domingo, 4 de enero de 2009

Los secretos de El Morlaco. Las desconocidas minas de yeso (La Opinión)

Rafael Cueto, nacido en el barrio, cuenta la historia de las tres minas de yeso que funcionaron entre 1800 y 1960. Hay dos lagunas subterráneas y una sala en la que caben cuatro autobuses

ALFONSO VÁZQUEZ. MÁLAGA "El suelo de El Morlaco es un auténtico laberinto de galerías artesanales hechas con pico, pala y barrena", señala Rafael Cueto. Pocos como este experto ebanista conocen la historia del barrio, en el que vino al mundo en 1943. Y lo hizo precisamente en la calle Isidro Ruiz, en una de las casas construidas en 1870 para los mineros de la yesera Santa Ana, propiedad del mencionado Isidro Ruiz.
"Mi abuelo compró una casa en los años 20. Llevo toda la vida preocupándome por todo lo que había aquí", recalca. Según los datos de Rafael, en El Morlaco y Parque Clavero funcionaron tres minas de yeso. "La primera de ellas calculo que comenzó a funcionar en 1800 y la entrada estaba justo donde hoy están los aparcamientos de la urbanización Villa Ficus, en la calle Leví", cuenta.
El historiador malagueño Manuel Muñoz, en su libro ´El crecimiento urbano malagueño en el siglo XIX´, hace referencia a una ´yesera de Cano´, construida en los últimos años del XVIII en la zona para aprovechar los excelentes yacimientos de piedra caliza. Quizás se tratara de esta mina que, como detalla el ebanista, "tuvo muchísimos hundimientos e incluso costó vidas", mientras explica que el yeso se molía aquí abajo con un molino y unas piedras cónicas".
Hacia 1870 se abre la yesera de Santa Ana, de la que Rafael y sus hermanos, José y Dolores, conocen bastante. "No he corrido yo nada de chico por esas galerías", recuerda.
Se trataba de un trabajo artesano a base de pico, pala y barrena, aunque Rafael cuenta que no escuchaba las explosiones, que se realizaban a gran profundidad.
"Los burros sacaban las piedras grandes en lo que se llamaban ´pedreras´ de madera y las más pequeñas en serones de esparto", destaca. El yeso se metía en secos y las carretas lo repartían por los almacenes del Centro.
Las fotos realizadas entre 1945 y 1950 por un tío de Rafael Cueto muestran las casas de los empleados en la calle Isidro Ruiz, que se llamaba el Camino de la Yesera, coronada por la propia industria, con los dos hornos de Santa Ana.
Pero lo más espectacular viene ahora: "Dentro de la mina había dos lagos. Uno de ellos era una charca cenagosa en la que se llegaron a ahogar personas y borricos", describe Rafael. El segundo lago, o quizás laguna, es tan profundo, explica, que cuando siendo niño pedía a los marengos de la playa una cuerda y la ataba a una piedra para lanzarla a la charca, "nunca tuvimos cuerda suficiente para saber la profundidad del agua".
La mina de Santa Ana estaba dividida en varios sectores. Uno de ellos se llamaba ´El Arranque´, porque había vuelto a ponerse en marcha después de un hundimiento.
Otro de los sectores tomó el nombre ´Civil´. Esta denominación se la pusieron los malagueños de La Caleta, El Limonar, El Morlaco y la Torre de San Telmo, que buscaron refugio en la mina durante los bombardeos aéreos de la Guerra Civil.
El ebanista explica que el tramo llamado ´Barcelona´, nombre dado por los mineros quizás por sus dimensiones, contiene "una oquedad donde fácilmente podían entrar cuatro autobuses".
De esa enorme sala quedó constancia en el exterior cuando tuvo lugar un pequeño hundimiento, que dejó un agujero por el que entraba la luz de la superficie. A partir de entonces la zona, en la parte alta de El Morlaco, hoy en plena urbanización El Rocío, fue conocida como ´La Lumbrera´.
Una tercera mina de yeso, cuenta Rafael, fue la de la yesera de Vargas, con tres entradas en donde hoy se encuentra la urbanización Parque Clavero. Al parecer, la familia Vargas dejó en arrendamiento esta industria a la familia Pinazo. Por cierto que un ingeniero de esta mina propuso en la segunda mitad de los años 40 unirla con las galerías de la yesera Santa Ana, para que los trabajadores tuvieran más posibilidades de escapar en caso de hundimiento.
Un paseo con este vecino por el Parque de El Morlaco es una lección de ´rastreo minero´. Rafael señala las zonas, algunas todavía evidentes, en las que la tierra se vino abajo. "Es que el Cerrado y Parque Clavero están agujereados también y han llegado a aparecer galerías en Pedregalejo", cuenta.
Al pasar por una zona llana del pinar del parque, Rafael Cueto se detiene y vuelven a surgir sus recuerdos: "Aquí la tierra quedó tragada entera. Se formó una circunferencia que bajó 14 metros".
Con respecto a la proliferación de construcciones en El Morlaco y alrededores, con una urbanización como Villa Ficus, de hechuras ciclópeas, además de numerosos chalés y un mar de adosados en Parque Clavero, Rafael  Cueto está convencido de que con los años, "se ha retirado muchísima documentación de la administración para poder hacer las cosas que se han hecho".
Los planos que tiene en posesión y que señalan las entradas a las minas y los sucesivos hundimientos, no dejan lugar a dudas de lo ´especial´ de la zona.
En el Parque de El Morlaco, parte de la finca del mismo nombre, Rafael y su familia contaban con una llave, entregada por Cándido, el portero, para poder coger higos. Con respecto a la alimentación, los vecinos del Morlaco fueron mejor tratados por la posguerra, gracias a las precauciones tomadas mucho tiempo atrás por el primitivo dueño, Isidro Ruiz, que creó bancales para huertas y también crió conejos, cabras y ovejas.
"En la posguerra esta era una zona maravillosa, porque gracias a Isidro Ruiz los empleados tuvieron comida. Yo recuerdo haber cogido rábanos, pimientos, tomates... y estábamos avisados que no podíamos mencionar que teníamos carne. Los conejos podían cogerse para hacer un arroz pero no para venderlos en el mercado".
Durante esos años, Rafael recuerda la fuente que surtía de agua a la barriada y también una caseta de madera, que puede verse en la foto de arriba, a la izquierda, utilizada por los empleados de los tranvías. "Como cada vez que llovía aquí se formaba un arroyo y salía tierra que tapaba las vías, decidieron poner una caseta con picos y palas para limpiar la carretera cada vez que llovía".
En la zona todavía se encuentra Villa María Luisa, propiedad de un veterano radiólogo y la casa de los Van Dulken, con cuya familia Rafael recuerda que los vecinos siempre tuvieron una buena relación. Las yeseras dejaron de funcionar entre 1955 y 1960, calcula el ebanista, y en los 60 comenzó a levantarse en El Morlaco la urbanización de chalés ´El Rocío´, en unos terrenos de los Onieva.
Desde el mirador del Parque de El Morlaco, Rafael Cueto señala los restos de lo que posiblemente dio nombre a la zona. En tiempos de su abuelo todavía podía verse una gran roca espigada adentrándose en el mar y que cruzaba la actual carretera, antes de que se hiciera el paseo marítimo.
"En ese tiempo, con esta roca, la bahía tenía la forma de la cornamenta de un toro, de un morlaco". Lo que no sepa Rafael de su barrio pocos lo sabrán.

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