La ´majaronez´ aplicada a nuestro urbanismo no es un insulto sino una seña secular de identidad
ALFONSO VÁZQUEZ El gran escritor Henry James llegó a creerse Napoleón y escribió una carta a su presunto hermano José para que aceptara el trono de España.
En Málaga esta anécdota no sorprende. La enfermedad mental, tan poco atendida durante siglos, estuvo muy presente en nuestras calles y los enfermos de antaño se convirtieron en personajes queridos o populares. Quizás por este motivo, la acepción ´majara´, aplicada a este colectivo, en Málaga tiene un toque festivo-autóctono que trasciende la descalificación.
De hecho, la palabra se emplea también para describir actividades y personas ajenas a enfermedad alguna, en el sentido del comportamiento inesperado, impulsivo o inconsciente. En este sentido, el autor de estas líneas se refirió al ´lobby majarón´ para describir al grupo de malagueños bienintencionados pero a su juicio impulsivos e inconscientes que propuso en el PP una ´hiperronda marítima´ o ´macropuente´, en un intento de emular al Golden Gate de San Francisco. Claro que el ejemplo está mal puesto porque el ´Golden Gate´ no recorre la bahía en paralelo con la costa, como en Málaga. De hecho, los puentes de San Francisco sirven para comunicar la tierra que tienen ´justo´ enfrente.
El desfile de coches, trenes y camiones que el ´lobby´ propone a lo largo del litoral entronca con la rica tradición de ´proyectos urbanísticos majaras´.
El ´macropuente´ está a la altura majarona del Málaga Palacio o de las gestiones de un malagueño, con mano en Madrid, que logró que un parque previsto en El Palo se cambiara por bloques de pisos.
Estas actuaciones impulsivas y desastrosas forman, desde hace siglos, la columna vertebral de nuestro urbanismo. Calificar este comportamiento de ´majarón´, dicho con todo cariño, no es un insulto sino la constatación de que la propuesta enlaza con lo más granado de nuestro ´inconsciente urbanístico colectivo´. Aclarado.
ALFONSO VÁZQUEZ El gran escritor Henry James llegó a creerse Napoleón y escribió una carta a su presunto hermano José para que aceptara el trono de España.
En Málaga esta anécdota no sorprende. La enfermedad mental, tan poco atendida durante siglos, estuvo muy presente en nuestras calles y los enfermos de antaño se convirtieron en personajes queridos o populares. Quizás por este motivo, la acepción ´majara´, aplicada a este colectivo, en Málaga tiene un toque festivo-autóctono que trasciende la descalificación.
De hecho, la palabra se emplea también para describir actividades y personas ajenas a enfermedad alguna, en el sentido del comportamiento inesperado, impulsivo o inconsciente. En este sentido, el autor de estas líneas se refirió al ´lobby majarón´ para describir al grupo de malagueños bienintencionados pero a su juicio impulsivos e inconscientes que propuso en el PP una ´hiperronda marítima´ o ´macropuente´, en un intento de emular al Golden Gate de San Francisco. Claro que el ejemplo está mal puesto porque el ´Golden Gate´ no recorre la bahía en paralelo con la costa, como en Málaga. De hecho, los puentes de San Francisco sirven para comunicar la tierra que tienen ´justo´ enfrente.
El desfile de coches, trenes y camiones que el ´lobby´ propone a lo largo del litoral entronca con la rica tradición de ´proyectos urbanísticos majaras´.
El ´macropuente´ está a la altura majarona del Málaga Palacio o de las gestiones de un malagueño, con mano en Madrid, que logró que un parque previsto en El Palo se cambiara por bloques de pisos.
Estas actuaciones impulsivas y desastrosas forman, desde hace siglos, la columna vertebral de nuestro urbanismo. Calificar este comportamiento de ´majarón´, dicho con todo cariño, no es un insulto sino la constatación de que la propuesta enlaza con lo más granado de nuestro ´inconsciente urbanístico colectivo´. Aclarado.
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