Vecinos y transeúntes apoyan la nueva fase de peatonalización del Casco Histórico, pero reclaman alternativas económicas para dejar el vehículo. Los comerciantes piden flexibilidad con los horarios de carga y descarga
ACCESO RESTRINGIDO
Los coches particulares casi se han esfumado de buena parte del Centro. Por las calles Císter, Duque de la Victoria y el primer tramo de Molina Lario apenas se ven tres o cuatro aparcados, aunque el ir y venir de taxis es continuo. Y ello a pesar de la ausencia de pivotes en este tramo, necesario para agilizar el acceso hacia la clínica Gálvez. Un grupo de vehículos se agolpan a mediodía junto al control de acceso, frente al palacio de la Aduana, donde un agente de la Policía Local y un técnico de tráfico informan de los pormenores del nuevo plan de accesos al Casco Histórico, que ayer entró en vigor.
La bajada de tráfico es aún más palpable en la travesía de Sancha de Lara y Martínez, en el eje Especerías-Cisneros, donde apenas aparece un turismo y la furgoneta de una empresa de servicios a comunidades; y en el entorno de Nosquera y Comedias. A pie, sobre la calzada que sólo de cuando en cuando atraviesa un coche o una moto, la disminución del ruido y el humo es evidente, y todavía con cautela los turistas y transeúntes comienzan a adentrarse en el territorio antes exclusivo de las cuatro ruedas.
Respuesta ciudadana
La buena respuesta ciudadana ha marcado la puesta en funcionamiento del sistema de control de accesos, sin que se registren retenciones de importancia en los accesos al entorno conocido como la 'almendra'. Entre los transeúntes, la mayoría coincide en que ahora el paseo es «más agradable y seguro»: «Los coches apenas estorban», sonríe Lucía Martínez, que camina, apresurada, por Molina Lario en dirección a la plaza del Carbón.
Antonio Santiago, patrón de marina mercante, está de acuerdo con la medida: «De esta forma se respeta más el Casco Antiguo». A renglón seguido, reclamó que se habiliten más plazas de estacionamiento en el entorno, y más económicas.
Juan Miguel López, técnico de excavaciones arqueológicas, ha podido acceder con su coche hasta la puerta de la clínica Gálvez. A su juicio, ahora habrá menos contaminación, pero pide que se respete el derecho de los vecinos y los usuarios de acceder hasta sus casas.
Los más reticentes a la medida son los comerciantes. Laura Ferrer, propietaria de la floristería Layen, cree que las trabas para acceder a la calle Císter le traerá problemas con los proveedores. «Ahora están todos los camiones en Molina Lario, y tienen que andar haciendo portes con mercancías pesadas», explica. Por ello, reclama más flexibilidad para la entrada de vehículos de suministro en este entorno. Como ya ha ocurrido en la calle Larios y en tantos otros puntos del Centro, el peatón ha ganado otra partida al coche.
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