jueves, 5 de febrero de 2009

Óscar Niemeyer abandona su polémico proyecto de construir una plaza en Brasilia (El Mundo)


Pretendía levantar un gran espacio público al inicio de la Explanada de los Ministerios

El arquitecto Óscar Niemeyer, que a sus 101 años se había enzarzado en una polémica por un proyecto para la construcción de una monumental plaza en Brasilia, ha anunciado que ha abandonado la idea, aunque ha aclarado que sólo "provisionalmente".

En una carta enviada al diario Correio Braziliense, que ha usado como tribuna en medio de la polémica, el centenario arquitecto dijo que ha entendido que el gobierno regional de Brasilia carece del presupuesto necesario para hacer realidad su proyecto.

Niemeyer, quien diseñó todos los edificios públicos de Brasilia, una capital erguida de la nada e inaugurada en 1960, defendió su idea a capa y espada e incluso nadó contra la fuerte corriente de la UNESCO, que se opuso a la plaza con el argumento de que la ciudad es Patrimonio Histórico de la Humanidad y no puede ser modificada.

La Plaza de la Soberanía, propuesta por Niemeyer, suponía la construcción de un gran espacio público al inicio de la Explanada de los Ministerios, una amplia avenida en la que se sitúan todos los edificios del poder público, incluidos el palacio de Gobierno, el Congreso y la Corte Suprema. El proyecto incluía el levantamiento de un edificio curvo de tres pisos y un monumental obelisco inclinado, de unos cien metros de altura.

La nueva plaza es "indispensable", porque "cualquier capital del mundo tiene una plaza más importante, monumental, pero Brasilia no", dijo el anciano arquitecto en un artículo publicado días atrás. Además, el trabajo aportaría a la ciudad 3.000 nuevas plazas de aparcamiento, que son más que necesarias en Brasilia, la capital de Brasil y del Distrito Federal, una región que tiene 2,2 millones de habitantes y poco más de un millón de vehículos.

Niemeyer, en defensa de su idea, alegó que si otras ciudades se hubiesen protegido de la misma forma, "en París no existirían los Campos Elíseos, en Nueva York no habría rascacielos y Barcelona no se habría abierto al mar".

No obstante, en la carta publicada, reconoció que "por falta de dinero y de tiempo, ahora es imposible realizar una obra que tanto deseaba", pero aclaró que abandona la idea "provisionalmente" y expresó su esperanza en que "un día volverá a ser estudiada".

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