían tener un final de tragedia clásica. Por otra parte, ¿qué político iba a cargar con ese estigma firmando el desahucio? Si de algo saben estos pobladores paleños es de tempestades. Sus casas siempre han tenido dos puertas. Si se anegaba la que miraba a la mar, salían por detrás. Pero en esta ocasión se han quedado dentro.
Los habitantes de esa franja litoral son como una gran familia. Pescadores de toda la vida, han tenido que buscarse la vida alquilando los frontales de sus viviendas para los restaurantes y bares, donde el espeto se abrasa sobre las ascuas y los frutos del mar se venden al paladar de los turistas. Esa zona es, sin duda, una de las más pintorescas de la ciudad. Una de las formas que tiene la ciudad de acercarse a la mar de toda la vida. Donde los ciudadanos de aquí y de allá se aproximan para respirar la sal de la vida. Y esas casas están ahí para poner su grano de arena en este Mare Nostrum.

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